domingo, 31 de marzo de 2019

Medio millar

Van casi diez años de una aventura que empecé allá por abril de 2009, durante una Semana Santa. Recuerdo que una noche empecé a pensar en comenzar a escribir una bitácora y apenas pude dormir hasta que me levanté de madrugada, di forma a la plantilla  y redacté la primera entrada. 

Después, poco a poco, algunos años más que otros, vinieron otras 498 entradas más. Hasta la de hoy, que hace un número rendondo: medio millar.Y dentro de unos pocos días tendremos otro número redondo: diez años.

En este tiempo las cosas se han estandarizado un poco. Al principio las entradas tenían una longitud menor, no había fotos y ni siquiera daba formato a los párrafos. Ahora todo esto está bastante más cuidado. 

Además he estandarizado el día de actualización al domingo. Alguna vez actualizo otro día, pero lo más normal es que sea el domingo, casi siempre por la tarde, cuando tengo un rato por casa. Es entonces el momento de tirar de lista y ver de lo que toca hablar, porque hay tantas cosas que tengo apuntadas que llevo un retraso horrible y comento libros y películas con meses de decalaje respecto al a fecha de lectura o visionado. 




La verdad es que me gustaría darle un poco más de variedad al blog: algo más de rol, empezar con algo de música y con juegos de mesa (ahora que me estoy aficionando) y videojuegos. 

Retomar las efemérides y comentar la actualidad sociopolítica lo veo más complicado, porque a no ser que sean temas que me llamen la atención con intensidad, el esquema de actualización de fin de semana, acompañado de que paso bastantes días fuera de casa entre semana, hacen más difícil el encajar todas las piezas. 

Y, sobre todo, me gustaría retomar el que fue el objetivo primero de este blog: obligarme a escribir material nuevo del Ciclo de Iramar y publicarlo. 

Ha sido casi un cuarto de mi vida llevando este pequeño espacio en la blogosfera. Durante este tiempo he logrado combatir con éxito la temida campana de Gauss de la que hablé hace casi ocho años. No solo eso, sino que llegó el primer seguidor fuera de mi círculo físico de familia y amigos. Luego llegó alguno más. Sé que todos permanecéis ahí, en silencio, pero fieles a vuestra cita semanal. Os lo agradezco. 

Aquí seguiré, dispuesto a dar guerra. No sé si otros diez años, u otras quinientas entradas. No pongo límites, pero ahora mismo no veo en el horizonte nada que me haga pensar en el cierre, así que... Y, si la cosa se tercia, a lo mejor hasta consigo darle ritmo al spin-off de Historias de Iramar, el blog de baloncesto 24 segundos que tengo bastante abandonado.

domingo, 24 de marzo de 2019

Pandorum

Los viajes estelares son uno de los pilares de la ciencia ficción y el modo de acometerlos, tanto en la literatura como en el cine, ha sido diferente. 

Por una parte tenemos los viajes por el hiperespacio, un concepto bastante difuso en el que la nave y todo lo que contiene "pasa" a otro nivel, desaparece del espacio actual y se planta, más o menos de forma instantánea, en el punto deseado de destino. El viaje por el hiperespacio tiene más bien pocas limitaciones, siendo quizá la más conocida el no poder saltar al hiperespacio cerca de una gran masa. Es la idea mayoritaria en los títulos en los que se habla de una civilización a escala galáctica.

Otra de las aproximaciones de los viajes estelares es el de las naves semilla. Naves estelares de gran tamaño que viajan a velocidades no relativistas repletas de centenas, miles o decenas de miles de tripulantes, generalmente en animación suspendida mientras el ordenador de a bordo traza y mantiene la ruta a un destino que se alcanzará en decenas o miles de años. Esta es la idea mayoritaria cuando lo que se trata es de salvar al último grupo de seres humanos antes del colapso del planeta, y no funciona en una civilización a escala galáctica.

Pandorum trata del segundo de estos conceptos. 



Dos miembros de la tripulación de la nave Elysium despiertan del hipersueño, antes de tiempo, totalmente desorientados y encerrados en una sala de control. De la tripulación a la que debían relevar no se sabe nada. Aislados como están, tratan de salir al exterior para tomar contacto con el puente, donde se supone que deberían estar sus compañeros, pero lo que se encuentran está lejos de ser lo que esperaban.

Tribus de humanoides caníbales, que han evolucionado en los largos años de travesía a partir de los pasajeros originales y que hoy solamente buscan en conseguir su sustento y dormir apiñados al calor del reactor nuclear. Antiguos tripulantes que han escapado de esa pesadilla y viven aislados, sin esperanza. Traiciones inesperadas.Todo un cóctel de aventuras y terror.


De izquierda a derecha: Payton, Nadia y Bower


Mientras intentan reconducir la situación y retomar la misión original, el teniente Payton y el cabo Bower temen contraer el virus pandorum. Temblores, escalofríos o desorientación son los síntomas iniciales de una infección que degenerará con rapidez en paranoia y locura. Lo más terrible de todo es que pandorum no tiene cura, así que si se contagian estarán condenados. 

Pandorum es una película entretenida, de algo menos de dos horas de duración y que se estrenó en España en 2009 (una vez más comento películas de la más rabiosa actualidad), que funciona bastante bien hasta llegar al final, que deja un poco descolocado y que es lo suficientemente abierto para poder desarrollar una segunda parte a partir de ahí. 

Lo mejor es, sin duda, la primera media hora o así de la película en la que parece que nos vamos a enfrentar a un thriller psicológico. A partir de ahí deriva en algo parecido a una película de vampiros o zombies y para mí pierde algo de interés. No obstante, el conjunto se ve con agrado. 

Además sale Antje Traue. 

Ella

domingo, 17 de marzo de 2019

Universos paralelos

Universos paralelos es el tercer libro que leo del divulgador estadounidense de origen japonés, Michio Kaku. Y cada uno de ellos es más complicado de digerir que el anterior. 

Esto ocurre, principalmente, porque los temas tratados no resultan evidentes a la mente humana y se requieren conocimientos matemáticos avanzados, que yo no poseo y que Kaku no proporciona en su libro ya que de otra forma el número de lectores potenciales quedaría restringido a apenas un puñado de académicos.



Ya fue complicado leer Hiperespacio e imaginarse un espacio con más de cuatro dimensiones (contando el tiempo, además de las tres dimensiones físicas), algunas de las cuales está enrrollada sobre sí misma y resulta inapreciable en nuestro día a día. Al menos fue gratificante ver cómo el álgebra de Riemann y el cálculo tensorial en n-dimensiones proporciona una sensación de equilibrio a las teorías de la gravedad y del electromagnetismo.



En Universos paralelos, lo que resulta complicado es imaginarse el todo como una especie de espuma y que vivimos en una burbuja que contiene todo nuestro universo, con universos vecinos en el interior de burbujas similares, algunas de las cuales están en contacto con la nuestra. 

Más o menos así queda la cosa


No sé.... es que a mí me requiere mucho esfuerzo asimilar eso. No lo veo, para nada... Parecido a la ideade que cada una de nuestras decisiones significa una ramificación en el universo y que éste se divide en tantos otros como opciones disponibles.... La cosa ya se convierte en algo serio... 
 

No voy a ser yo quien niegue algo así, más cuando algunas de las mentes más capaces de la física están estudiando en esta dirección, pero se trata de un pensamiento de lo más revolucionario y, además, poco evidente. 

Además, el multiverso es un concepto con el que juegan tanto en DC como en Marvel, a veces para justificar lo injustificable. ¿Cómo contradecir al gran Stan "the man" Lee?

¿Entonces, el libro? 

Para valientes.

domingo, 10 de marzo de 2019

Bond, James Bond

No he visto muchas películas de James Bond. Y enteras he visto muchas menos. El agente doble cero con licencia para matar no ha supuesto un hito en mi vida friki, esa es la verdad. 

Recuerdo que en el colegio nos pusieron Moonraker, con el gran Roger Moore, en una pequeña sala en la que había un video y un televisor de tubo. Y recuerdo retazos de películas, ninguna completa, hasta que en el cine vi un par de las protagonizadas por Pierce Brosnan y hace unos meses vi tanto Skyfall como Spectre. Así que no puedo juzgar el todo por la suma de las partes, ni mucho menos.

Sí puedo decir que últimamente la cosa ha mejorado, proporcionando las películas no solo el habitual entretenimiento que ha caracterizado a la saga (la próxima película será la número 25), sino que también el personaje ha ido ganando en volumen y relieve. Se han dejado de lado muchas de las ocurrencias que llegaron a parecer casi parodia (sobre todo en la época de Roger Moore) para aplicar menos colorido y mucha mayor escala de grises (sobre todo en esta última época de Daniel Craig). 

Foto de familia

No obstante Bond es un producto a la baja, a pesar de que intenta reinventarse y dejar atrás su época de símbolo e icono de ese heteropatriarcado que hoy en día está en boca de todos. Bond ya no es una máquina de seducción a diestro y siniestro, sino que ahora también tiene su corazoncito aunque esté escondido en un pecho que no le cabe en la camisa (hecha a medida, por supuesto). 

Atrás quedan los tiempos en los que un papel de chica Bond era sinónimo de fama mundial y una carrera razonablemente exitosa. Recordamos a Ursula Andress (que inmortalizó el bikini en Dr. No y que fue homenajeada por Halle Berry un porrón de años después), Barbara Carrera, Diana Rigg (luego en Los vengadores), Jane Seymour, Tanya Roberts, Famke Jannsen, Denise Richards, Sophie Marceau, Teri Hatcher, Eva Green... 



¿Qué decir de los malvados? El Dr. No, Goldfinger y su lacayo Oddjob (el del sombrero con ala de cuchilla), Blofeld (con su gato), Francisco Scaramanga (Christopher Lee), Tiburón (con sus dientes de acero), Le Chiffre (Mads Mikkelsen), Silva (Javier Bardem) o Franz Oberhauser (Christopher Waltz)... 

Lo mismo ocurre con las canciones. Todavía se recuerdan grandes temas interpretados por artistas no menos grandes. Como Shirley Bassey que tuvo la suerte de repetir en tres ocasiones. Pero también Paul MacCartney (Live and let die), Duran Duran (A view to a kill), A-ha (The living daylights), Tina Turner (Goldeneye) y más recientemente Madonna, Alicia Keys, Adele o Sam Smith.

Sean Connery, el primer y probablemente Bond más icónico, papel sobre el que construyó una sólida carrera cinematográfica llena de papeles de prestigio (llegó un momento en los ochenta y noventa que cualquier película que se preciara, necesitava de Connery en su metraje). 



George Lazenby, fugaz como una estrella ídem.

Roger Moore, que venía de protagonizar la serie de televisión El santo y le dio un punto cómico y socarrón que caía casi en la autoparodia.



Timothy Dalton, casi desconocido e infravalorado en su etapa, al que he redescubierto para bien en la serie Penny Dreadful.



Pierce Brosnan, otro televisivo, que será recordado por su papel en Remington Steel, pero que quizá pocos recuerden que era el espía ruso de El cuarto protocolo al que se enfrentaba Michael Caine, otro grande del cine. En su etapa vemos quizá el inicio del cambio de tendencia que será la tónica en la siguiente. 



El último Bond hasta ahora, Daniel Craig, al que se le criticó hasta la saciedad antes incluso de aparecer en pantalla: que si era demasiado bajito, que si era rubio, que si... Y ha protagonizado alguna de las películas que a decir de muchos son de las mejores de la serie. Yo ya he dicho que carezco de los conocimientos necesarios para decantarme por un lado o por el otro...




No obstante el bueno de Craig ha venido diciendo que ya está bien y que lo deja prontito, así que los rumores se han disparado. Tanto que ha cobrado fuerza Idris Elba como sustituto, para ser el primer James Bond de color (negro). Si es cierto, Elba aporta la prestancia y la elegancia que requiere el personaje. Aunque han sonado también otros nombres como Henry Cavill, Richard Madden (Robb Stark) o incluso Cillian Murphy. 



Sea como fuere, a pesar de los tiempos que corren y que aparentemente ha dejado atrás sus mejores días, todo lo que rodea a la que puede ser la saga cinematográfica más longeva, sigue siendo noticia mundial.

domingo, 3 de marzo de 2019

Remember

 Remember es una película sobre el Holocausto, muchos años después del Holocausto.

Todavía hoy quedan supervivientes de los campos de concentración nazis. Cada vez más mayores, por supuesto; cada vez menos. Dos de estos supervivientes son Zev Guttman y Max Rosenbaum. Zev está enfermo de demencia y apenas recuerda su propio nombre. Max no puede caminar sin ahogarse y vive permanentemente conectado a un equipo de respiración. 




Ambos, Zev y Max, son amigos. Y comparten estancia en una residencia de ancianos. Ruth, la esposa de Zev, acaba de fallecer. Ha llegado el momento que ambos habían estado esperando. El momento de la venganza.

Juntos han desarrollado un plan para encontrar a Rudy Kurtlander, el vigilante a quien tienen grabado a fuego desde que sufrieron sus atenciones en el campo de concentración. Pero, ¿cómo van a ser capaces de llevarlo a cabo, con sus limitaciones físicas y psíquicas propias de su edad? 

No hay problema. Max ha tenido todo esto en cuenta: ha escrito una carta con todos los detalles. Una carta que Zev deberá llevar encima en todo momento, y leerla cada mañana para recordar dónde está y qué es lo que tiene que hacer. Esto durará lo necesario hasta que Zev visite a los cuatro Rudy Kurtlander que han encontrado en los Estados Unidos, se encuentre con ellos y decida si es el correcto o no. 

Y, si es el Rudy correcto, tendrá que apretar el gatillo.

 Además de una película sobre el Holocausto, Remember es una película sobre venganza. La de Zev yla de Max, pero sobre todo la de Max. 

Porque el final, con la confrontación entre Zev y Rudy, delante de la familia de este último, nos dejará con la boca abierta y pensaremos inmediatamente en Max Rosenbaum, el viejo judío, que ha rumiado durante años su venganza y al final la ha conseguido. 

Tres grandes de la interpretación, Christopher Plummer (86 años el año del estreno), Martin Landau (87) y Jürgen Prochnow (74), en unos papeles crepusculares que dan lustre a una película pequeña pero que después de que consiguen engancharte es capaz de dejar un buen recuerdo.