miércoles, 31 de agosto de 2022

Gotham

Gotham es la serie de Batman en la que el protagonista no es Batman. 

El inicio es canónico: Bruce Wayne presencia el asesinato de sus padres a la salida del cine, las perlas del collar caen y rebotan en el suelo, los cuerpos caen junto al chico, que es incapaz de reaccionar mientras el asesino escapa. Pronto llega a la escena del crimen Jim Gordon, joven detective que ha decidido dejar el ejército y enrolarse en la policía de Gotham. Jim consuela al joven Wayne mientras que busca pruebas y testigos de lo sucedido. Entre estos se encuentra Selina Kyle, que tendrá un recorrido vital junto a Bruce a lo largo de todas las temporadas de la serie. 

 

A partir de ahí, Gotham es un carrusel del folklore del hombre murciélago. A lo largo de cien episodios y cinco temporadas, desfilarán personajes conocidos por los aficionados a los comics y películas, además de otros personajes que son invención para la serie, pero que contribuyen a hacer de Gotham una ciudad viva, corrupta, dañina para aquellos que intentan hacer cosas buenas o incluso grises, hasta casi convertirse en un personaje por derecho propio.

BruceWayne, Alfred, Jim Gordon y su compañero Harvey Bullock, Selina Kyle, Pingüino, Enigma, Barbara Kean (que empieza como pareja de Jim Gordon y termina como reina del hampa de Gotham), Lee Thompkins, Lucius Fox, Butch, Falcone, Fish Mooney, Ra´s al Gul, Jervis Tetch, el Espantapájaros, el doctor Hugo Strange, Theo y Tabitha Galavan, Sofia Falcone, Jerome y Jeremiah Valeska (Joker), Harvey Dent, (Poison) Ivy, Mr. Frío...

No falta nadie. 

 

Son cinco temporadas en las que Bruce Wayne madurará desde ese jovencito aterrorizado hasta el muchachote fornido vestido de murciélago, pasando por un muchachuelo enclenque que a base de entrenamiento físico, fuerza de voluntad y dinero, se irá superando a sí mismo. 

La serie es digna de ver y su gran éxito es no poner el foco en Batman. Casi ni siquiera lo pone en Bruce Wayne, salvo para ir mostrándonos poco a poco esa evolución. Es inevitable que el joven sea en muchas ocasiones el centro de atención, muchas veces como víctima de los innumerables villanos que circulan por la ciudad, pero quien es el verdadero protagonista es Jim Gordon. 

Aquí, el primero detective, luego capitán y por último comisario, tiene muchos matices grises en su actuación y está lejos de ser el santurrón que lleva el rostro de Gary Oldman. Pecadillos de juventud, pero aquí no duda en sacudir a los malos o pegarles un tiro. Siempre en favor de un bien mayor, por supuesto. 

Además te encariñas con todos, o gran parte, de los personajes. Hay pocos, más bien casi ninguno, de los que prescendiría. Este es otro éxito de Gotham, que es una serie coral. 

Como ya he adelantado, el ambiente de la recreación de la ciudad de Gotham es brutal. Gris, húmeda, opresiva... Es una presencia que está siempre detrás, recordándonos que la felicidad es efimera y que hacer el bien es de tontos. 

 


 

Al final de los cien episodios, no puedo evitar pensar que los 99 anteriores han sido una previa para el capitulo final, en el que la serie da un salto temporal de diez años (lo que provoca, entre otras cosas, que Camren Bicondova no encarne a Selina Kyle y fuera sustituida por Lilly Collins) y el justiciero de Gotham comienza a hacer de las suyas. 

Y al final del último episodio, LA ESCENA: ese proyector apuntando al cielo, ese círculo blanco que proporciona esperanza al necesitado y encoge el corazón de los malvados, esa silueta recortada en la cornisa sobre cuyos hombros carga el peso de la ciudad. 

Gotham cotiza a 7,8 en imdb. Muy justo, me parece. Y aunque no dejan de ser cien capítulos, recomiendo por lo menos empezar y probar. Yo creo que será suficiente para continuar hasta el final.

sábado, 20 de agosto de 2022

Ray Donovan

Después de siete temporadas, la historia de Ray y la familia Donovan han llegado a su fin. Han sido 82 capítulos de espiral hacia abajo, salpicada con sangre, whiskey, drogas, sexo y todo lo que haya sido necesario para aderezar la trayectoria vital de este personaje. 

Natural de Boston y de ascendencia irlandesa, Ray Donovan se traslada con su familia y sus hermanos a la costa Oeste y allí se labra una reputación como arreglador de problemas en el Hollywood de este siglo XXI. 

 


Le conocemos a la vez que él se entera que su padre, Mickey Donovan, está de camino a su casa para hacerle una visita después de más de tres décadas como huésped del estado en una cárdel de Massachussets. Pronto nos será evidente que la relación entre padre e hijo no es la mejor, por los pecados de Mickey como padre, entre ellos el haber abandonado a su mujer cuando estaba enferma terminal de cáncer. 

Ray tiene tres hermanos: Terry, boxeador que a lo largo de las temporadas desarrollará Parkinson; Brendan "Bunchy", que está esperando una indemnización milllonaria tras sufrir abusos por parte del párroco de la iglesia del barrio; y Darryl, aspirante a boxeador y que si bien es un Donovan, es negro como su madre. Bridget, la única chica Donovan, se suicidó siendo adolescente en su Boston natal. 

La vida parece sonreir a Ray. Tiene una casa que parece un palacio, coches de alta gama, buenos trajes, relojes caros, una hermosa mujer y dos hijos, además de echar una cana al aire con cierta frecuencia con sus atractivas clientas. Se mueve en un mundo de lujo y corrupción, aunque siempre parece fuera de lugar comparado con aquellos con los que se relaciona y los diferentes patrones que tiene no dejan de marcar las diferencias de clase. Para ellos, Ray no deja de ser una herramienta desagradable y molesta, pero al mismo tiempo necesaria, un mal menor. 

 


 

Sus actividades le granjearán diversos enemigos: mafias rusas y albanesas, policías corruptos, grandes empresarios con pocos escrúpulos, policías no corrputos que andan tras sus pasos... Y esos problemas y enemigos son todavía más numerosos porque a Ray no dejan de salpicarle las consecuencias de los nefastos actos de su padre, más molesto que un dolor de muelas y que siempre anda detrás del golpe que le haga millonario y pueda resarcirse de todos aquellos años pasados en la trena. 

Con el tiempo, Ray perderá a su mujer y se distanciará de sus hijos, se separará de su socio Avi, antiguo agente del Mossad y se mudará a Nueva York para tratar de poner distancia con su vida anterior, pero la cuesta abajo ya será inevitable mientras que la cuenta de cadáveres, agresiones y conquistas no deja de crecer. Allá en la Gran Manzana le abandonará incluso su fiel ayudante Lena.

Ray Donovan es una serie oscura a la que hay que darle una oportunidad. Al principio puede parecer demasiado violenta, que lo es, pero hay que echarle estómago y seguir poco a poco con ella, porque merece bastante la pena. A algo hay que agarrarse y yo lo hice a que Liev Schreiber es un actor que me encanta desde que le vi haciendo de Orson Welles o de boxeador polaco en el guetto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Aquí no defrauda y su imponente presencia física, con camisas blancas y trajes oscuros, se apoderan de la pantalla del televisor. 

 

 

El resto de los hermanos son personajes llenos de matices y claroscuros y en muchas ocasiones se empatiza más con ellos que con el propio Ray. Como se empatiza con la pobre Abby, su mujer, enamorada y al mismo tiempo atrapada en un ambiente masculino tóxico.

La serie se canceló tras la séptima temporada y se nota que el cierre no fue progresivo sino un tanto brusco. Los últimos cuatro o cinco minutos del último capítulo sirven de final abierto para hacernos una idea de cómo podrían progresar las vidas de los hermanos, además de confirmar la mezquindad de Mickey. Al parecer en 2022 se hizo una película final que se supone cierra más satisfactoriamente la historia, pero todavía no la he podido ver. Me gustaría poder hacerlo y comprobar si en realidad el resultado final mejora, pero aún así y con todos sus defectos, es una de esas series que hay que ver o por lo menos intentarlo. 

Hoy cotiza a 8,3 en imdb, que no está nada mal. En peores plazas hemos toreado. 

sábado, 13 de agosto de 2022

08/08/2008

Ocho de agosto de dos mil ocho. 

08 / 08 / 2008

Solo hay doce días comparables en cada siglo. 

Fue en esta fecha en la que decidí llevar un registro de mis lecturas y empecé una hoja de Excel en la que fui anotando el título, autor, fecha de inicio, fecha de finalización y número de páginas. Después empecé a hacer comparativas entre unos años y otros. 

En catorce años completos he leído 410 libros, para un total de 170.392 páginas. Se encuentran fuera de esta cuenta las innumerables revistas, comics y manuales de rol que han pasado por mis manos.

 

 

Viene a ser algo así como dos libros y medio al mes, durante todo ese tiempo. Pero como esta media está distorsionada por el tamaño de los libros (evidentemente no es lo mismo leer a Posteguillo, Follett o Abercrombie que a los grandes de la la Edad de Oro de la ciencia ficción que eran capaces de construir historias completas en poco más de doscientas páginas). 

Si miramos los datos desde otro ángulo, tenemos que leo un poco más de treinta y tres páginas cada día. 

No me parece mucho.

A veces me paro a pensar en cuántos libros habré leido durante toda mi vida. No tengo ni idea, pero teniendo en cuenta que antes leía muchísimo más que ahora (tenía menos distracciones, no tenía ordenador ni consola, no había móviles ni redes sociales... y no tenía mujer ni hijas) porque dedicaba muchísimo más tiempo a la lectura, no sería descabellado pensar que la cifra debería andar rondando los mil quinientos libros. 

 

En estos catorce años he terminado largas series como La Rueda del Tiempo o la serie de Mundodisco (ya las había empezado antes de la fecha, así que no están incluidas por completo en el cómputo), he descubierto grandes personajes como Bernie Günther o he leído clásicos que faltaban en mi bagaje. También la he cagado con algunos libros y series que no eran lo que prometían y confirmado que muchos clásicos no son para mí. 

También tengo algunas reglas no escritas que procuro seguir fielmente:

  • Cambio de género cada vez que termino un libro. Incluso cuando estoy en plena lectura de una serie de libros, cambio de registro e intercalo otro autor y otro género cada vez. Lo hago para no saturarme y seguir motivado. Por lo que puedo ver en mi listado, solo me he saltado esta regla durante la lectura de La Rueda del Tiempo. Creo recordar que el primer motivo fue porque la editorial Timun Mas tenía la mala costumbre de cortar los tomos originales más o menos por la mitad (para maximizar beneficios, entiendo, sin importarles que el primer volumen de cada dos terminaba en un punto poco o nada climático) y porque la serie era tan sumamente larga que temía envejecer sin haberla terminado.
  • Libro que empiezo, libro que termino: no sé por qué lo hago, pero es así. No he dejado un solo libro por terminar, aunque algunos me han costado demasiado y sabiendo el poco tiempo que tenemos y todo lo que hay por ahí para disfrutar, seguramente no se trate de la mejor idea. Especialmente sangrante fue el caso de Las aventuras del soldado Svejk, que compré por el grato recuerdo que me dejó la adaptación a serie de TV allá por los años ochenta del siglo pasado, cuando yo era un chaval y esperaba a mi hermano cada fin de semana cuando llegaba a casa los viernes de madrugada del servicio militar. Solo conseguí leer unas diez páginas al día de ese libro, que es un tocho bastante grande. Pero, por otra parte,  cada libro tiene la necesidad de ser leido y hay que respetarla. 
  • No hago relecturas. Antes sí lo hacía. El Señor de los Anillos, El Silmarillion, Caballo de Troya, Crónicas de la Dragonlance, la serie de la Fundación.... todos ellos los leí y releí con avidez, disfrutando cada relectura como si fuera la primera. Desde hace catorce años no he vuelto a hacerlo. Como he dicho antes, hay mucho ahí fuera y muy poco tiempo. 

 



Luego, tengo una serie de manías y costumbres que se han agudizado desde el confinamiento estricto de marzo a mayo de 2020. Desde entonces, siempre que estoy en casa y no de viaje por trabajo, mi rutina nocturna comienza con una cena entre las 21:30 y las 22:00 a la que sigue un capítulo de una serie de TV y la cierra mi lectura diaria, en la cama. De forma casi obsesiva, apago la luz a las 00:00 para dormir unas siete horas y media. 

Durante la semana no juego al ordenador ni a la consola y no leo rol ni comics. Todo eso queda para el fin de semana, en los que vemos una película los sábados por la noche en familia y me acuesto entre las 02:00 y las 03:00. Duermo mucho menos, madrugando para poder jugar un rato hasta que se levanten las niñas. 

Antes leía en papel o tablet. Ahora lo hago en un lector de libros electrónicos. Me distraigo menos porque no tiene conexión a internet. Muchas veces, aunque no siempre, leo con música de fondo y pocas veces con la televisión encendida. También estoy redescubriendo el placer de leer en la calle, con luz natural, sentado en un banco. 

 

 

Los libros electrónicos me han permitido seguir con mi mayor afición sin temor a que las estanterías de mi casa se desplomen por el peso de tanto papel. Solo tengo los más bonitos o los que más me han gustado. El resto los regalo o los dono, nunca los vendo. 

Uno de mis mayores miedos es quedarme ciego. No concibo mi vida a oscuras, sin poder ver las caras de mi familia ni poder leer. 

Pero espero que eso no suceda o que, si está de pasar, pase a edad suficientemente avanzada como para haber podido leer mil quinientos libros más. 

Por lo menos.


domingo, 7 de agosto de 2022

Warhammer JdR

Conocía el universo Warhammer gracias al juego de guerra con miniaturas. Nunca lo jugué y apenas tuve un grupo de arqueros bretonianos y el libro de ejército del Imperio. Me echaba para atrás el dinero que había que invertir para conseguir un ejército decente con el que poder combatir contra perfectos desconocidos y, sobre todo, el tiempo y la maña necesarios para adecentar ese ejército pintando y personalizando las miniaturas. Que si técnica de pincel seco, que si técnica de pincel húmedo, que si color sangre coagulada, que si color vómito, que si imprimación... Incluso me compré un juego de pinturas básicas CITADEL y un spray de pintura blanca de imprimación, además de una lupa para pintar los detalles... Y ahí lo dejé. 

Conocía también los juegos de ordenador, aunque tampoco los jugué. Y me volví un poco loco cuando Total War se encontró con Warhammer, que tampoco jugué. Pero ví los trailers cinemáticos una y otra vez. 

Me atraía su ambientación y su lore, y sabía que también había una versión de JdR. Hace unos meses me compré la (magnífica) edición de Devir y he descubierto aún más, para convertirse en un juego que estoy deseando poder jugar e involucrarme en esa guerra eterna entre el Orden y el Caos que amenaza con desgarrar el mundo de la mano de hordas de pieles verdes, hombres rata y engendros del caos. 

 


Ignoro todo lo que sea anterior a esta edición, así que no sé qué cambios puede haber con ediciones anteriores. 

De ésta, me llama la atención la capacidad de personalización que tenemos para nuestro PJ: hay ocho clases de personaje distintas, cada una de ellas incluyendo otras ocho carreras con cuatro niveles cada una. Las razas disponibles (humanos, enanos, elfos y halflings) están más o menos predispuestas a unas carreras que otras, siendo los humanos los únicos que pueden optar a cualquiera de las sesenta y cuatro opciones disponibles y los elfos silvanos los que se encuentran más restringidos en su elección (pero aún así, siendo muy amplia). 

El sistema de carreras es bastante rígido y cambiar de una carrera a otra cuesta puntos de experiencia (PX) que se van acumulando tras cada aventura y que sirven también para aumentar caracteristicas y habilidades (mayor coste para mayores avances). 

Cada PJ tiene diez características: Habilidad de Armas, Habilidad de Proyectiles, Fuerza, Resistencia, Iniciativa, Agilidad, Destreza, Inteligencia, Voluntad y Empatía. Dependiendo de la carrera elegida, se pondrán avanzar unas y otras no. 

 

 

Además, cada PJ tiene un estatus (bronce, plata, oro) con tres niveles cada uno, que aportarán modificadores a la interacción además de cierta riqueza al trasfondo.  

Las habilidades disponibles dependen de una característica y pueden avanzarse también al coste de pagar PX. Los talentos otorgan rasgos únicos a los personajes en forma de bonificadores o penalizadores. 

El sistema de juego es muy parecido al porcentual de Runequest o La llamada de Cthulhu. Tiras 1d100, lo modificas según lo indicado por el DM y compruebas si es un éxito o un fracaso. Una tirada de 01 a 05 es siempre un éxito y de 96 a 100 siempre fracasa. Lo que es original en Warhammer es que hay chequeos en los que se mide el grado de éxito (o fracaso) de la tirada. Este grado se determina restando las decenas de la tirada a las decenas del objetivo; el resultado puede estar entre +6 (exito asombroso) y -6 (fracaso estrepitoso). 

El combate es similar también a otros juegos: se determina la sorpresa o no de los involucrados, se declaran las acciones por orden de iniciativa y se resuelven. En combate, los impactos se asignan a las ubicaciones (cabeza, brazos, cuerpo y piernas). El daño es el del arma más el nivel de éxito y se resta el resultado de las Heridas que posee el PJ (restando protecciones). 

 

 

Es un combate muy táctico, con movimientos, acciones disponbles, estados como resultado (envenenado, quebrantado, cegado, etc.), críticos, pifias, heridas críticas.... Warhammer me parece un juego en el que las cicatrices y las amputaciones están a la orden del día... 

Tenemos magia clerical y magia de hechicería, con el sistema de vientos de magia. Tenemos ocho saberes (escuelas o especializaciones de magia) y el lanzamiento de conjuros no es automático, sino que requiere una tirada en la que hay que alcanzar con éxitos el nivel del conjuro deseado.

El manual se completa con una sección para el director de juego, otra de ambientación, un pequeño bestiario y otros apartados que dan profundidad al juego. 

El manual tiene una calidad excepcional: tapa dura,buen papel, ilustraciones de calidad y a todo color, una buena maquetación... es un lujo y vale cada euro que cuesta. Me encanta sobre todo ese sabor a la vieja Europa de las guerras de religión del siglo XVII, en la que las tierras del Sacro Imperio eran desgarradas por las partidas de soldados y mercenarios errantes en busca de sangre y botín. 

Para escribir esta entrada he vuelto a hojear el libro y he vuelto a tener ese picorcillo en la mano de los dados que invita a partida. Tanto me gustó que me he pillado dos aventuras, para cuando toque. Hecho de menos, no obstante, algo más de material, sobre todo un Bestiario en condiciones (por lo menos en mi tienda de cabecera no lo he encontrado).

Vamos que, sobre el papel, Warhammer es una pasada. Una pena no haberlo descubierto hace unos años.