domingo, 26 de septiembre de 2021

Ha nacido una estrella

A la película de Bradley Cooper y Lady Gaga la pusieron por las nubes, en su día. Había nacido una estrella gracias a Ha nacido una estrella. Vamos, que habíamos tenido suerte de que Lady Gaga hubiese decidido dedicarse a esto del cine y no sabíamos lo que nos estábamos perdiendo hasta ahora.  

Psé.

A ver, la película no está mal, pero está muy lejos delo que dicen, me parece. 

Bradley y Lady Gaga
 

Un cantante estrella, tan cargado de talento como de problemas, conoce y da una oportunidad a una chica con gran talento, pero que aún no ha tenido la suerte de darse a conocer. Así que decide acogerla bajo su brazo y, mediante su influencia, ayudarla a labrarse una carrera. 

La relación pronto se convierte en algo más que profesional, pero los problemas de él no tardarán en echarla a pique, provocando la separación de la pareja y el hundimiento de la carrera de él mientras la de ella se dispara como un cohete. 

Barbara y Kris
 

No obstante, donde hubo fuego suelen quedar brasas, así que retoman la relación una vez que él se da cuenta de lo que está a punto de perder para siempre, incluyendo escena lacrimógena en la que él se sube al escenario por sorpresa y se incorpora cuando ella acomente "su" canción. 

Pues eso, que a mí me pareció un poco sosa, incluso aburrida por momentos. Es más, se trata de una pelicula manifiestamente poco original, porque se trata de la cuarta versión. Sí, la cuarta, yo también he quedado sorprendido cuando lo he visto. 

Judy y James
 

Sabía de una versión de los setenta con Barbara Streisand y Kris Kristoferson, pero desconocía las dos anteriores: una de los años 50 con James Mason y Judy Garland; y la versión original de los años treinta. Cada una de estas versiones tienen pequeñas variaciones entre sí, pero giran en torno al mismo eje común. 

El pretendido descubrimiento de Lady Gaga como estrella del cine no ha tenido continuación, desconozco si motivado por la agenda de la cantante o porque realmente no ha habido tal descubrimiento. Vale que hace supersonaje bastante creíble, pero no sé yo si podemos hablar de estrella, ni siquiera en ciernes. De hecho, durante algunas fases de la película, Lady Gaga me recordaba con bastante potencia a Madona en el videoclip Papa don´t preach.  

 

Janet y Friedric
 

El que la quiera ver, adelante con ello. Tanta gente en  imdb (un excesivo 7,6 a fecha de hoy) no puede estar equivocado. Sobrevalorada, diría yo.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Vikingos (T6)

Acabó la historia que comenzó con un personaje tan carismático como Ragnar Lothbrok y terminó con otro tanto o más que él, su hijo Ivar sin huesos. Atrás quedan otros muchos personajes que nos hicieron vibrar: Rollo, Lagertha, Harald cabello hermoso, Bjorn piel de hierro o Floki.

En esta sexta temporada, como siempre divida en dos grupos de diez capítulos cada uno, entran en escena los rus, antiguos vikingos asentados en Kiev y Novgorod, que han abandonado a los dioses paganos y se han convertido al cristianismo. Hasta allí escapa Ivar tras su derrota en Kattegatt y se encuentra con Oleg, príncipe regente que se convetirá en la horma de su zapato, al menos por un tiempo.Poco después, su hermano Hvitserk le seguirá en el exilio. 

Con los rus forjará una alianza, si bien un poco desigual. Los rus le acompañarán en su campaña de conquista a cambio de convertirse en un rey vasallo. No, las cosas no le van demasiado bien a Ivar en Kiev, aunque por otro lado parece que su personalidad se dulcifica gracias a la relación de amistad que mantiene con el príncipe heredero, apenas un niño dominado por Oleg, su despiadado tío que maneja los hilos en su  nombre.

 


Mientras tanto, en Noruega se realiza una votación para elegir rey. Todo parece indicar que será Bjorn, hijo mayor de Ragnar, pero saltará la sorpresa cuando el elegido sea Harald. Sin embargo, poco tiempo durará su triunfo cuando vean aparecer a los rus, precedidos por las noticias de saqueos, sangre y fuego de los lugares que van arrasando en su camino a Kattegat. 

El otro hijo de Ragnar, Ubbe, viaja a Islandia cansado de una vida tranquila y buscando nuevas aventuras. Una vez allí, al no encontrar a Floki, corre en busca de una tierra de oro que descubrió por casualidad un tal Othere, viajero que tiene un interesante pasado. Tras una breve estancia en la inhóspita Groenlandia, alcanza de una vez el norte de América, donde funda una colonia y se encuentra con los nativos y con un viejo amigo. 

Finalmente Ivar vuelve a su patria, donde junto a su hermano Hvitzerk y el rey Harald, arenga al pueblo para retomar la guerra contra Wessex y su rey, Alfredo. Allí librará varias batallas y encontrará su destino. 

 

Esta sexta temporada de Vikingos es bastante buena, a pesar del tiempo pasado entre la emisión de la primera tanda de capítulos y de la segunda. Está salpicada de momentos épicos de casi todos los personajes, como la última carga de Bjorn o la batalla de Ivar. Además, retoma una cosa que a mí me encanta: oir hablar a los personajes en sajón o nórdico antiguos. 

Por poner un pero, la última tanda peca bastante de precipitación: querer contar muchas cosas en demasiado poco tiempo, lo que da una sensación de atropello. La trama que me parece que peor lleva estas prisas es la del viaje de Ubbe desde Islandia hasta llegar a América. Tiene algo de irreal. 

 

Un romano con los vikingos
 

El balance final de la serie es muy bueno. La verdad es que la desaparicion de Ragnar me hizo temer que la cosa se iba al garete tras la cuarta temporada, pero ha sabido remontar y reinventarse, poniendo el foco en personajes que iban adquiriendo una personalidad profunda. 

Vikingos es un fenómeno televisivo de los últimos tiempos. Seguro que no está a la altura de series de culto que también han surgido en estos años, pero por lo menos es una serie entretenida que ha sabido poner fin a su periplo sin que sean los espectadores los que lo pidan. No me imagino nada peor que eso. 


sábado, 11 de septiembre de 2021

¿Dónde estabas, hace veinte años?

Veinte años son casi media vida, para algunos. En cualquier caso es un tiempo ya apreciable para poder ver las cosas en perspectiva.

El 11 de setiembre de 2001 yo estaba bastante nervioso. Tenía un billete en el tren nocturno que me llevaría desde Gijón a Madrid, a la primera entrevista de trabajo en la que hoy es mi empresa. Pensaba comer y echarme una buena siesta, pues nunca había cogido ese tren y no sabía si iba a poder dormir. Además, no cogí compartimento, sino asiento y no estaba seguro de si iba a poder descansar.

Comiendo en la cocina, como siempre, teníamos el telediario en la tele de la salita, como siempre. Allí estaba el gran Matías Prats, hablando con voz de susto. Dejé de comer y me puse a mirar la pantalla: vi en directo, como medio mundo, el impacto del segundo avión y la bola de fuego que lo siguió. 

Aquello no era un accidente, sino algo premeditado. El mundo cambió y no ha vuelto a ser el mismo desde entonces. Recuerdo escuchar la radio en el tren y el debate en tiempo real que estaba decidiendo si se iba a disputar la jornada de Champions League (el 11 de setiembre de 2001 fue martes). 

A los niños de hoy, hay que explicarles lo bonito
que era este skyline

 

Pocas semanas después, ya habiendo superado una segunda entrevista y el proceso de selección, y mudado a vivir a Madrid, el mundo siguió cambiando. Estados Unidos invadió Afganistán a principios de octubre, el mismo día en que yo estaba pasando el reconocimiento médico. 

Ahora, veinte años después, Estados Unidos y todos los países occidentales aún presentes, han evacuado el país y los talibanes han vuelto a tomar el control y apoderarse del gobierno. 

Veinte años, cientos de muertos occidentales y miles de muertos afganos después, hemos vuelto al punto de partida, pero con China y Rusia habiendo adelantado por la derecha a estadounidenses y europeos, tomando ventaja en una negociación con el gobierno de un país que solo tiene piedras, arena, ganado y algunos de los componentes más raros y necesarios para la economía moderna. 

En la memoria queda un día que cambió por completo a la hora de comer; un viaje en tren más propio del siglo XIX, que incluía una parada de varias horas en Venta de Baños durante la que se desenganchaba nuestra máquina y los vagones (sin electricidad, aire acondicionado o calefacción) esperaban a que llegara el tren de Irún que los recogía y llevaba a Chamartín; un cambio de ropa y afeitado en los baños de la estación y una entrevista de trabajo. 

Aquél viaje fue uno de los más tristes de mi vida, si no el que más. Y aquél martes se grabó para siempre en la memoria. Luego vinieron otras jornadas impactantes, pero el 11-S cambió la faz de la capital del mundo y creo que solo se puede comparar con el 11-M, por cercanía.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Dilvish, el maldito

Un héroe salva  un reino de un mal extremo. Su nombre se corea con una mezcla de admiración y alivio. Pero no se vuelve a saber de él. Comienzan a circular las historias que dicen que el enemigo derrotado, despechado por no poder conquistar el reino ni derrotar al héroe, ha lanzado una maldición y le ha hecho desaparecer de la faz de la tierra para, mientras tanto, recuperar su poder y contraatacar. 

Así Dilvish se ve convertido en una estatua de piedra durante el instante supremo del combate. Pasa siglos en esa forma, aún vivo, su cuerpo y su alma sustentados por la misma magia de la maldición. Su mente vaga sin rumbo, recordando, siempre recordando. 

 

 

Hasta que, un día cualquiera, la magia falla y Dilvish vuelve a la vida. 

Desorientado, ha pasado demasiado tiempo desde que caminó por última vez bajo el sol. Tiene que adaptarse, que aceptar su nueva situación. Mientras tanto, acompañado por un enigmático caballo parlante de metal, el rumor de sus nuevas hazañas le preceden. Algunos han perdido la memoria de quién fue. Otros todavía recuerdan a Dilvish, el maldito. 

Roger Zelazny nos cuenta las historias del héroe en dos volúmenes: Dilvish, el maldito y La tierra cambiante. Cada uno de ellos se compone de varios cuentos cortos, en los que Dilvish y su montura mágica deben enfrentarse a enemigos de lo más variopinto: brujos, espíritus, vampiros, fortalezas mágicas... De manera invariable acaban venciendo las dificultades que se les ponen por delante, mientras se va acercando un nuevo enfrentamiento con su némesis. 

Confieso que no conocía ni al autor ni al personaje, más que por el nombre y alguna referencia aquí y allá. Por eso me enfrenté a la lectura con un poco de prevención. No será la primera vez que un clásico me decepciona más allá de toda recuperación. 

 

El autor, meditando intensamente

 

En cambio, he leído las aventuras de Dilvish con interés. Sin duda, el reducido tamaño de los dos libros, así como el formato de cuentos, escritos todos ellos entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado. 

Vale, no es una maravilla literaria. Incluso en ocasiones se aturulla demasiado y hay bastantes tópicos del género, pero creo que se trata de un personaje y un autor que merece la pena conocer como parte del fundamento de la fantasía y de la literatura de espada y brujería. 


lunes, 6 de septiembre de 2021

El hombre que calculaba

Hace ya muchos años, tantos ya que no merece la pena recordarlos cuando yo era poco más que un crío, me contaba mi hermano historias de El hombre que calculaba, un prodigio de las matemáticas que parecía hacer magia con los números. 

Aquellas historias de proezas matemáticas se quedaron en mi cabeza para siempre, adormecidas, pero esperando cualquier resquicio para abrirse paso hasta mi mente consciente y rascar allí pidiendo atención. 

No ha sido hasta ahora (bueno, en realidad hace ya algo más de un año), que no vi la ocasión de acercarme al libro del que mi hermano sacaba estas cosas. El resultado fue el esperado: me encontré ante una deliciosa historieta, la de un pastor que se hace famoso resolviendo difíciles y en apariencia imposibles dilemas de lógica y matemáticas. Su fama crecerá a medida que personajes cada vez más ricos e influyentes se acerquen a él en busca de respuestas (como por ejemplo dividir treinta y cinco camellos entre tres hermanos). 

 



Siempre prudente, siempre modesto, el hombre que calculaba alcanzará el amor, desponsando a la hija de un poderoso jeque y al mismo tiempo su antigua alumna de matemáticas. 

Se trata de un librito pequeño, con la estructura de los cuentos de hadas y que nos lleva a escenarios exóticos para la época en la que fue escrito, rememorando la gran fama de persas y de árabes como grandes impulsores de las matemáticas modernas. 

El hombre que calculaba fue escrito en 1938 y publicado en Brasil. Lo firma Malba Tahan, nombre que también rememora pasajes exóticos y que resulta ser el seudónimo de Julio César de Mello y Souza, profesor de matemáticas brasileño que, según Wikipedia, tiene en su haber 69 libros de cuentos y 51 de matemáticas, obra de la que se vendieron más de dos millones de ejemplares allá por 1995. 

No es algo nuevo lo de hacer ver que el verdadero autor de un libro o relato es un personaje pseudohistórico. Ahí está el Ibn Fadlan de Devoradores de cadáveres (Michael Crichton) o, más cutre y patrio, el mayor estadounidense cuyos diarios dieron forma a Caballo de Troya (de mi otrora admirado J.J. Benítez). Parece ser que don Julio obtuvo lo que deseaba, que no era otra cosa que llamar la atención sobre su obra. 

 

Gracias, don Julio - Malba Tahan

 

El lector no se arrepentirá de pasar las páginas de El hombre que calculaba. Yo lo disfruté como un niño, pensando con antelación en posibles soluciones que por supuesto no encontraba, para luego abrir la boca sorprendido por la sencillez y la elegancia de las demostraciones del pastor. 

Vale, es posible que muchas de estas soluciones no sean aplicables en la vida real más allá de la aplicación teórica de los fundamentos matemáticos más sencillos, pero no es menos cierto que El hombre que calculaba es una maravillosa forma de dar a conocer estos fundamentos a los adolescentes, muchas veces poco preocupados cuando no intimidados por la materia.

 A mí, como digo, me encantó y me permitió volver por un rato a diversos momentos de mi niñez.