domingo, 26 de enero de 2020

Los hijos del capitán Grant

Cuando Lord Glenarvan encuentra un mensaje en una botella en el estómago de un tiburón martillo, se desencadena una epopeya humana narrada en el clásico de Julio Verne, Los hijos del capitán Grant. Este, al mando del bergantín Britannia, ha desaparecido hace ya un par de años y todos le dan por muerto, salvo sus hijos Roberto y María. 

Ese mensaje, escrito en varios idiomas, se ha perdido en parte. Afortunadamente se conservan partes distintas en cada idioma, por lo que se consigue realizar una razonable reconstrucción, aunque no lo suficiente como para determinar la localización exacta del capitán y los posibles supervivientes. Lo más que se consigue saber con seguridad es que se encuentran en algún punto del paralelo 37 sur.  

Mitica edición ilustrada de Bruguera

Entonces, movido por un impulso de bondad, Lord Glenarvan y su esposa Lady Helena, responden a la petición de los jóvenes y se embarcan en su barco de recreo, el Duncan, prometiendo no descansar hasta haberle encontrado vivo o sus restos para ser repatriado. 

Comienzan entonces las peripecias que les llevarán por distintos puntos remotos del globo por aquel entonces. 

La primera parada será el sur de América, Argentina y la Patagonia Chilena. Es en esta fase donde se une a la expedición Jacques Paganel, el inevitable ciudadano francés que nunca puede faltar en una novela de Julio Verne y por boca del cual el autor habla y transmite al lector sus vastos conocimientos de geografía, botánica, zoología y lo que se tercie. 



Muchas peripecias después, la expedición se traslada a la remota Australia para continuar su infructuosa búsqueda. En esta tierra topan con desalmados bandidos y amotinados, pero por desgracia no consiguen tampoco encontrar al buen capitán. 

Finalmente se trasladan al inmenso Océano Pacífico con su innumerable rosario de islas, muchas de ellas apenas dignas de tal nombre y deshabitadas. Es en una de ellas donde se produce el ansiado reencuentro. 

Digamos que Los hijos del capitán Grant es un clásico entre los clásicos de aventuras, pero que igual que me ha pasado con otros títulos del venerado autor, en algunos pasajes se me ha hecho ciertamente soporífero. 



Peca además de algo que no es exclusivo de Verne, sino que también podemos encontrar en otros ejemplos de literatura similar de la época: el contraste radical entre los protagonistas, espejo de todas las virtudes dignas de admiración en un ser humano, y sus antagonistas, que por el contrario pecan de todas las flaquezas del mismo ser humano. Supongo que cuando el lector es un adolescente, esto ayuda a que se identifique con los protagonistas con el añadido de que de esta forma también se ayuda a construir el espíritu del futuro hombre o mujer en el que se convertirá y que deberá ser provechoso para la sociedad. Pero cuando el lector ya está bastante entrado en años, como es mi caso, no ayuda demasiado a este propósito de identificación y, en muchas ocasiones, chirría un poco. 

Habría que añadir algunos pasajes que hoy no serían políticamente correctos, puesto que ponen de manifiesto la superioridad del hombre blanco en general y del europeo en particular sobre los habitantes de otras zonas menos favorecidas del globo terráqueo. No debemos sin embargo juzgar esots pasajes con nuestros ojos de hoy en día, lo que no seria justo, sino alegrarnos de que ciertas actitudes ya hayan pasado a la historia. O quizá no, bien mirado.... 

Por supuesto también ha sido adaptada al cine

 Podría también decir que es difícil para esta obra permanecer viva en el tiempo. Las aventuras y pasajes que narra están hoy ampliamente superados en un lector de género que mira cada vez más lejos en el Universo y para el que las fronteras más remotas y los parajes más inhóspitos no se encuentran en este planeta sino, cada vez más, fuera de él.

Pues eso, Los hijos del capitán Grant es un ejemplo bastante típico y tópico de la literatura verniana, con las virtudes y defectos que hicieron a su autor mundialmente famoso en su tiempo e inmortal en el recuerdo de geneneraciones de lectores. Aunque sea también cierto que leerlo por primera vez a mis años hacen inevitable una cierta decepción y desmitificación.

domingo, 19 de enero de 2020

¡Wakanda por siempre!

Ojo al dato.

Black Panther fue nominada al Oscar a la mejor película, marcando un hito en el cine de superhéroes al conseguir algo que ninguna película anterior ni, de momento, ninguna de las anteriores ha podido lograr. 

¿Quiere decir algo eso? Probablemente que en la Academia se hayan fumado algo, o que la cosecha del año fue escasita en buenas películas. O, a lo mejor, un poco de todo. A ver, Black Panther está apañada, pero tampoco es una maravilla. Ni siquiera creo que se pueda considerar la mejor película del Universo Cinematográfico Marvel. Supongo que en estos tiempos de buenismo y corrección política, se ha querido premiar a una cinta en la que la mayor parte del elenco protagonista es negra y que los personajes blancos dan la paradójica nota de color. 



La verdad es que la película es espectacular desde el punto de vista visual, mezclando el siempre fascinante escenario natural que es África con una ciudad de Wakanda futurista más propia de una ópera espacial. 

El argumento es algo menos original, con la ya sabida historia de ascenso, caída y redención del héroe, un desarrollo que ha triunfado tantas y tantas veces. No tiene nada especial, dejando un recuerdo agradable, pero efímero en los detalles, en el cerebro. 

Ya sabemos que, en los comics, Pantera Negra es el alter ego de T´Challa, soberano de la nación imaginaria de Wakanda, un país de gran prosperidad porque es el único en el mundo que dispone de vetas de vibranium proveniente de un gran meteorito de este metal que se estrelló allí en tiempos inmemoriales. 



Pantera Negra es el último de un linaje de soberanos sabios que han sabido invertir los beneficios de la explotación del vibranium en incrementar el nivel de vida de su nación al mismo tiempo que la escondía de los ojos codiciosos. Hoy en día, Wakanda es quizá la nación más poderosa de la Tierra y sería capaz de armar un gigantesco imperio si lo pretendiera. 

Además, Pantera Negra es, o ha sido, miembro de los Vengadores, los héroes más poderosos del planeta. Y, aunque es menos sabido, es miembro de los Illuminati (junto al Dr. Extraño, Charles Xavier, Reed Richards, Tony Stark y Namor), que mueven hilos en las sombras decidiendo el destino de muchos. 

Poco más hay que decir del personaje y menos de la película, salvo que está trufada de pequeños papelitos de grandes actores, como Forest Whitaker, Angela Basset o Martin Freeman. 

Los villanos son, en esta ocasión, Killmonger (encarnado por Michael B. Jordan, también conocido por ser Adonis Creed en la eterna saga de Rocky) y Ulises Klaue (Andy Serkis, esta vez al natural). 



En imdb tiene una nota hoy de 7,3. Yo le daría quizá un poco menos. Como he dicho ya, agradable aunque fácilmente olvidable.

domingo, 12 de enero de 2020

Asterix y el secreto de la poción mágica

Asterix es uno de los hitos de los tebeos europeos, traducido a multitud de idiomas incluyendo el latín o el bable y que suman ya 38 álbumes. 

He pasado grandes momentos leyéndolos, descubriendo nuevos detalles en cada relectura y riéndome con ganas. Casi, casi, como leyendo un Mortadelo. Asterix es un personaje que no pasa de moda y, por lo que parece, los herederos de Goscinny y Uderzo han logrado una transición adecuada que asegure la longevidad de la colección. 



En Francia es un mito nacional, con un parque temático incluido. Además de que se han adaptado sus aventuras al cine en repetidas ocasiones, incluyendo grandes superproducciones en las que aparecen Gerard Depardieu, Christian Clavier, Alain Delon, Roberto Begnini o Monica Bellucci. 

¡Qué nariz!

La última adaptación es esta película de 2019, animada digitalmente y que tuve ocasión de ver en pantalla grande. 

Confieso que iba sin grandes expectativas. La elegimos como el mal menor para el cumpleaños de mi hija mayor y resultó ser una grata sorpresa. Una historia interesante, un villano solvente y risas aseguradas. 

La idea es que el druida Panorámix, después de un accidente que pone en riesgo su vida, decide que es la hora de transmitir la receta de la poción mágica que otorga fuerza sobrehumana y asegurar la supervivencia de la aldea. Como todos sabemos, la receta de la poción mágica solo se transmite de boca de druida a oido de druida, así que con la ayuda de Astérix y Obélix, Panorámix se embarca en la búsqueda de su sucesor por toda la Galia. 



Mientras tanto, el malvado Sulfurix tratará de hacerse con el secreto para venderlo al mejor postor y, de paso, vengarse de Panorámix. 

Asterix y el secreto de la poción mágica tiene todo lo que se puede esperar en una película de Astérix. Mejores o peores, todas tienen momentos para la risa y no defraudan a los aficionados al personaje. Aunque en este caso el peso de la historia no recaiga sobre él ni sobre las fornidas espaldas de cierto tallador de menhires. 

Entretenida.

miércoles, 8 de enero de 2020

La casa de papel (T1 a T3)

Confieso que retrasé mucho el visionado de esta serie solo por ser española. Prejuicios.Y eso a pesar de las buenas críticas que iba oyendo y de haber sido testigo del éxito que fue en Alemania, donde no paraba de ver carteles que anunciaban Das Haus des Geldes

Al final claudiqué y me vi las tres temporadas que hay actualmente de la serie, con una diferencia fundamental: las dos primeras fueron emitidas por A3TV y cada capítulo dura más de una hora. La tercera temporada la ha emitido NETFLIX y los capítulos se reducen a poco más de 40 minutos. O sea, de 25 a 30 minutos menos por capítulo.

¿Qué mira usted, caballero?


La temática también cambia, más o menos... Si en la primera y segunda temporadas los miembros de la banda de El Profesor se dedican a imprimir billetes en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en la tercera temporada se encierran en el Banco de España a fundir oro.

La serie ya impacta desde el inicio, con esa intro y esa canción (My life is going on, de Cecilia Krull) que se han convertido en icono e himno de la televisión española. Y los atracadores con la careta de Dalí, que también se ha convertido en un elemento imprescindible.

A partir de ahí, un ritmo frenético y, sobre todo, un grupo de personajes de categoría: El Profesor, Helsinki, Moscú, Denver, Nairobi, Berlín, Arturito, Mónica Gaztambide, la inspectora... Todo acompañado por un guión en el que El Profesor, el cerebro del golpe, parece tener todo bajo control e ir dos o tres pasos por delante de la policía.

Berlin, el original


Parece.

Porque pronto la cosa se complica, tanto dentro como fuera, dando paso a una serie a veces atropellad, pero siempre capaz de poner un nudo en el estómago y acabar cada capítulo con un clímax que te hace desear ver el siguiente.

Todo lo anterior vale para las dos primeras temporadas, porque la tercera es bastante más floja. No sé si porque la duración de los capítulos es más limitada y los momentos climáticos son menos climáticos. O porque se han perdido por el camino algunos personajes importantes como Moscú o Berlín y los que los sustituyen distan mucho de tener su carisma (asumámoslo, Palermo no le llega a Berlín ni a la suela de los zapatos). O porque la fórmula ya está vista y resulta más complicado sorprender y mantener engachado al espectador. O, quizá, por una conjunción de todos estos factores a la vez.

Vale, entretiene, pero no es lo mismo.

Palermo, la copia


Hasta ahora no he hablado ni de Rio ni de Tokyo. De Río porque es un pagafantas que no me produce empatía. De Tokio, porque no la aguanto. Lo mismo me pasa con Carrie, de Homeland, que se bastó sola para alejarme de la serie.

La tercera temporada a terminado con un clímax muy climático, hay que reconocerlo. Solo por eso, quizá merezca la  pena ver al menos el inicio de la cuarta. 

sábado, 4 de enero de 2020

Las vueltas que da la vida

Hay que ver las vueltas que da la vida. 



Cuando empecé con mi afición por los juegos de rol, allá por 1991, comprar un manual era fruto de la fuerza de voluntad necesaria para ir ahorrando poco a poco el dinero necesario. Normalmente uno del grupo lo compraba, lo que automáticamente suponía su ascenso a máster, y el resto del grupo lo gorroneaba y lo manoseaba en las sesiones de juego. Esto, con suerte.

Las más de las veces lo que hacíamos era jugar con fotocopias de fotocopias, tanto que a veces resultaban ilegibles. Hay que entendernos, por aquellas fechas los derechos de autor no estaban tan mirados y era habitual irte a la copistería de confianza y fotocopiar un libro entero, ya fuera el MERP o el de Ecuaciones Diferenciales de 2º de carrera.

Hasta la compra de los dados se convertía en una ocasión especial: había que elegir cuidadosamente el color, y asegurarnos de que las cifras fueran legibles en todos ellos. El desembolso económico por un juego de dados normal, suponía también un porcentaje importante de nuestra paga semanal. 

Lo que faltaba en material lo suplíamos en ilusión, amigos y tiempo. Ibamos sobrados de todo, tanto que mi grupo de juego lo formábamos siete personas, que nos reuníamos todos los domingos por al tarde en casa de uno de nosotros (siempre el mismo, el pobre). Las conversaciones duraban toda la semana; a veces, las discusiones también. Incluso jugamos unas cuantas sesiones tipo maratón, o más bien hasta que el cuerpo aguante.... Eran buenos tiempos. 

Hoy, casi tres décadas después, no tengo problemas en comprar manuales a pesar de que están a precio de oro. De cuarenta a cincuenta euros de vellón, cada uno de ellos. Tengo más manuales de los que nunca pensé que sería posible. Tengo manuales de juegos a los que no he jugado nunca ni, por desgracia, llegaré a jugar. Afortunadamente me lo puedo permitir. 

Lo que me falta son tiempo y amigos. Bueno, sobre todo me falta tiempo.

Nuestro grupo de juego lo formamos ahora cuatro personas, que nos reunimos más o menos una vez al mes excepto en los meses de verano (esta es una costumbre que arrastramos de los buenos tiempos). O sea, que disfrutamos de nuestra afición alrededor de 40 horas... al año... Familia, trabajo... de repente todo se convierte en muy complicado.

Por un lado me alegro de seguir cumpliendo años y mantener una afición como esta. Por otro lado a veces, solo a veces, me da mucha pena recordando lo que fuimos y viendo lo que somos. Y, otras veces, me da por pensar cosas como la que ha dado sentido a esta entrada: que la vida cambia y evoluciona, que esto no es bueno ni malo de por sí, sino que hay que aceptarlo y disfrutando de lo que hay en cada momento. 

Ahora mismo tengo un cosquilleo en la mano de los dados...