sábado, 31 de octubre de 2020

Cánticos de la lejana Tierra

Cánticos de la lejana Tierra es una interesante obra de ciencia ficción del autor clásico Arthur C. Clarke, algunas de cuyas obras ya he comentado por aquí. Esta que nos ocupa hoy trata de la exploración y colonización del espacio por la raza humana, después de que una catástrofe solar arrasara con todo el sistema.

Un día la nave Magallanes, con un millón de colonos criogenizados a bordo, llega a la órbita del planeta Thalassa, fruto de uno de las primeras oleadas colonizadoras desde la Tierra, aunque en lugar de criogenizados, los futuros habitantes fueron creados mediante ADN codificado y luego educados por máquinas en un entorno libre de prejuicios. 

 

El libro

 

Por eso la sociedad de Thalassa, un planeta cubierto por agua en casi la totalidad de su superficie, en la que vive un pequeño número de colonos, es bastane diferente a la de sus visitantes. Guarda cierto parecido con la sociedad hawaiiana del siglo XX, liberal, igualitaria y aparentemente despreocupada. 

Necesitada de reparaciones, la nave Magallanes despierta a un cierto número de tripulantes necesario para llevar a cabo los trabajos. Estos tripulantes bajan a Thalassa y se dan de bruces con esa cultura y comprueban el contraste con la suya propia, más jerarquizada y tradicional. 

A pesar de los prejuicios y lógicas precauciones de ambos grupos, no dejan de pertenecer a la misma especie y pronto aprenderán a colaborar y aprender unos de otros, hasta que la Magallanes, no sin cierto alivio de los thalassanos, parte hacia su destino. 

Como novela, Cánticos de la lejana Tierra es más amena que, por ejemplo, Cita con Rama, pues no tiene tanta carga teórica como ésta, cuyo interés se centra en la descripción del objeto en sí, más que en los personajes. No obstante, Cánticos de la lejana Tierra  tampoco es una novela en la que los personajes sean el centro, siendo poco más que perfiles y arquetipos. 

 

Otra vez el libro

 

Me queda mucho por leer de Clarke, pero hasta ahora me da la sensación de que en su obra priman las historias sobre los personajes, lo que tampoco es demasiado nuevo en autores de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, aunque la novela de Clarke se publicara en una fecha tan tardía como 1986.

El interés de esta novela se basa en los problemas y dificultades de un encuentro de civilizaciones interestelares, aunque en este caso, con la misma raíz a pesar de que se hubieran separado del tronco común muchos años antes. 

El disco

 

Para el aficionado menos fanático, Cánticos de la lejana Tierra fue fuente de inspiración para el album homónimo del gran Mike Oldfield. De hecho, yo he visitado el libro gracias a conocer y disfrutar del disco.

Lo dicho, entretenida y recomendable para los aficionados a la ciencia ficción clásica, aunque seguramente se pueda encontrar un puñado de obras más destacables que esta. 


Clarke


domingo, 25 de octubre de 2020

Chernobyl

En 1986 saltaron todas las alarmas en Europa cuando una estación en Suecia detectó altos contenidos de radiación en la atmósfera. Pronto el mundo descubrió que en la Unión Soviética había sucedido un accidente en una de sus muchas centrales nucleares, en concreto en la de Chernobyl. Como práctica habitual en todas las épocas cuando está en medio un gobierno autoritario (y alguno que se autoproclama adalid de la Democracia) los hechos permanecieron ocultos tras una red de mentiras y medias verdades que tardaron décadas en ser desenmarañadas. 

 



En resumen, un fallo humano durante el transcurso de una pruebas realizadas en un tiempo poco habitual, deriva en el calentamiento del reactor hasta un punto de no retorno que provocó una explosión tan potente que lanzó por los aires la cobertura de grafito y reventó la cubierta protectora del reactor.

Las autoridades locales tardaron un tiempo precioso en actuar y en avisar a la población, causando un daño irreparable a largo plazo. Los bomberos, que fueron los primeros que se encontraron con todo el pastel, sufrieron graves daños y quemaduras como consecuencia de la radiación por contacto con los fragmentos de grafito que rodeaban la instalación. Los habitantes de la localidad cercana sufrió también graves enfermedades de evolución lenta, debido a la radiación recibida mientras observaban desde la distancia, asomados a un puente, las llamas del incendio de la central. 

La sala de control, hoy destino turístico

 

A partir de entonces, todo fue una huida hacia adelante. Mientras el régimen trataba de minimizar los efectos, se producía una carrera frenética para solucionar los riesgos más urgentes y cubrir todo el reactor con un gran sarcófago de hormigón, el equivalente nuclear a barrer debajo de la alfombra. 

Un ejército de liquidadores trabajó sin descanso para contener el desastre, con un potencial destructivo como no se había visto en época de paz. Muchos de ellos murieron años después, víctimas del cáncer. Trabajaron en condiciones extremas (imposible olvidar al grupo que se adentró en la central, con agua radiactiva hasta las rodillas, con la misión de abrir las válvulas que permitieran desaguar; por raro que pueda parecer, sobrevivieron), como la limpieza de escombros de una azotea en la que podían estar trabajando apenas unos segundos sin riesgo a recibir una dosis mortal de radiación. 

 

Scherbina (i) y Legasov (d)
 

El mundo nunca agradecerá suficiente a este ejército de voluntarios o involuntarios. La Madre Patria les pagó con unos rublos y una medalla, de las más bonitas que he podido ver: una gota de sangre por la que cruzan las trayectorias de las partículas radiactivas alfa, beta y gamma. Tengo la suerte de tener una en mi casa, probablemente falsa, pero sirve de recordatorio. 

¿Es o no bonita?

La serie de HBO, con apenas cinco capítulos, muestra los entresijos técnicos y políticos del momento. Con una estética soviética y unas actuaciones grandiosas de prácticamente todo el elenco, pero sobre todo de Jared Harris (el miembro del comité de investigación, Valery Legasov) y de Stellan Skarsgard (vicepresidente del consejo de ministros en aquel tiempo, Boris Scherbina). Me es imposible no acordarme de aquella maravilla que fue The americans

No obstante, Chernobyl no es la historia de Legasov y Scherbina, sino de todos y cada uno de los que allí trabajaron y, muchos de ellos, murieron. El elenco de secundarios es también sublime: Paul Ritter consigue ser odioso en el papel de Dyatlov, el verdadero culpable de la catástrofe.

Aparentemente sencilla, Chernobyl tiene la capacidad de mantener al espectador pegado a la silla y queriendo más al final de cada capítulo. Pocas veces he visto una serie con esa capacidad. Evidentemente no soy el único: hoy puntua 9,4 en imdb. 

Absolutamente recomendable para estas tardes de otoño - invierno que están por venir.


domingo, 18 de octubre de 2020

Horizontes de grandeza

 Horizontes de grandeza es un clásico del cine del oeste, como llamábamos los niños del siglo pasado a las películas que ponían los sábados en Sesión de Tarde de La1 (la que había, vamos) y que luego representábamos con los clicks de famobil. 

Aunque la he visto varias veces, la verdad es que no la recordaba como recuerdo otras, hasta que la volví a ver hace unos meses y redescubrí esta joya de William Wyler. 

El capitán (de barco) James McKay llega del Este para encontrarse con su prometida Patricia, hija del mayor Terrill. Desde el principio, con la llegada de la diligencia de McKay, nos damos de bruces con la realidad de la diferencia tremenda entre el refinado y culto Este con los territorios inmensos de la gran llanura de los territorios de frontera, el Oeste de toda la vida. 

 


El culto y tranquilo James llegará a la casa de su prometida, un enorme palacio construido en mitad de la nada y rodeado por los territorios de pasto de ganado, en medio de una guerra con la familia Hannassey, con cuyos vástagos se encuentra la pareja en el camino a casa y termina con el capitán McKay por los suelos arrado por el caballo del mayor de los Hannassey. 

Todos se irán dando cuenta de que el personaje es algo particular. Siempre tranquilo, apaciguado e indiferente a lo que los demás piensen de él, lo que termina sacando de quicio a su prometida hasta el punto de replantearse el compromiso, porque la reputación personal lo es todo en los territorios de frontaera y un hombre vale lo que vale su brazo y su habilidad para hacerse respetar. 

Al capitán McKay solo le importa lo que piensa él mismo, y el espectador lo verá en tres hechos fundamentales:

  • La excursión que hace al principio de llegar a la casona que provoca que todos los hombres del Mayor salgan al caer la noche, pensando que se lo encontrarán poco menos que muerto. Con lo que no cuentan es con que el capitán está acostumbrado a pasar noches al raso y orientarse por las estrellas en sus largas noches de navegación. Por eso la sorpresa es mutua: la del capitán porque se ha montado tanto revuelo y la de sus rescatadores porque está sano, salvo y tranquilo.
  • La doma del caballo salvaje que le ofrece el capataz Leech, que además no oculta su desprecio por el capitán. Este se huele la tostada y rehúye el enfrenamiento, pero cuando se queda solo se dirige al establo y con la ayuda de Ramón se monta una y otra vez después de cada dura caída hasta que el caballo acepta a su jinete. Sorprende que además prohíbe a Ramón hablar con nadie del tema.
  • La interminable pelea a puñetazos con Leech, en el que ambos quedan derrengados pero con el capitán triunfante una vez más. Pero a solas, siempre a solas.
 Gregory Peck convierte a este capitán James McKay en un personaje memorable de la historia del cine, a la altura de otros grandes personajes que defienden sus ideales, como el Jurado nº8 (Henry Fonda de Doce hombres sin piedad) o Atticus Finch (otro de Gregory Peck de Matar a un ruiseñor)
 

El hombre y la razón, frente a frente


Esta historia de firmeza y principios personales está trufada con el desamor y la vuelta al amor con Mrs. Maragon (casualmente la dueña del único abrevadero que hay en millas a la redonda y que permite usar a ambos ganaderos rivales) y la guerra entre familias que está a punto de terminar en un baño de sangre.  

Horizontes de grandeza es una película de personajes y actores, a pesar de la grandiosidad de los escenarios naturales en los que está rodado. Grandísimos actores princpales, como Gregory Peck y Jean Simmons, y grandísimos actores secundarios como Carrol Baker, Chuck Connors, Charles Bickford y, sobre todo, Burl Ives, al que recordamos como el padre de Paul Newman en La gata sobre el tejado de cinc

Hoy en imdb puntúa 7,9. Poco me parece para este películón de 2 horas y 46 minutos de metraje. Así que comprad provisiones y haced el visionado que merece.

lunes, 12 de octubre de 2020

Superhéroes a la española: Anacleto y Superlópez

Llevamos una serie de años de sobredosis de superhéroes, tanto en la pequeña como en la gran pantalla. Este desparrame actual viene desde finales del siglo pasado y primeros años de este siglo XXI, con las películas del Spider-Man de Sam Raimi y los mutantes de las tres primeras películas de X-Men. Antes, cada una de ellas era un fenómeno anual; ahora hay dos, tres o cuatro películas cada año y cada una de ellas factura cientos de millones de dólares. 

Era cuestión de tiempo que los personajes de comic patrio, de tebeo, vieran la luz en adaptación cinematográfica. Hasta ahora, solo los omnipresentes Mortadelo y Filemón y ese torbellino gemelar que forman Zipi y Zape habían sido adaptados, con fortuna desigual. 

Ya no están solos: Anacleto y Superlópez han llegado a la gran pantalla. 

Anacleto, además de ser el apodo de Pau Gasol en Zoom, es un agente secreto al estilo de James Bond, con traje negro, pajarita, pistola automática y el toque del cigarrillo permanentemente pegado a los labios. En la adaptación cinematográfica tiene el rostro de Imanol Arias, estrella de nuestro cine y nuestra televisión salpicado por un conflicto con Hacienda (pero esa, amigos, es otra historia). En el tebeo, Anacleto es una creación de Vázquez, hermano de Las hermanas Gilda o de La abuelita Paz.

 

 

No nos engañemos, Anacleto es una máquina de matar, capaz de acabar con un buen puñado de enemigos de las formas más peculiares que uno pudiera imaginarse. 

También tiene un hijo, Adolfo (Qim Gutiérrez), con un trabajo gris que oculta sus verdaderas capacidades... como asesino. Adolfo, digno hijo de Anacleto, está destinado a sucederle como agente secreto en servicio. Pero antes deberán detener al malvado Vázquez (Carlos Areces), mientras por el camino rescatan a Katia (Alexandra Jiménez).

 



Obviando la cosa de que se trata de la adaptación de un tebeo, Anacleto es una decente película de acción, que entretiene más de lo que se supone que va a hacer. En imdb tiene hoy una nota de 6,1, que visto lo visto, no está nada mal. 

Superlópez, por su parte, es un superhéroe con bigote que viene del planeta Chitón y trabaja en Barcelona. Ha intentado pasar desapercibido, pero los hechos no hacen más que tirar de él para sacarlo a la luz. Tiene el rostro del queridísimo (para algunos) Dani Rovira. Alexandra Jiménez hace doblete poniendo cara a Luisa Lanas y Julián Gómez es Jaime, el amigo de López. 

En el bando de los malos tenemos a Ferrán Rañe, como Skorba, y Maribel Verdú como Ágata Muller. 

Visualmente, Superlópez resulta mucho más colorida que Anacleto, con un humor más grueso y algunos toques  de efectos especiales (los super robots), pero el resultado es bastante más desigual. Menos redondo, si queremos decirlo así. En imdb tiene un 5,3, lo que no es para tirar cohetes precisamente, aunque se trate de un aprobado. 

 

 

Seguro que si eres un nostálgico de cuarenta y tantos años, te habrá gustado. O, al menos, te habrá tocado la fibra de algún recuerdo. 

Es una pena lo de Superlópez. Estaría bien ver en carne y hueso al Supergrupo. Y la verdad es que esa escena final en el que aparece uno de los Chupópteros del Señor de los Chupetes, también prometía a los nostálgicos de la obra en papel de Jan.