domingo, 30 de diciembre de 2018

Vengadores: Infinity War

El Universo Cinematográfico Marvel ha ido, pasito a pasito, preparándonos para un final de traca dividido en dos película. La primera de ellas es Vengadores: Infinity War y no defrauda, presentándonos a casi todo el elenco superheroico y al mayor de los villanos al que jamás se enfrentarno: Thanos, el titán loco.


Desde el principio en la nave que transporta a los supervivientes de Asgard, donde acaba con Loki y derrota a Hulk, Thanos se muestra como lo que se supone: un tipo duro, muy duro de pelar. Tiene además un objetivo claro: obtener las Gemas del Infinito y purificar el Universo, haciendo con su inimaginable poder que uno de cada dos seres vivos desaparezcan como si nunca hubieran existido. 

En el lado contrario tenemos a los de siempre. Thor, el Capitán América (que está en Wakanda), Iron Man, la Bruja Escarlata, Visión, Spider-Man, el Doctor Extraño, la Viuda Negra, Hulk (bueno, más bien Bruce Banner, porque el giganete esmeralda se niega a salir a la superficie, quizá acobardado por la paliza a la que le sometió Thanos). A todos ellos se unen los gamberros de los Guardianes de la Galaxia, que ponen un cierto tono de humor. Bueno, Gamora no. Gamora, como hija adoptiva de Thanos, y Nébula, tienen un papel determinante en la consecución de una de las gemas que le faltan al titán loco.


Pantera Negra y su séquito juegan también un papel protagonista, pues es en Wakanda donde se instala la última línea de resistencia mientras intentan extraer la última Gema del Infinito de la frente de Visión. 

Pero Thanos es mucho Thanos y al final logra de una épica batalla logra chasquear los dedos y.... nos vamos de caveza a Vengadores: End game y al final del Universo Cinematográfico Marvel como lo conocemos hoy en día. 

Vengadores: Infinity War es  una película abrumadora, no solo por las dos horas y media que dura su metraje, sino por la cantidad ingente de personajes, principales y secundarios, que acaban pasando por la pantalla. Tanto es así que si no eres un aficionado a las películas, lo más fácil es que acabes perdido en unos pocos minutos y no disfrutes del espectáculo, más preocupado por saber quién es el siguiente tipo estrafalario que va a salir en la película.


Además hay varias tramas que se entrelazan, siendo la más épica sin duda la forja de la nueva arma de Thor, una vez que Mjolnir fue destruido por Hela en Thor Ragnarok. Y digo épica, porque no se puede calificar de otra forma el arrancar de nuevo una forja congelada que toma su energía de una estrella. Y, por si no fuera esto poco, aquí hace su aparición Peter Dinklage en el papel del ¿enano? Eitri, forjador de Mjolnir y que se encargará de forjar la nueva arma.

Una vez más, Tom Holland se hace un hueco en nuestras retinas, con el mejor Spider-Man que hayamos visto. Sí, incluso mejor que el Tobey Maguire de la primera película, pero por supuesto que a años luz de Andrew Garfield. Spider-Man nos gana con sus referencias frikis y la naturalidad de un chaval de instituto que se encuentra en medio de algo demasiado grande, pero que aún así sabe hacer lo que haya que hacer porque él mejor que nadie sabe que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Ciento cincuenta minutos frenéticos, culminados por una de las mejores escenas post-créditos que puedo recordar. Una de las mejores y una de las más duras de ver, con Nick Furia y María Hill envueltos en un atasco. Y el logo de la Capitana Marvel en el móvil, como un faro de esperanza.

Porque está claro que el Universo y los superhéroes que lo defienden van a necesitar mucha esperanza.

Contando los días para Vengadores: End game.


domingo, 23 de diciembre de 2018

El puente de los espìas

La Guerra Fría ha sido un período de la Historia del siglo XX que ha marcado al menos a un par de generaciones y ha dado frutos tanto en el cine como en la literatura. 

El puente de los espías, película del que fuera rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, bucea en uno de los momentos más representativos de ese período histórico: el primer intercambio de prisioneros entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en una partida que se jugaba en un tablero global pero que tenía en Berlín una de sus casillas centrales.



Los servicios de inteligencia norteamericanos capturan a Rudolf Abel, un agente soviético que lleva tiempo pasando información a su Madre Patria, totalmente integrado en el modo de vida americano. Por el otro lado, un avión espía es derribado y su piloto capturado en la inmensa Unión Soviética.

Mientras los norteamericanos buscan publicidad a su sistema mediante la celebración de un juicio "justo" que ponga en valor la democracia frente a la dictadura comunista, a los soviéticos se la pela el tema y lo que buscan es información técnica sobre el avión espía.

Otra mañana de lunes...

En el fregado aparece envuelto James Donovan (el bueno de Tom Hanks), un negociador experto de una empresa de seguros al que se le encarga la defensa de Rudolf Abel y, aunque se le pide que no el ponga mucho entusiasmo, resulta que él sí se cree que todos tenemos derecho a la mejor defensa posible y contra todo pronóstico consigue evitar una condena excesiva.

No hay nada como hacer un buen trabajo para que te encarguen otro marrón. Y en este caso no iba a pasar otra cosa, así que el amigo Donovan se ve en un viaje a Berlín con el encargo de negociar un posible intercambio de cromos, incluyendo el de un estudiante norteamericano de doctorado que es detenido en Berlín Oriental, cuando se ponía la primera piedra del Muro.

Con este planteamiento tenemos una película un tanto tópica, con los soviéticos, los alemanes orientales y los americanos tratando de sacar ventaja de sus cartas, sus mentiras y sus triquiñuelas, con Donovan, el héroe de cada día, el único que quiere cumplir con su deber y ser honesto, envuelto en los tejemanejes y los vaivenes de la negociación.





Lo mejor de la película es la siempre solvente actuación de Tom Hanks, el eslabón que conecta a James Stewart con Matt Damon, los tres héroes populares del cine americano, los tres yernos que todo padre quisiera tener.

Como personaje por derecho propio tenemos también el checkpoint Charlie, mítico puesto de control que separaba Berlín Este y Berlín Oeste en el sector norteamericano y que tantas reuniones semiclandestinas alojó. 

Y, finalmente, tenemo que agradecer el oficio de Spielberg, que sabe como nadie contar historias aunque sean del palo de El puente de los espías. Que probablemente hubiera sido un truño si no fuera por estos dos gigantes del cine y no fuera por la manera estadounidense de contar hasta las cosas más mínimas de su historia, con una grandilocuencia y una épica a la que no estamos acostumbrados los europeos.

Pasas un buen rato, pero no es para tanto, me parece.

sábado, 15 de diciembre de 2018

La isla mínima

El cine español a veces me sorprende. Otras veces, muchas, no. Pero a veces sí, y suele ser cuando trata el género policíaco o negro. Cuando hay crímenes y muertos encima de la mesa, hemos visto algunas propuestas más que interesantes. Sin ir más lejos, El cuerpo, la película del inclasificable peinado de Javier Coronado.

La isla mínima es una película que ya tiene unos cuantos años (es de 2014) y que aúna un ambiente agobiante con unos actores que desarrollan unos personajes creíbles. 



La historia que la sostiene es la de un asesinato de un par de jóvenes adolescentes en un pueblo de las marismas del Guadalquivir al que son destinados un par de policías de Madrid, con personalidades y opiniones políticas contrapuestas. Son los primeros años de la democracia y todavía hay un gran número de policías que continúan reciclándose desde las posiciones más reaccionarias del régimen anterior. 

Juan Robles (Javier Gutiérrez) y Pedro Suárez (Raúl Arévalo) tendrán que aprender a convivir entre ellos y con sus diferencias mientras aúnan esfuerzos en resolver el misterio ante el que se encuentran. 



La región de las marismas del Guadalquivir adquiere la relevancia de un personaje más. Las peculiaridades de la zona, unidas a la época en la que está ambientada la cinta, una época en la que los señoritos adinerados tienen más poder del que les correspondería por su posición social, sirviéndose de una población acostumbrada a obedecer sin apenas decir nada, pintan el marco social y geográfico de la historia. 

 Poco a poco, Robles y Suárez irán deshilvanando la madeja que les llevará a resolver el doble crimen, con grave riesgo para su vida. Al mismo tiempo, los hilos de sus vidas se irán entretejiendo y desarrollando algo parecido a la amistad. Quizá sea excesivo definirlo así, pero ambos comenzarán a comprender los puntos de vista del otro y construirán una relación basada en el respeto mutuo.

En cuanto a lo que es el misterio en sí, no hay mucho que decir. La verdad es que la película se me hizo un poco confusa y me parece que tira demasiado del recurso externo, en este caso un periodista de El caso (sí, el mismo periódico que se publicó hasta 1987 y en el que los españolitos ávidos de historias truculentas se informaban a través de personajes en sí mismos como la periodista Margarita Landi). 

Margarita Landi, un personaje en sí misma

Lo bueno, La isla mínima tampoco es una película hiperlarga como a las que nos tienen ahora acostumbrados.  105 minutos de metraje que se agradecen. Y hoy tiene un 7,3 en imdb.



domingo, 9 de diciembre de 2018

Marte

Marte es una película entretenida, con una premisa muy interesante para el futuro próximo con todo eso de la colonizacion del planeta rojo, sobre la que se han puesto muchas esperanzas para el devenir de la Humanidad. 

Se considera que, cuando demos el salto de dejar este pequeño guijarro azul que llamamos hogar, lo haremos a la Luna y hacia Marte, por ser los cuerpos celestes más o menos habitables que se encuentran más cerca. Por supuesto, descartando Venus y su atmósfera superdensa y su desenfrenado efecto invernadero que hacen imposible siquiera pensar en una explotación de recursos, no ya en una colonización. 

Pues en Marte eso ya ha ocurrido y el bueno de Matt Damon forma parte de esa tripulación que se encarga de construir y mantener el primer habitat autónomo fuera de nuestro planeta. 



Lo que pasa es que la mala suerte persigue a este chico y una tormenta descomunal obliga a la tripulación a evacuar y dirigirse a la nave que permanece en órbita, mientras Matt se queda en tierra. Bueno, mejor digamos que se queda en Marte. Y por una buena temporada, porque no se prevé que una nave de rescate pueda llegar a su ubicación hasta casi dos años después. O sea, que deberá estrujarse las neuronas y encontrar soluciones para hacer frente a los mayores problemas que se le presentan: la falta de agua y víveres para soportar tanto tiempo en completa soledad.

Mientras tanto, sus compañeros de misión le han dado por muerto mientras regresan a la Tierra sabiendo que quizá se haya perdido la ventana de oportunidad para colonizar el planeta rojo. 

Pero, allá lejos, hay algunos ojos que se encuentran vigilantes y que perciben movimientos de objetos y vehículos que hacen pensar que Matt está vivo, hasta que consiguen contactar con él, de forma muy rudimentaria, y desarrollar un plan de escape que implica el retorno de la nave a Marte para recogerle "al vuelo". 

Sentado a la fresca se piensa mejor


Lo mejor de la película es, sin duda, la interpretacion de Matt Damon como un moderno Robinson Crusoe. Y se ha vendido Marte como una película científicamente plausible, aunque aquí yo tengo mis dudas y me parece más fantástica de lo que se considera. 

Empezando por la tormenta que desencadena todo el cotarro, que es imposible de producirse en una atmósfera tenue como la marciana. 

Siguiendo por el manido recurso del Deus ex machina, que ahora toma el rostro de un joven analista que se da cuenta de lo que nadie más se ha percatado y que propone un descabellado plan que traiga de vuelta a nuestro héroe. 

Y, para terminar, la fantasiosa forma de dirigir el vuelo entre el módulo y la nave de rescate de que hace gala Matt Damon, con un poco de cinta americana, un agujero en el traje y tapándo el chorro de aire con la mano para dirigirse con precisión a su destino. La pera, oigan. 

Pero vale, la peli es entretenida y goza de un saludable 8,0 en imdb. Hay que verla.

domingo, 2 de diciembre de 2018

It (pues Eso)

Menudo tocho es It. Más de mil páginas. Debe ser que a Stephen King hubo una época en que le pagaban al peso... O no... quién sabe cómo iba esto allá por 1986 cuando se publicó la novela. Y en estos tiempos está de moda gracias a su última adaptación cinematográfica, que ha pasado con gran éxito de crítica y público.

Los libros de más de mil páginas me dan pereza: Ken Follett, Posteguillo, Rothfuss y tantos otros. Me dan pereza porque mi costumbre es leer solo un libro de cada vez, o sea que hasta que no termino uno, no empiezo con otro. Otra característica de mi hábito de lectura es que leo entre media hora y una hora al día, no me doy pechadas a leer durante horas y horas. Lo hacía de joven, pero ya no.

Mi prevención sobre estos libracos viene porque, si no me enganchan, se eternizan. Y, si me enganchan, la lectura va a durar alrededor de un mes. Así que en los últimos tiempos trato de leer libros más cortos para dar más variedad a mis horas de lectura. 



Tuve la fortuna de que It ha sido un libro de los de la segunda clase. Es un libro que engancha desde el principio. Una cualidad de los libros de Stephen King de los años setenta y ochenta y que luego ha logrado en contadas ocasiones, al menos conmigo. 

En esta ocasión, a la magistral presentación de la historia y de los protagonistas, se une una historia que te mantiene en el sillón, pasando hojas, leyendo con atención. La forma narrativa de King, mezclando el presente con el pasado, permite también conectar con la historia a distintos niveles, porque se encarga de dar información en los pasajes que ocurren durante la niñez de los protagonistas y de completarla en los fragmentos que ocurren en la actualidad... del libro.

La historia de It se divide en dos partes en el pueblo de Derry, Maine: la primera en los años cincuenta, que reproduce magníficamente y que tantas veces hemos visto en la televisión o el cine; la segunda parte transcurre casi treinta años después, cuando los protagonistas, desperdigados por la geografía norteamericana, se reúnen en el pueblo en el que pasaron su infancia para hacer frente a un terror atemporal. 



Protagonistas con sus claroscuros, pero con el afán de superación de los héroes cotidianos. Antagonistas de oscuras intenciones, cuando no directamente depravados, pero en el fondo peones de la entidad que conocen como Eso. Una entidad que parece nacida de la enfermiza mente de Lovecraft, una inteligencia maligna que ha llegado a nuestro mundo por error y que se alimenta de nustras más bajas  pasiones, que lleva más de doscientos años viviendo en el submundo de Derry, en el que ha construido su nido y en el que permanece aletargado hasta que llega el momento de volver a alimentarse. Lo que pasa es que, cuando Eso se alimenta, los habitantes de Derry tienen pesadillas y se ven empujados a hacer cosas malas. Y Eso se hace más fuerte. 

La confrontación final, en las alcantarillas de Derry, es escalofriante, rebosante de tensión. Y climática, porque el final del libro, el final real, es dulce y suave en comparación.

Me ha costado años ponerme con ello, pero una vez hecho tengo que reconocer que es un pedazo de libro. En todos los sentidos. Me gustará ver la adaptación al cine, y comprobar si se han atrevido a adaptar la especial comunión que realiza el grupo de chavales una vez sobreviven a su primera confrontación con Eso

domingo, 25 de noviembre de 2018

Alfonso VI y el Cid

Hoy toca un poco de Historia.

Allá por el siglo XI, Fernando I era rey de León y conde de Castilla. En una Península Ibérica en la que el Califato Omeya no era ya más que un recuerdo brillante y efímero, era el rey más poderoso con diferencia. Ni Navarra, ni Aragón, ni los condados catalanes ni los reinos de Taifas, podían hacerle sombra. 

La situación cambió cuando, a su muerte en 1065, decidió repartir sus posesiones entre todos sus hijos: Zamora para Urraca, Toro para Elvira, Galicia para García, León para Alfonso y Castilla para Sancho. Éste último fue recuperando poco a poco los territorios perdidos en la herencia y, a su muerte ante los muros de Zamora, ya había recuperado Galicia y León.


 —¡Rey don Sancho, rey don Sancho!,   no digas que no te aviso,
que de dentro de Zamora   un alevoso ha salido;
llámase Vellido Dolfos,   hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho,   y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el padre,   mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el real:   —¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido Dolfos,   ¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto,   metiose por un postigo,
por las calle de Zamora   va dando voces y gritos:
—Tiempo era, doña Urraca,   de cumplir lo prometido.

Según el mito, Alfonso jura ante el Cid en Santa Gadea

Al fallecer el rey Sancho, heredó Alfonso VI, que se convertiría en un monarca de referencia y tendría un largo reinado y una larga vida para la época (falleció en 1109, a la venerable edad de 76 años) y hubiera brillado solo por ser el reconquistador de Toledo. Luego hubo de enfrentarse con la invasión almorávide que, con un empuje irrefrenable, presionó la frontera como hacía décadas que los reinos cristianos (y musulmanes) no sentían, infligiéndole graves derrotas en Uclés y Consuegra.

Coincidió en el tiempo con uno de los mitos fundacionales de España: Rodrigo Díaz, el Cid Campeador. Un personaje que da brillo a la Edad Media de la Península y sobre el que se escribió un cantar de gesta que ha sido referencia en Europa y comparable a la Chanson de Roland francesa. 

Aún despojado de ese manto mítico, Rodrigo Díaz pasa por ser uno de los capitanes más eficientes de su época, bien sea al servicio del rey Alfonso VI, del rey musulmán de Zaragoza o a su propio servicio como conquistador y señor de Valencia, coincidiendo con otros grandes capitanes como Álvar Fáñez o Pedro Ansúrez.



Dos grandes personalidades que estaban destinadas a chocar. Salvando las distancias, fueron como Justiniano y Belisario (o como Cleón y Bel Riose en la aplaudida Fundación e Imperio). Es la de Alfonso VI y el Cid una historia de amor y odio entre señor y vasallo, por mucho que el Cantar de Mío Cid edulcorase la disposicion del Cid frente a su señor y remarcase los aspectos negativos del rey, celoso del brillo de su vasallo y rencoroso e incapaz de olvidar la humillación en Santa Gadea. Aunque es cierto que el único hijo varón del Cid, Diego Rodríguez, murió en la batalla de Consuegra. 

No puedo dejar de recordar una serie de mi infancia: Ruy, el pequeño Cid. Una serie de animación de BRB con animadores japoneses que echaron en TVE allá por 1980. Fueron 26 capítulos de menos de media hora de duración y no recuerdo si era los sábados o los domingos, después del telediario. Y allí estaba yo, delante del televisor, viendo las travesuras totalmente inventadas de aquel que con el tiempo se convertiría en Rodrigo Díaz de Vivar. Incluso recuerdo coleccionar las tapas de los yogures danone, que al juntar unas cuantas te daban en la tienda un juego recortable con figuras de cartón.



Y no olvidemos la película con Charlton Heston y una guapísima Sofía Loren, con toda la épica del cine de Hollywood pero hecho aquí, con la batalla por Valencia que ganó el Cid después de muerto y que forma parte del mito.




En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto. 

—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano. 

Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro. 

Ya se partía el buen Cid
sin al rey besar la mano;
ya se parte de sus tierras,
de Vivar y sus palacios:
las puertas deja cerradas,
los alamudes echados,
las cadenas deja llenas
de podencos y de galgos;
sólo lleva sus halcones,
los pollos y los mudados.
Con el iban los trescientos
caballeros hijosdalgo;
los unos iban a mula
y los otros a caballo;
todos llevan lanza en puño,
con el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Por una ribera arriba
al Cid van acompañando;
acompañándolo iban
mientras él iba cazando.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Sherlock (T4)

Hablemos hoy de la cuarta temporada de Sherlock. Una temporada un tanto decepcionante, he de decir. 

Lo primero que pasaron tres años desde el final de la T3 hasta el comienzo de la T4, con la única interrupción del episodio especial de navidad La novia abominable, que sería el capítulo 4x00 (y que es bastante bueno, quizá el mejor de la temporada extendida esta....)


El ajedrez. Deporte de riesgo.

 Lo segundo es que la temporada tarda en arrancar y esto se nota más con capítulos tan largos (alrededor de noventa minutos cada uno, como un telefilme de los de entonces...) a los que nos tiene acostumbrados esta serie... 

La verdad es que el comienzo de la T4 es de bajón. Vemos la nueva vida de John Watson y la relación, casi inexistente, que tiene con Sherlock después de los sucesos del final de la T3 (y que no voy a comentar aquí por si a algún visitante actual o futuro le da por ver la serie del tirón...). Entretanto, Sherlock sobrevive como puede, mientras casos anodinos que resuelve sin despeinarse son su única distracción. 


Los hombres de negro llaman a su puerta

A partir de ahí, un segundo capítulo bastante más interesante con un villano de los mejores de la serie (Culverton Smith, protagonizado por Toby Jones) que tuvo contra las cuerdas al bueno de Sherlock. Capitulo que tiene una asombrosa puntuación en imdb, tremendo 9,2. Un capítulo bastante intenso, en un ambiente reducido y con un adversario maquiavélico que parece estar siempre un paso por delante. 

Para finalizar, El problema final, valga la redundancia. Watson, Sherlock, Mycroft, enfrentados a alguien que no podrían imaginar ni en sus más locas pesadillas, pero que también llevará al límite los poderes deductivos de Sherlock, además de sus dotes sociales y sus sentimientos (es entrañable la llamada que hace a Molly). Pero el capítulo no acaba de finalizar bien... No acaba de ser redondo del todo.

Código de vestimenta: informal, a la par que elegante

 El problema es que, al ser el último capítulo de la última temporada, me ha dejado una sensación un poquito rara. A ver, que la serie es de sobresaliente, así que una temporada de notable no es una catástrofe. Pero es verdad que esperaba más...

Ahora bien... Siguiendo con la gran tradición de series inglesas, desde los años setenta para acá, la serie sigue siendo una serie de actores. De grandes actores. Da igual si hablamos de los protagonistas, de los secundarios o de los ocasionales, Sherlock nos sigue dejando grandiosas actuaciones. A pesar de todo, no me cansa.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Cien veces once de noviembre

Once de noviembre. Con este, van cien. 

Cien años de la firma del armisticio en un vagón en Compiègne y que ponía fin a cuatro años de guerra. De la Madre de todas las Guerras, que dirían algunos. La que se suponía que iba a poner fin a todas las guerras futuras y que, un par de años después, se convirtió en el germen de la Segunda Guerra Mundial por, entre otras cosas, la avaricia de los vencedores que empujó a Alemania a una espiral de autodestrucción que traería consigo el ascenso del nazismo.

Más de cuatro años de pesadilla, de la industrialización del terror, que dejaron millones de muertos, otros cuantos millones de mutilados, países completos en ruinas y una desazón de la que Europa tardaría años en recuperarse.



Como decía, fue el germen de la Segunda Guerra Mundial, pero también del avispero de los Balcanes que todavía hoy colea, ya que uno de los efectos de la Primera Guerra Mundial fue la desaparición del Imperio Austro-húngaro, Kakania, un gigante con pies de barro que englobaba a diversas nacionalidades que vieron sus aspiraciones colmadas al final de la guerra.

Porque otro efecto fue el cambio de los mapamundis en todo el globo. Además del Imperio Austro-Húngaro desaparecieron el Imperio Otomano, el Imperio Ruso (sustituido por la naciente Unión Soviética) y el Segundo Reich Alemán (este último dejando paso a la efímera República de Weimar). Decenas de naciones surgieron del desmembramiento de los tres primeros, otras muchas cambiaron sus fronteras y el imperio colonial alemán se repartió entre los vencedores (Namibia, Tanganika...)...

Y aunque tuvo sus héroes románticos (Manfred Von Richthofen y el circo volante por ejemlo), la Primera Guerra Mundial será recordada como un desastre humanitario en toda regla y la aparición de armas que hicieron de la experiencia una pesadilla: ametralladoras, carros de combate, el inicio de la guerra aérea... y la guerra química.



Cloro, iperita... agentes químicos invisibles que atacaban de manera silenciosa y quemaban las vías aéreas y los pulmones desde dentro. De efecto cuantitativo limitado, fueron mucho más efectivos de forma cualitativa, sembrando el pánico en el frente.

Pero claro, el ser humano resulta incapaz de aprender de sus errores y pocos años después, se enzarzó en una nueva y cruenta confrontación que vion suceder alguno de los hechos más deleznables de nuestra Historia.

Dicen que hay que conocer nuestro pasado para aprender de nuestros errores y evitar repetirlos. Esperemos que sea así, aunque también hay un refrán muy conocido que dice que no hay dos sin tres...


domingo, 4 de noviembre de 2018

El club de los poetas muertos

Hasta hace muy poquito tiempo no he visto El club de los poetas muertos, una película que hoy se considera un clásico del cine y que se estrenó hace ya casi treinta años, cuando yo estaba más o menos en plena adolescencia. 




Es curioso, pero no ha sido nunca una película que llamara mi atención y no he sentido la necesidad de verla, a pesar de que en los tiempos que corren es prácticamente imposible estar un tiempo apreciable sin que la emitan en uno de los numerosos canales que inunda nuestra oferta de ocio.

La historia del profesor de literatura John Keating (un papel icónico del tristemente desaparecido Robin Williams) y de su grupo de estudiantes en una escuela elitista de los Estados Unidos, allá por los años cincuenta del siglo pasado (intuyo). 



El mensaje de la película, más allá de vivir el momento, experimentar la vida y demás, puede ser que la juventud debe huir de los convencionalismos, tiene que aprender a pensar por sí misma y ser iconoclasta, en el sentido que debe abrir su propio camino. Quizá el final sea un poco duro y sorpresivo, pero de cambiarse por otro más "dulce", seguro que la película en su conjunto perdería punch. Ya sabemos que tocar la fibra del espectador es uno de los recursos más utilizados y que mejor resultados da para los profesionales del asunto. Y la escena por la que casi todo el mundo la recuerda, ese grito de "¡Oh, capitán, mi capitán!" que es al tiempo un grito de homenaje al líder y de rebeldía ante lo que se viene encima, es una de las que mejor han tocado la fibra en la historia reciente del cine. Podemos verla en este enlace, incluso un poquito explicada.



Una película en la que la figura de Keating sobresale entre un reparto más coral, repleto de jóvenes, alguno de los cuales hicieron carrera en esto del cine, como Robert Sean Leonard (Neil Perry en la película, el doctor Watson en House) o Ethan Hawke (Todd Anderson en El club de los poetas muertos, pero también con papeles en Training Day o GATTACCA, entre muchas otras). 

Keating, ejerciendo el papel de mentor de un grupo de muchachos sorprendidos porque les han dicho que tienen un cerebro y que tienen que aprender a usarlo, y que pueden hacer lo que quieran, siempre que se esfuercen lo suficiente en ello. Son esas lecciones que tiene la vida y que aquí nos las dan de gratis a pesar de que la escuela sea privada. 




La verdad es que, al final, se deja ver. Aunque pienso que ese 8,1 que luce hoy en imdb es más debido a la nostalgia y al recuerdo que a la calidad de la película en sí.


domingo, 28 de octubre de 2018

Bright

Todos conocéis NETFLIX, supongo. Junto con HBO se reparte el pastel del divertimento digital, series y películas, con alguna que otra más que no llega al éxito abrumador de estos dos operadores... 



Después de varias series de sello propio, NETFLIX decidió pasar a los largometrajes. El primero de ellos ha sido Bright, una oda al frikismo en estado puro. 

El resumen sería decir que Bright es Shadowrun, ese juego de rol que apareció a finales de los ochenta y en España durante los años noventa del siglo pasado. Y lo es porque en ambos casos hablamos de un mundo más o menos actual (más futurista en el caso de Shadowrun) en el que conviven las razas más icónicas de la fantasía: humanos, orcos y elfos. 



El agente Ward (Will Smith) vuelve a patrullar con su compañero Jakoby (Joel Edgerton) tras un período indeterminado de baja debido a sus heridas durante un tiroteo en el que Jakoby no actuó de una forma adecuada. Se da además la circunstancia que Jakoby es un orco y forma parte del programa piloto para la inserción de esta raza en las fuerzas del orden. 

Lo que parece un día de patrulla normal, se complica hasta el infinito cuando aparece un artefacto mágico de gran poder y que mueve poderosas motivaciones... la mafia de los orcos, elfos oscuros, la agencia federal de asuntos mágicos... y una jovencita misteriosa que es capaz de desatar el poder de esa vara mágica hasta límites insospechados para el mero mortal... 



No creo que haga falta contar mucho más, porque tampoco es que hayan descubierto la rueda. De hecho, el desarrollo de la película funcionaría igual si no hubiera orcos ni elfos. Se quedaría en una película de polis como las de toda la vida, pero el toque fantástico le da un cierto atractivo para los frikis de raza, como yo. A pesar de todo, Bright ha pasado con bastante más pena que gloria en lo que a críticos se refiere, defendiéndose bastante mejor en cuanto a la afición. 

Este es Jakoby, caracterizado como humano


Con un presupuesto estimado de noventa millones de pavos americanos y un retorno dificil de estimar al no presentarse la película en salas tradicionales, es complicado siquiera saber si ha sido rentable o no, desde el punto de vista económico. Pero el éxito publicitario es indiscutible. Supongo que por eso va a haber una segunda parte, Bright 2... Vamos a ver de qué va la cosa...


domingo, 14 de octubre de 2018

Hasta siempre, Philip y Elizabeth Jennings

Ayer tuve ocasión de despedirmede dos amigos, Philip y Elizabeth Jennings. O mejor, Misha y Nadehzda. O mejor aún, The americans, una de las mejores series de televisión que he visto nunca y de la que ya he hablado por aquí de sus temporadas T1 a T3. 

Pocas series de televisión me han enganchado tanto como esta. Desde sus temporadas iniciales a la T4 (con una trama basada en la guerra bacteriológica y varios capítulos de infarto, como aquel en el que Gabriel y Elizabeth se contagian de una cepa especialmente virulenta que había robado William Crandall con anterioridad) y la T5 (en la que Paige Jennings se convierte en figura central y en motivo de discusión entre sus padres). 



Entre la T5 y la última, la T6, han transcurrido tres años y muchas cosas que poco a poco vamos intuyendo. Cuesta acostumbrarse a unos personajes familiares, pero que a la vez han cambiado, sobre todo por dentro, hasta hacerse casi extraños. 

Hay que pasar un período de adaptación, pero la acción sigue su curso, en este caso centrada en las negociaciones de no proliferación de armas nucleares que la Administración Reagan y el gobierno de la Unión Soviética de Gorbachov mantuvieron a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado. Una acción que, poco a poco, tomará una velocidad vertiginosa hasta convertirse en una atmósfera opresiva para los Jennings. 

No quiero hablar mucho, para no destripar la historia y que el que quiera pueda ver ese final con la misma inocencia con la que yo la ví. En realidad no ha sido demasiado difícil pues, aunque la serie ha sido aclamada por la crítica, está muy lejos de haber tenido el hype de otras, como Juego de Tronos, y no he tenido que esquivar noticias ni a desaprensivos haciendo spoilers continuamente. Así que, creedme, se agradece ver la serie de esta forma. 



Solo diré que es una serie de personajes, magistrales todos ellos, y de historia, admirablemente trenzada hasta el final. Genial Matthew Rys (Philip Jennings, abnegado hasta el final), Keri Russell (Elizabeth, fría como un témpano y decidida), Noa Emmerich (el agente del FBI Stan Beeman... pero también Costa Ronin (Oleg Búrov, un hombre bueno)... o personajes como Claudia, Gabriel, Paige, Henry.....

Solo diré que hay una escena en el capítulo 6x10 que transcurre en un garaje, que dura más o menos diez minutos y que es de lo mejorcito de una serie que ya de por sí ha sido fantástica. Y que después de esa escena comienza a sonar la maravillosa Brothers in arms, de mis adorados Dire Straits. 

El final, un final de casi veinte minutos, ha sido duro. Casi diría que cruel. Pero también es posible que haya sido el mejor final posible para todos los protagonistas. Y después, el vacío estomacal. 

The americans, una serie sobresaliente. 

viernes, 12 de octubre de 2018

Cato y Macro (I a V)

Supongo que debo haber dicho ya por aquí, en numerosas ocasiones, que me encanta la Historia. De hecho, si el panorama profesional hubiese sido más prometedor, es bastante probable que hubiese intentado sacarme el título cuando era joven. Pero el panorama profesional no era nada prometedor, así que intentaré sacarme el título tras la jubilación...

Los protagonistas

Dentro de la Historia con mayúsculas, me encanta el período romano en general y el imperial en particular, así que intento leer sobre el tema en cuanto tengo ocasión. Como, por ejemplo, la saga de Colleen McCullough. 



O, en otro nivel, la saga de Cato y Macro, por el escritor británico nacido en Lagos, Simon Scarrow y que ya suma dieciséis entregas, al nivel de La Rueda del Tiempo o La Espada de la Verdad.

Cato y Macro, legionarios de la Décima Legión, cuyo legado es Vespasiano (sí, el mismo que al morir dijo que sentía que se estaba convirtiendo en dios, convertido décadas después en uno de los mejores emperadores de Roma) durante la invasión de Britania durante el reinado de Claudio César.  



Sentimientos encontrados. Aunque voy predispuesto a que me guste, por todo lo que he dicho, pero no acaba de parecerme redondo... Todos los libros son de lectura fácil, hay que reconocerlo, pero las historias están cortadas por el mismo patrón: Vespasiano encomienda a Macro y Cato una misión que requiere de todo su valor y buen hacer, una misión que generalmente sería considerada suicida; luego Cato y Macro pasan una serie de peripecias que ponen en serio riesgo su vida; es probable que, en medio del fregado, deban desobedecer órdenes de oficiales superiores de baja catadura moral; es probable también que sean víctimas de la traición; pero en el último momento y contra todo pronóstico, Macro y Cato triunfan...

 

No me gusta, por ejemplo, esa afición de cruzar a los personajes con protagonistas de gran relevancia histórica. Empezando por Vespasiano, pasan por las páginas de los libros de Scarrow otros como Galba (también proclamado con posterioridad Emperador de Roma), Boudicca, Prasutagus o Caradoc (Caractato). No me gusta que Macro y Cato sean algo parecido a imanes para las personalidades de su entorno. Es... poco creíble. 



En su haber, que la recreación de las escaramuzas y batallas son bastante fieles a lo que resultó ser la legión romana en guerra. 

Total, que me ha resultado algo decepcionante y después de llegar al quinto volumen (El águila del imperio; Roma vincit!; Las garras del águila; Los lobos del águila; El águila abandona Britania), he decidido qu necesito descansar una temporada. 




domingo, 30 de septiembre de 2018

Patria

El llamado por algunos "conflicto vasco" supuso casi un millar de muertos en casi cincuenta años de historia negra. Pero, más allá de los muertos y heridos, sería muy difícil cuantificar aquellos que fueron condenados al ostracismo por una sociedad cómplice que, cuando no celebraba abiertamente las acciones terroristas de los gudaris, en el mejor de los casos permanecía impasible y en silencio. Porque no eran de los nuestros, porque algo habrán hecho. 

La portada resalta el ambiente opresivo de la novela


Sociedades así, ha habido unas cuantas. Empezando por la alemana en los primeros años de la década de los treinta del siglo pasado, no olvidemos que Hitler fue canciller gracias al apoyo de las urnas. Como parece estar empezando en la sociedad catalana, con el apoyo a los discursos supremacistas de algunos sobre los otros. 

Me voy por las ramas... 

Fernando Aramburu es el primero, que yo sepa, que se atreve a hacer un retrato de esa sociedad vasca de la época del plomo. Lo hace a través de la historia de dos familias, cada una con sus claros y oscuros: la familia del Txato, asesinado por ETA, y la familia de Joxian, estando uno de sus hijos en la cárcel por pertenecer al comando que acabó con la víctima. 

Para más inri, como se decía, el Txato y Joxian eran amigos, íntimos amigos. Hasta pareja de mus, eran. Y sus esposas, Bittori y Miren, iban juntas de compras y a tomar chocolate. El "conflicto vasco" entró en sus vidas de la forma más brutal posible, a través de la siguiente generación, la de sus hijos. 

El culpable

Fernando Aramburu hace este retrato a través de un estilo muy personal que a mí no me gusta. La forma que tiene de escribir, alejada de las normas, no me acaba de convencer. Pero al contar la historia en dos líneas temporales, el presente y el pasado, construye un relato duro, lleno de matices que permiten que incluso el personaje más odioso de todos, la rencorosa y orgullosa Miren, tenga algún momento de empatía con el lector. 

Patria es un libro duro, sobre todo en lo sicológico, que hace pensar cómo hubiera sido vivir en una sociedad como la vasca durante los años setenta, ochenta e incluso noventa del siglo pasado en el que a la minoría se la marcaba con una diana o con grafitis de "ETA mátalos". Una minoría que no podía contar con la compasión de los que habían sido sus amigos. 

Patria es el retrato de una sociedad fracturada, que recomiendo al que quiera sumergirse en tan claustrofóbico ambiente.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Spotlight

Spotlight sería algo así como "El foco" y en la película del mismo título es el titular que lleva en el Boston Globe el artículo de investigación estrella que se publica después de madurar y dar fruto, en la mejor tradición del periodismo escrito. 



El Boston Globe ha pasado a la historia del periodismo por ser el periódico que se atrevió a poner negro sobre blanco los numerosos casos de abusos ocurridos en la diócesis de Boston y que, al parecer, eran conocidos por la jerarquía eclesiástica. No solo eso, sino que se protegió a los sacerdotes durante años, hasta que el escándalo se convirtió en una bomba de proporciones épicas. 

El tema de los abusos sexuales en la Iglesia Católica daría para verter ríos y ríos de tinta, además de rabia y vergüenza. Más cuando escándalos de este tipo se han reproducido en tiempos recientes (solo hay que recordar la renuncia de todos los obispos chilenos cuando el papa Francisco se atrevió a recriminar su actitud en público) y se están convirtiendo en granadas de mano destinadas a reventar la labor del papa Francisco, que en apariencia está pisando bastantes callos en la curia vaticana. 

En cuanto a Spotlight está en la tradición de películas como Todos los hombres del presidente o series como Lou Grant y en ese sentido se ha llevado parabienes tanto de público como de crítica, incluyendo premios como el oscar a la mejor película de 2016. 




Bueno... 

Me parece que no es para tanto. Vale que tiene un elenco de actores sobresaliente, entre los que se encuentra el siempre solvente Liev Schreiber y el recuperado para la causa Michael Keaton (Mark Ruffalo me parece un poco sobrevalorado), pero creo que tira mucho de tópicos y típicos: las dificultades que deben sortear los protagonistas, la sorpresa que les supone la verdadera magnitud de los hechos, el jefe de departamento que se enfrenta a los poderes fácticos... un poco de todo. 

Sin olvidar el tradicional alegato a la libertad de prensa, la conciencia de los periodistas y ser un icono de lo que el periodismo tradicional puede conseguir en estos tiempos en los que el periodismo digital y la inmediatez de las noticias, aún faltas de filtrado, han convertido nuestras vidas.

Aunque se agradecen películas así, basadas más en el juego interpretativo de los profesionales en lugar de en un interminable despliegue de fuegos artificiales y efectos especiales, vuelvo a decir que me parece que no es para tanto. Aún digo más: que si no fuera por el tema que trata, de alta sensibilidad, hubiera pasado por las salas de cine con mucha más discreción. Una buena película, sí, pero no especialmente relevante. 

Hoy mismo tiene un 8,1 en imdb. Un poco excesivo para lo que ofrece, diría yo. 

domingo, 16 de septiembre de 2018

El corredor del laberinto

Hay una moda en el cine actual de adaptar series de novelas juveniles, protagonizadas por chicos y chicas bien plantados, a menudo inadaptados, pero siempre luchadores y triunfadores. Me vienen a la cabeza varias películas, desde las desenfadadas y entretenidas de Percy Jackson hasta las insufribles de Crepúsculo, pasando por las indiferentes de Los juegos del hambre o Divergente

El corredor del laberinto es la primera de tres películas que forman la trilogía, y comparte con las dos anteriores mencionadas que se trata de una distopía en un futuro más o menos cercano. Todo empieza con el protagonista despertando en un montacargas que sube hasta una explanada de respetable tamaño situada al pie de un gran muro que cierra el Laberinto. 


El nuevo


En la explanada viven unas decenas, quizá algún centenar de jóvenes que han ido apareciendo del mismo modo que él con una regularidad programada y que, poco a poco, han ido adaptándose para sobrevivir. 

Así que al chico nuevo le explican un poco todo lo que ocurre allí. Al menos lo que saben, que no es gran cosa. Y le explican los distintos roles que hay en la comunidad y que hacen que esta funcione más o menos como un engranaje. Uno de estos roles es el de corredor. El corredor del Laberinto. 

Estos corredores se encargan de atravesar el Laberinto y cartografiarlo, desde que se abren las puertas con la primera luz de la mañana hasta que se vuelven a cerrar al caer la noche. Y más les vale volver antes de anochecer, pues nadie a sobrevivido en el interior del Laberinto para ver un nuevo amanecer.

Nadie hasta que lo hace el nuevo, claro, tras sobrevivir a una noche de pesadilla en que se encuentra, cara a cara, con los vigilantes del Laberinto, algo en medio de una máquina y un ser vivo cuya única motivación es acuchillar y desmembrar a sus adversarios. 


Los que se creen protagonistas


A partir de ahí, y con la llegada de la última adolescente al grupo (y primera chica), los acontencimientos se precipitan, ya que una incursión nocturna de los vigilantes del Laberinto produce una escabechina en el grupo, incluyendo la muerte de su líder, el más antiguo de todos.Y al espectador le deja una sensación de "espera un momento, ¿cómo?" que tampoco es 100% original, todo hay que decirlo.

Pero el nuevo toma el control y decide que su única oportunidad es atravesar el laberinto hasta su centro. Lo que allí descubren, cambiará sus vidas para siempre. Y proporcionará material para dos películas adicionales...

Para mí el Laberinto lleva mayúscula, porque es un personaje más de la película. Su presencia se hace incuestionable desde el primer minuto y permanece latente durante todo el metraje. Las escenas en las que se ve cómo cambia su trazado cada noche favorecen esta sensación. Al Laberinto solo le falta hablar. 

El verdadero protagonista


En cambio la película es normalita. Entretenida, sí. Para una tarde de esas en que no hay mucho que hacer, llueve y hace frío, no está mal. Resulta apenas suficiente para picar la curiosidad y caer en la trampa de ver la segunda y, quizá, la tercera parte de la trilogía, ya que la juventud de sus protagonistas y su consiguiente falta de caché interpretativo, hace que no podemos aferrarnos a los actores para decidir. 

Buf. No sé. Un aprobado raspadillo a pesar del 6,8 que luce hoy en imdb.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Un poco de los Coen

Los hermanos Coen suponen una eterna asignatura pendiente en mi afición al cine. Viendo el listado de sus películas, hasta estas dos que comento hoy solo había visto El gran salto (me gustó bastante, pero ignoraba que era suya) y Oh Brother! (que me gustó más bien poco, quizá porque no la entendí en su día). 
 
Tengo pendiente El gran Lebowski, Baron Fink y alguna otra, pero hace poco que he visto dos que me han gustado bastante. 



Empezaremos por orden cronológico, con Fargo. Grande William H. Macy en el papel de Jerry Lundegaard, vendedor de coches ninguneado por su suegro que decide dar un paso adelante en su carrera y orquesta el secuestro de su mujer para sacar pasta al agarrado de su padre. La cosa se complica porque la pareja de secuestradores no es precisamente la mejor opción y porque uno de ellos es especialmente violento y de gatillo fácil, así que ambos dejan un rastro de muertos y de sangre.

El marido ninguneado

Ese rastro lo seguirá la oficial de policía Marge Gunderson (Frances McDormand), que aunque se encuentra en avanzado estado de gestación y tener cara de poco espabilada, es una especie de detective Colombo que no suelta una presa. 

La extraña pareja de secuestradores

La película asciende por una continua espiral de surrealismo y violencia, a medida que la pareja de secuestradores tiene que aumentar el nivel de violencia para arreglar el desaguisado anterior. Especialmente desagradable es la escena de la picadora de madera, con la pierna de una de las víctimas todavía sobresaliendo y la nieve salpicada de sangre. 


La autoridad competente


Aún y así, una película bastante entretenida que está a la altura de su fama. Dentro de poco espero ver la serie de televisión basada en la película, que dicen está muy bien.

Mucho más reciente es ¡Ave, César!, crónica ácida del Hollywood de los años cincuenta, el de las superproducciones, visto a través de los ojos de Eddie Mannix (un Josh Brolin que últimamente aparece por todas partes y que fue, no lo olvidemos, el hermano mayor de Los Goonies además de un solvente George W. Bush). 



La cinta tiene un número sin fin de personajes reconocibles, empezando por George Clooney ataviado de romano (en lo que parece ser un remedo de Robert Taylor en ), Scarlett Johansson como alguien sospechosamente parecido a Esther Williams y el siempre soprendente Channing Tatum que en esta ocasión parece Gene Kelly. 

El sufridor

Tenemos también a la típica periodista del corazón y prensa amarilla, que busca carnaza por los estudios para llenar de bazofia las páginas de las revistas que le pagan (Tilda Swinton). O un actor de western con tremendas habilidades para la acción pero que es incapaz de juntar dos frases de guión seguidas (Alden Ehrenreich, el nuevo Han Solo). O un director megalómano, Laurence Laurentz, que se ve obligado a lidiar con ello (Ralph Fiennes, resurgiendo de sus cenizas). 

La estrella (sí, el de la izquierda es el kurgan)

Si a todo esto unimos una conspiración comunista que secuestra a la estrella Baird Whitlock (George Clooney) para dar un golpe de efecto, y la infinidad de pequeños asuntos con los que tiene que lidiar el bueno de Eddi Mannix, ¡Ave, César! resulta ser una comedia muy lograda que se ve con agrado, casi con más agrado que Fargo, porque por lo menos no hay sangre...

El marinero