El capitán Trueno, un icono del tebeo nacional, vivió su adaptación al cine allá por 2011 después de que fuera un proyecto del que había rumores mascullados en oscuros callejones repletos de frikis.
El resultado fue El capitán Trueno y el santo grial, con Sergio Peris Mencheta y Natalia Yarovenko en los papeles protagonistas de Trueno y Sigrid.
Poco voy a comentar de la película en sí. Solo que es una oportunidad perdida para el cine fantástico en España. Lo tenía todo para ser un bombazo en taquilla porque, afrontémoslo, mucho público potencial masculino, entre los cuarenta y los cincuenta e incluso más allá, ha crecido leyendo las tiras del capitán por esos quioscos de dios a finales de los cincuenta y durante los sesenta del siglo pasado.
Siendo crítico, la película no es buena. Parece como si los actores no acabaran de creerse los papele ni la historia. Hay mucha cara de palo por ahí. La historia, sin embargo, no está del todo mal. Las escenas de lucha están bastante bien (y sin ese baile de la cámara que tanto está de moda últimamente)... pero los chistes de Goliath y Crispín, ese singular dúo cómico, son bastante flojos.
Y lo peor de todo es que yo tampoco acabé de meterme en la historia. Será porque los actores me eran demasiado familiares por diversas series televisivas, o porque no me acababa de creer a Ramón Langa como el esbirro del malo maloso.
Clichés a patadas, pero como en cualquier película estadounidense del palo, no nos vayamos a pensar que los de allí son lumbreras y los de aquí unos patanes. Lo que pasa es que, me repito, a este capitán Trueno le falta algo, un hervor, para llegar a ser creíble.
Ojo, la película no es un bodrio. Bodrio es la última de Conan. Bodrio es El sicario de dios. Bodrio es El Código da Vinci, tanto la peli como el libro (Dan Brown, hace tiempo que no salías por aquí, amiguete).Bodrio es Solaris. Bodrio es George Clooney como Batman... Así podría seguir hasta mañana, por lo menos.
Dadle una oportunidad al Capitán Trueno, aunque sea por los buenos ratos pasados de chavales. Más por lo que promete que por lo que es, y porque hoy estoy blando, un cinco.