Comencé a leer la serie de libros de los agentes Bevilacqua y Chamorro, de Lorenzo Silva, cuando la descubrí por primera vez en el ya desaparecido Círculo de Lectores (que merecería una entrada por sí mismo; me lo voy a apuntar). Después de algunos años, me propuse leer los que pudiera, preferiblemente siguiendo el orden cronológico.
Así he llegado a El lejano país de los estanques que, si no me equivoco, es el primer caso de nuestros dos guardias civiles favoritos (en dura pugna, he de admitirlo, con Olmos y Robles).
Uno, curtido ya en lecturas varias, esperaba que se notaría una diferencia apreciable entre este primer título y los demás que he tenido ocasión de leer. Sería, incluso, algo natural por el propio proceso de evolución del autor y su estilo. Pero lo que me encontré es, otra vez, una pequeña maravilla.
El asesinato de una hermosa mujer, joven y extranjera, en un destino turístico de primer orden en este país, será el factor que desencadene el desembarco del brigada Bevilacqua y de la novata guardia Chamorro en la primera acción de campo de esta última.
La historia no es demasiado original en cuanto a que los indicios orientan la atención del lector en una dirección para luego dar un giro dramático y desencadenarse la resolución ante nuestros asombrados ojos, pero la habilidad de Lorenzo Silva es suficiente para mantenernos pegados a la historia, pasando página tras página, de sospechoso a sospechoso y tiro porque me toca, al tiempo que pone el foco en las zonas turísticas por excelencia, la juventud, los extranjeros, los excesos... todo tan actual entonces como el día que estoy escribiendo esta entrada.
Creo que este y los demás libros de la serie no son novelas whodunit al uso, puesto que más que poner a prueba las aptitudes detectivescas del lector, el autor hace que acompañemos a los protagonistas en su proceso de descubrimiento y lleguemos a la conclusión casi al mismo tiempo. En ese sentido es más parecido a un Michael Connelly que a una Agatha Christie.
El autor (foto: ABC) |
Pero lo que me sigue fascinando de Lorenzo Silva son, principalmente, dos cosas: la primera es la verosimilitud de lo que cuenta, el proceso, los procedimientos internos, los entresijos legales y tiras y aflojas entre los investigadores y el juez instructor, permisos para acá, permisos para allá y demás; la segunda es su habilidad para contar una historia en apenas trescientas páginas, lo que unido a la agilidad de la prosa, permite leer uno de estos libros en tres o cuatro tardes perdidas de verano.
El resultado ha sido muy satisfactorio. Tanto que, según mis notas, le di un notable alto cuando lo terminé y el recuerdo sigue siendo bueno, así que voy a confirmarlo. Se mantiene como una de las series que más me gustan y a la que vuelvo de vez en cuando.
No deja de ser curioso que, en una época en la que las series basadas en novelas patrias de misterio están de moda, todavía no parece plantearse una basada en las historias de Bevilacqua y Chamorro.