En llamas, la segunda parte de la trilogía (literaria porque, siguiendo la moda, el último libro se ha convertido en dos películas) de Los Juegos del Hambre, es más de lo mismo.
Si acaso es peor, porque aunque se profundiza algo en la historia del Capitolio y los distritos, ya ha perdido el elemento sorpresa que era lo que daba un armazón a una historia bastante simplona y maniquea (los buenos son muy buenos, aunque atormentados; los malos, malísimos).
Ante todo, que se nos vea épicos |
En esta ocasión, con motivo de los 75º Juegos del Hambre, al malvado presidente Snow (Donald Sutherland, ya acostumbrado a papeles de malvado) no se le ocurre otra cosa que inventarse una regla que indica que cada distrito elegirá a sus tributos entre los ganadores de ediciones anteriores. Cómo no, Katniss y Peeta son elegidos por su distrito. De esta forma, Snow piensa que la rebelión que se está gestando morirá antes de nacer si sus ídolos caen.
Poco más puedo contar: muchos personajes nuevos, a cada cual más friki; la estética del Capitolio es tan decadente como en la primera película (algo que contribuye a darle un poco de sabor a la cinta); otra vez Lenny Kravitz y Woody Harrelson; Jennifer Lawrence con cara de palo...
De la Academia de Expresividad de Roger Moore... |
Bastante poca cosa, para una película que por lo menos no aburre.
No aburre, pero el final, bastante deus ex machina, nos deja un poco con cara de tontos mientras prepara el camino a la tercera (tercera y cuarta) parte.
No, no estáis equivocados si pensáis que no me entusiasma. Para nada lo hace.
Los Juegos del Hambre es una muestra más de esa moda que se ha instaurado en los últimos años, con sagas basadas en libros juveniles que han sido éxitos rotundos de ventas y que encaraman a los protagonistas a la categoría de ídolos mundiales. Crepúsculo, Divergente, Los Juegos del Hambre... Mejores o peores, todas estas series siguen más o menos los mismos parámetros.
Y de todos esos actores jóvenes, la que mejor está aprovechando la oportunidad es Jennifer Lawrence. Me alegro. Aunque no muestre más emociones que un clavo, por lo menos no se le queda cara de pánfila como a ciertos vampiros de por ahí.
Un aprobado raspado para En llamas. Ganas de ver las siguientes no tengo muchas...
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