He de reconocer que he leído más bien poco de la ciencia ficción patria. Asì, a bote pronto, solo recuerdo algún libro suelto de Rodolfo Martínez, otros pocos de A. Thorkent (pseudónimo que usaba Ángel Torres Quesada trabajando para Bruguera) y el inicio de la Saga de los Aznar, de Pascual Eguidanos Usach.
Y si he leído poco, también poco es lo que me ha llamado la atención. Quizás de todos los que he nombrado me quedaría con Torres Quesada, cuyas obritas recuerdo con cariño y más cercano a la Edad de Oro de la ciencia ficción.
No obstante tengo que hablar hoy de Mundos en el abismo, novela de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, publicada en 1988.
Lo interesante de Mundos en el abismo es que, aunque yo diría que hablamos de space-opera, no lo es a escala galáctica sino que se encuentra en un marco reducido: el cúmulo globular de Akasa-Puspa. Esta característica permite la introducción de diversas facciones interplanetarias que interacúan en un radio de unos pocos años luz, ya que la distancia media entre las estrellas de un cúmulo globular puede ser de unos pocos meses o días luz.
En concreto tenemos tres facciones: el Imperio (cómo no) con sus naves de motores atómicos; la Hermandad, una especie de secta religiosa; y la Utsarpini, algo parecido a una confederación de planetas. Tanto la Hermandad como la Utsarpini no disponen de tecnología de motores atómicos, por lo que utilizan veleros espaciales, más lentos e incómodos y que podrían tener una analogía con los dirigibles de la década de los veinte del siglo pasado.
La trama parte de una serie de infraestructuras de transporte, trenes interplanetarios de mercancías, creadas por el Imperio que han sido dañadas por un organismo biológico, parásito de otros organismos que semejan enormes ballenas espaciales. Ante la decadencia tecnológica del Imperio (otro clásico), el cúmulo globular no puede permitirse perder estas valiosas infraestructuras, por lo que se impone investigar el porqué de esa destrucción. En el transcurso de la investigación descubren una enorme megaestructura en forma de esfera que contiene un sistema planetario completo y que al parecer guarda en su interior el enigma del origen de la Humanidad.
Una esfera de Dyson |
El resultado es interesante, aunque difícil de leer. Difícil porque los autores inundan al lector con decenas de vocablos, creo que con origen en la rica mitología hindú, que obligan a consultar las notas casi de continuo. Un poco locura, la verdad, que me saturó y me hizo más difícil la experiencia de lectura.
No digo que sea un mal recurso. El uso vocabulario extraño ayuda a poner en situación. Es el abuso lo que satura y ahí sí que pienso que los autores han abusado de ello. Por eso, a pesar de sus innegables virtudes (la más importante de las cuales sería la imaginación y la verosimilitud de lo imaginado), el recuerdo no sea el mejor.
Un aprobado, diría yo. Aunque me tomaré tiempo antes de retomar la historia de Akasa - Puspa.
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