domingo, 11 de noviembre de 2018

Cien veces once de noviembre

Once de noviembre. Con este, van cien. 

Cien años de la firma del armisticio en un vagón en Compiègne y que ponía fin a cuatro años de guerra. De la Madre de todas las Guerras, que dirían algunos. La que se suponía que iba a poner fin a todas las guerras futuras y que, un par de años después, se convirtió en el germen de la Segunda Guerra Mundial por, entre otras cosas, la avaricia de los vencedores que empujó a Alemania a una espiral de autodestrucción que traería consigo el ascenso del nazismo.

Más de cuatro años de pesadilla, de la industrialización del terror, que dejaron millones de muertos, otros cuantos millones de mutilados, países completos en ruinas y una desazón de la que Europa tardaría años en recuperarse.



Como decía, fue el germen de la Segunda Guerra Mundial, pero también del avispero de los Balcanes que todavía hoy colea, ya que uno de los efectos de la Primera Guerra Mundial fue la desaparición del Imperio Austro-húngaro, Kakania, un gigante con pies de barro que englobaba a diversas nacionalidades que vieron sus aspiraciones colmadas al final de la guerra.

Porque otro efecto fue el cambio de los mapamundis en todo el globo. Además del Imperio Austro-Húngaro desaparecieron el Imperio Otomano, el Imperio Ruso (sustituido por la naciente Unión Soviética) y el Segundo Reich Alemán (este último dejando paso a la efímera República de Weimar). Decenas de naciones surgieron del desmembramiento de los tres primeros, otras muchas cambiaron sus fronteras y el imperio colonial alemán se repartió entre los vencedores (Namibia, Tanganika...)...

Y aunque tuvo sus héroes románticos (Manfred Von Richthofen y el circo volante por ejemlo), la Primera Guerra Mundial será recordada como un desastre humanitario en toda regla y la aparición de armas que hicieron de la experiencia una pesadilla: ametralladoras, carros de combate, el inicio de la guerra aérea... y la guerra química.



Cloro, iperita... agentes químicos invisibles que atacaban de manera silenciosa y quemaban las vías aéreas y los pulmones desde dentro. De efecto cuantitativo limitado, fueron mucho más efectivos de forma cualitativa, sembrando el pánico en el frente.

Pero claro, el ser humano resulta incapaz de aprender de sus errores y pocos años después, se enzarzó en una nueva y cruenta confrontación que vion suceder alguno de los hechos más deleznables de nuestra Historia.

Dicen que hay que conocer nuestro pasado para aprender de nuestros errores y evitar repetirlos. Esperemos que sea así, aunque también hay un refrán muy conocido que dice que no hay dos sin tres...


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