He pensado muchas veces en la suerte que he tenido de haber entrado en la literatura de ciencia ficción por la inmensa puerta de la obra de Isaac Asimov, que llegué a leer con una cierta obsesión preadolescente.
A medida que me he ido haciendo mayor y mis gustos han evolucionado, he intentado tocar otros palos, tanto recientes como de autores más clásicos y de renombre. Es cierto que eso me ha llevado a cuestionarme por qué me han gustado tanto las historias de Asimov, porque muchas de ellas hoy me parecen bastante ingenuas e, incluso, he llegado a distanciarme de la figura del patilludo profesor, al que su autobiografía muestra como obsesionado por el dinero y el número de libros, más allá de su calidad literaria.
En general, no he conseguido conectar con esas obras y autores, salvo cuestiones muy puntuales. Aún así, no desespero en mi búsqueda de nuevas historias en remotos confines de la galaxia o en futuros utópicos, distópicos e incluso mediopensionistas.
Galaxias como granos de arena es un libro de relatos de Brian Aldiss (no pude seguir con su serie de Heliconia hace ya casi veinte años) en los que el autor nos presenta una historia futura de la galaxia, desde el más cercano hasta el más remoto.
Apenas tengo recuerdos de ninguno de los relatos qeu conforman la colección, pero sí que recuerdo que me parecieron deslavazados y que fui incapaz de encontrar un hilo conductor satisfactorio. Creo que ya lo había leído alguna vez, o quizá alguno de los relatos individuales, porque el relato en el que las inteligencias artificiales de las máquinas cosechadoras se unen en una búsqueda, me pareció familiar.
No encuentro nada positivo que decir, así que será mejor pasar página hasta La Luna es una cruel amante, de uno de los autores más grandes de la ciencia ficción: Robert A. Heinlein.
Esta es la historia de la lucha por la independencia de las colonias humanas en nuestro satélite y está ambientada en un futuro más o menos cercano.
Me gusta mucho más la prosa de Heinlein que la de Aldiss y el libro me mantuvo en cierta forma interesado. No deja de ser llamativo cómo el autor va poniendo las premisas sobre las que la colonia lunar va gestando un relato favorable a sus objetivos. Estoy seguro de que el autor ha estudiado fenómenos coloniales de nuestra historia, porque ejemplos hay un buen puñado respecto a la importancia de construir un relato que permita reunir apoyos a la causa, incluso aunque el relato construido sea parcial y sesgado.
Si bien la historia está bien construida, me parece que los personajes son meros esbozos y poco más, meros vehículos para la historia discurra bien.
Los superjuguetes duran todo el verano es la segunda colección de relatos de Brian Aldiss que, salvo el relato que le da título a la colección, no me ha convencido. Es más, me resulta frustrante reconocer que no recuerdo nada de nada del resto de relatos.
La verdad que el cuento principal, por sí solo, merece un lugar en el Olimpo de la ciencia ficción. Es uno de esos relatos que recuerdas años después de haberlos leído. Quiero creer que el motivo de no recordar nada más es que es tan bueno que eclipsa todo lo demás.
Considero que la ciencia ficción es un género valiente. Muchos de sus autores han utilizado sus historias del futuro para criticar o advertir de los riesgos a los que se expone la civilización humana, utilizando como nadie el recurso del cuento corto, porque la crítica social me funciona mucho mejor cuando me la presentan en píldoras pequeñas que me obligan a pensar.
Por eso me resulta tan curioso que de los cuentos de Aldiss apenas me acuerdo. Tendré que reflexionar sobre lo que eso significa.
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