Tengo que remediar un olvido imperdonable.
Hoy me he dado cuenta de que, más de dos años después de haber iniciado esta aventura, todavía no he hablado de El señor de los Anillos. Esta trilogía (La comunidad del anillo, Las dos torres, El retorno del Rey), escrita por el sudafricano John Ronald Reuel Tolkien y publicada a lo largo de la década de los cincuenta del siglo pasado, es uno de los pilares de mis gustos personales desde hace muchos, muchísimos años.
Creo que la obra es ampliamente conocida, más ahora después de la trilogía de películas de hace unos años que la acercó al público en general, así que pienso que no debo entrar en detalles sobre ella.
Fuente: Wikipedia |
Mi afición por la obra de Tolkien es grande. No en vano tengo dos ediciones de El Hobbit (una bastante antigua y otra de bolsillo), otras dos de El Simarillion (una ilustrada y otra de bolsillo) y varias de El señor de los anillos (una del Círculo de Lectores que uso cuando la releo o cuando me la piden prestada; otra de bolsillo en tres tomos, una en inglés en tapa blanda y otra ilustrada que probablemente haya abierto dos o tres veces nada más y que es uno de los tesoros de mi biblioteca; lamentablemente perdí una edición en tapa dura de La Comunidad del Anillo y que fue lo que empezó todo cuando me la compré por Navidad en la librería Atenea de Gijón, que aún existe). Todos estos volúmenes me han acompañado desde que salí de casa de mis padres para irme a vivir a Madrid allá por 2001 y son de los pocos que me llevé entonces; cuando volví a Gijón en 2006 hicieron también el viaje de vuelta, siempre situados en un lugar de honor en el salón de casa.
Son innumerables las veces que he releído ESdlA (permitidme que utilice la abreviatura más común), pero nunca olvido la primera vez; ese volumen de La comunidad del anillo, las altas horas de la noche sentado a la mesa de dibujo que teníamos mi hermano y yo en nuestra habitación, con un flexo metálico con bombilla azul como única luz... Recuerdo perfectamente cómo fui incapaz de dejar de leer, enganchado por la historia, tras la caída de Gandalf en el puente de Moria, hasta que terminé el libro a altas horas de la madrugada.
A decir verdad, no sé exactamente qué es lo que me atrae tanto. Creo que es la épica que se respira, una épica marcada por la superación continua ante la adversidad, la evolución del antihéroe (porque Frodo es, inicialmente, lo más alejado a un héroe que se puede estar) la exaltación de valores como el honor, el sacrificio y la amistad (por mucho que se haya escrito sobre la ambigua relación entre Frodo y Sam) y también la sensación de estar en un mundo real, con una historia que abarca milenios y que le da un poso no habitual en una obra de fantasía.
Porque el mayor logro del autor es obtener este grado de realismo que pocas veces, o ninguna, he visto repetido. En cada página se ve la inmensa labor de un hombre, creando desde cero un mundo completo, una mitología, una historia y diversos idiomas, algunos de los cuales pueden utilizarse como medio de comunicación (y algunos frikis, más frikis que yo, aprenden a utilizar), así como razas y naciones, cada una de ellas con una historia detrás que la hace diferente e irrepetible.
Los aficionados tenemos que reconocer que, si despojamos a la obra de todo, o de gran parte de ello, no quedaría sino algo menor que, muy probablemente, solo conseguiría ser una curiosidad más en el amplio abanico de oportunidades que la Fantasía Épica ofrece al lector. Su calidad literaria es, cuando menos, discutible. Además de que requiere un cierto esfuerzo por parte del lector para navegar por las más de mil páginas de la obra, por lo que en no pocas ocasiones se le califica de aburrido.
Pero ESdlA es el precursor de todo lo demás, salvo quizá los autores pulp de los años veinte y treinta del siglo XX. Imitado hasta la saciedad, pocos son los autores que resisten comparación: Moorcock, Leiber, Leguin y, más actuales, George Martin, Sapkowski o Patrick Rothfuss. Frente a ellos, una legión de autores a los que las editoriales tratan de vender como "el nuevo Tolkien" y cuyas obras acaban invariablemente perdidas en las estanterías sin cumplir las previsiones de la malhadada etiqueta impuesta.
No es la mejor obra del mundo. El autor no es precisamente un fénix de los ingenios. Pero ESdlA está lleno de magia, momentos épicos, momentos mundanos, momentos tristes y momentos alegres. Es una historia plena, con personajes carismáticos y atractivos, una búsqueda en el sentido más artúrico y con un final feliz. El mismo Gollum, aparentemente un recurso sin más pretensiones, utilizado en el cuento de hadas que es El Hobbit, se despliega en todo su esplendor y doble personalidad para situarse en uno de los lugares centrales, actor indispensable del clímax de la historia. ¿Qué más se puede pedir?
Por no decir de las perlas que encontramos, aquí y allí, que merecerían ser recordadas por todos.
He that breaks a thing to find out what it is, has left the path of wisdom
O mi indiscutible favorita:
Many that live deserve death. And some die deserve life. Can you give that to them? Then be not to eager to deal out death in the name of justice, fearing for your own safety. Even the wise cannot see all ends
En cuanto vaya a Alemania otra vez, trataré de hacerme con Der Herr der Ringe.
¡Chúpate esa, Dan Brown!
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