sábado, 15 de octubre de 2011

Certamen Teseo VII

El pasado domingo se resolvió el séptimo certamen Teseo que realizamos los pobladores de la página El Multiverso. Ya es el tercero en el que participo y, si recordáis, se basa en responder a una pregunta que hace el organizador (el ganador de la edición anterior) mediante un relato de 500 palabras de extensión como mucho.

En esta edición había que responder a la pregunta ¿Cómo destruir el planeta? que, confieso, no he sido capaz de afrontar con garantías. De hecho, ha sido la primera edición en la que solo he presentado un relato, con el que terminé bastante contento.

Ha habido un poco de todo. Como era de esperar, en unos cuantos relatos el Hombre era suficiente herramienta para destruir el mundo. Como era también de esperar, no he conectado con ellos, porque no creo en esa premisa, no soy tan negativo con el futuro de la Humanidad.

El ganador ha sido el poblador Invierno, con El verano usurpado (lo podéis leer en el enlace que hay al principio de esta entrada), un relato fresco y sorprendente que funciona muy bien en este tipo de concursetes.

Por mi parte no puedo estar contento. Un total de 7 puntos (frente a 31 del ganador) y el puesto 10º entre 27 relatos participantes no pueden ocultar que solo he recibido votos de 4 personas (de 16 potenciales) y que si no fuera porque uno de ellos me dio 4 puntos, ahora estaríamos hablando de una debacle total. En cualquier caso, mi relato me gusta. No es de lo mejor que he hecho, pero también los tengo peores y al menos este es simpático. Al final del relato veréis un video sobre lo que significa entrar en resonancia.


El martillo de Thor


¡MARTILLO DE THOR EN POSICIÓN! ¡ACTIVACIÓN EN DIEZ MINUTOS!

El aviso retumbó en la amplia sala, repleta de monitores que mostraban imágenes de las mayores ciudades del mundo mientras en una enorme pantalla LCD refulgía en alta definición un paisaje helado que se extendía todo lo que abarcaba la imagen. 
Allí, brillando bajo la luz de infinidad de focos, con el mango erguido sobre su cabeza en precario equilibrio indiferente, esperaba lo que podía pasar por el martillo olvidado de algún dios nórdico. Pero una segunda mirada, más atenta, no podía dejar de percibir aquello como lo que realmente era: una gigantesca obra de ingeniería, una máquina de oscuro propósito e inimaginables consecuencias.
—¿Qué ha dicho? —preguntó a su prisionero, que permanecía de pie, inerme y estoico. Había un algo de dignidad en él, a pesar de la pajarita rota y descolocada y la camisa blanca, antaño impoluta y ahora cubierta de manchas y desgarrones que mostraban aquí y allá su fornido y velludo torso.
El prisionero le dirigió una fría mirada de sus ojos  acerados, bajo su desconcertante y perfecto peinado.
—Me ha vencido —dijo, resignado—. Lo admito. No puedo hacer nada.  Lo tiene todo bien atado, por lo que parece.
—No puede estar hablando en serio, señor Bond —contestó, nervioso—. ¿No va a tratar de impedírmelo? ¿Va a dejar que destruya el mundo, así como así?
—¿Y qué puedo hacer, doctor No? —contestó James Bond, encogiéndose de hombros—. El Martillo de Thor está en marcha. En unos minutos su poderosa maquinaria elevará la cabeza del ingenio y la dejará caer de nuevo, exactamente en el Polo Sur, una y otra y otra vez, ajustándose a la frecuencia natural de la Tierra para hacerla entrar en resonancia  hasta que el planeta se parta por la mitad como un melón maduro… ¿No tendrá un cigarro, verdad?
—Por supuesto —replicó desconcertado Julius No, cerebro criminal, echando mano de su pitillera—. Aquí tiene.
—De un vodka martini ¿mejor ni hablar, no? —preguntó Bond—. Mezclado, no agitado
—Me temo que no —dijo No—. ¿De verdad que no quiere intentarlo? Pulse el botón rojo y podrá…
Bond, tras encender su cigarro, dio una gran calada y exhaló unos anillos de humo antes de interrumpirle.
—Se lo agradezco, de veras, pero creo que no —contestó—. Me he arrastrado por conductos de ventilación, sus esbirros me han vapuleado… Por fin se acabó aguantar a M y a la pesada de Moneypenny. Lo mío no está pagado, se lo digo yo —meneó la cabeza, dando por cerrada la discusión.
—No sabe cuánto lamento escuchar eso, créame. Suponía que estaría usted más motivado.
Un silencio incómodo se interpuso entre los dos.
—De verdad que…
— No insista, por favor.
El doctor No cambió el peso de una pierna a otra, azorado.
—Veré si puedo conseguirle ese vodka martini —ofreció.
—Eso estaría muy, pero que muy, bien —replicó Bond, con una sonrisa perfecta.

¡ACTIVACIÓN EN CINCO MINUTOS!

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Y aquí está el video:

 

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