lunes, 4 de junio de 2012

Africanus, el hijo del cónsul

Africanus, el hijo del cónsul es el primer título de la trilogía que Santiago Posteguillo dedica a Publio Cornelio Escipión, el Africano, vencedor de Zama. 

Confieso que dudé. Tuve miedo, incluso. Mis incursiones por la novela histórica nacional no han sido lo que se dice un camino de rosas. ¿Y si me encontraba con algo infumable, pesado, mal documentado...? Pero mis temores eran infundados. Mi limitada experiencia como lector me dice que, cuando algún autor u obra tiene tanta fama, suele ser algo vacío, cuando no directamente inaprovechable.

Santiago Posteguillo no es un Artur Balder (menos mal). Tampoco es un José Luis Corral (buf). No es que sea ahora un Walter Scott, pero por lo menos es un autor digno. Es más que posible que no sea tan bueno como la gente dice, aunque venda libros por decenas o centenas. 



Este primer volumen nos sitúa un poco antes del nacimiento de Publio Cornelio Escipión y termina tras la toma de Cartago Nova por los romanos. Unos veinticinco años en total, que transcurren en aproximadamente 700 páginas de agradable lectura. Quizá porque el autor opta por capítulos de corta extensión y trata de mantener el interés hasta el final, cosa que logra las más de las veces. 

El hecho de entremezclar la historia de Tito Macio Plauto,  autor de comedias latino contemporáneo de Escipión, es un acierto que añade interés a la trama.

No nos engañemos, tampoco estamos ante un libro redondo. Es bastante asimétrico en sus filias, filorromano más bien, pero tampoco es que esto sea un defecto, sino algo premeditado. Los cartagineses tampoco quedan tan mal, aunque se nota que son los malutos. Incluido Aníbal, al que parece retratar como un hombre que se cree infalible o, como poco, un semidiós, presentando en contraposición a Escipión, un ejemplo de virtud, honor, inteligencia... La pera, vamos. El yerno que todos quisiéramos tener. 

Los diálogos no son su fuerte. En bastantes ocasiones se notan forzados, poco naturales. Trata de dotar de relieve a los personajes, con desigual fortuna. Y los intentos de presentar a los personajes bromeando, en sana camaradería, son un poquito artificiales. 

No he detectado fallos de documentación o, si los hay, no son lo suficientemente gruesos como para que mi limitado conocimiento los reconozca. Sí hay algunos puntos que no acabo de creerme (¿Cneo Cornelio, tío del protagonista, un gigante de casi dos metros? ¿de verdad los Escipiones tenían un gesto propio con la espada? ¿no es la muerte de Cneo Pompeyo demasiado poco creíble, demasiado heroica?) pero que tampoco puedo desdeñar porque no conozco las fuentes, así que por lo menos puedo darle el beneficio de la duda. 

Hay también algún fallo de coreografía, que choca: un romano (no recuerdo cuál) se defiende con su escudo mientras pincha al enemigo con la espada, para luego detener un golpe con su daga y volver a pinchar con la espada. ¿Cuántos brazos tiene este hombre? ¿Más que el gigante Briareo? Si no fuera tan perezoso haría una relectura para ver si entendí mal, pero...

El balance es prometedor, por lo menos. Con ganas de pasar a la segunda parte (Las legiones malditas) a la que sus seguidores no dudan en calificar de mejor que la primera parte. Veremos.

Para Africanus, un siete


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