domingo, 2 de diciembre de 2018

It (pues Eso)

Menudo tocho es It. Más de mil páginas. Debe ser que a Stephen King hubo una época en que le pagaban al peso... O no... quién sabe cómo iba esto allá por 1986 cuando se publicó la novela. Y en estos tiempos está de moda gracias a su última adaptación cinematográfica, que ha pasado con gran éxito de crítica y público.

Los libros de más de mil páginas me dan pereza: Ken Follett, Posteguillo, Rothfuss y tantos otros. Me dan pereza porque mi costumbre es leer solo un libro de cada vez, o sea que hasta que no termino uno, no empiezo con otro. Otra característica de mi hábito de lectura es que leo entre media hora y una hora al día, no me doy pechadas a leer durante horas y horas. Lo hacía de joven, pero ya no.

Mi prevención sobre estos libracos viene porque, si no me enganchan, se eternizan. Y, si me enganchan, la lectura va a durar alrededor de un mes. Así que en los últimos tiempos trato de leer libros más cortos para dar más variedad a mis horas de lectura. 



Tuve la fortuna de que It ha sido un libro de los de la segunda clase. Es un libro que engancha desde el principio. Una cualidad de los libros de Stephen King de los años setenta y ochenta y que luego ha logrado en contadas ocasiones, al menos conmigo. 

En esta ocasión, a la magistral presentación de la historia y de los protagonistas, se une una historia que te mantiene en el sillón, pasando hojas, leyendo con atención. La forma narrativa de King, mezclando el presente con el pasado, permite también conectar con la historia a distintos niveles, porque se encarga de dar información en los pasajes que ocurren durante la niñez de los protagonistas y de completarla en los fragmentos que ocurren en la actualidad... del libro.

La historia de It se divide en dos partes en el pueblo de Derry, Maine: la primera en los años cincuenta, que reproduce magníficamente y que tantas veces hemos visto en la televisión o el cine; la segunda parte transcurre casi treinta años después, cuando los protagonistas, desperdigados por la geografía norteamericana, se reúnen en el pueblo en el que pasaron su infancia para hacer frente a un terror atemporal. 



Protagonistas con sus claroscuros, pero con el afán de superación de los héroes cotidianos. Antagonistas de oscuras intenciones, cuando no directamente depravados, pero en el fondo peones de la entidad que conocen como Eso. Una entidad que parece nacida de la enfermiza mente de Lovecraft, una inteligencia maligna que ha llegado a nuestro mundo por error y que se alimenta de nustras más bajas  pasiones, que lleva más de doscientos años viviendo en el submundo de Derry, en el que ha construido su nido y en el que permanece aletargado hasta que llega el momento de volver a alimentarse. Lo que pasa es que, cuando Eso se alimenta, los habitantes de Derry tienen pesadillas y se ven empujados a hacer cosas malas. Y Eso se hace más fuerte. 

La confrontación final, en las alcantarillas de Derry, es escalofriante, rebosante de tensión. Y climática, porque el final del libro, el final real, es dulce y suave en comparación.

Me ha costado años ponerme con ello, pero una vez hecho tengo que reconocer que es un pedazo de libro. En todos los sentidos. Me gustará ver la adaptación al cine, y comprobar si se han atrevido a adaptar la especial comunión que realiza el grupo de chavales una vez sobreviven a su primera confrontación con Eso

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