domingo, 12 de junio de 2022

Doce monos

El subgénero de los viajes en el tiempo es una mina tanto en la literatura como en el cine, desde el pionero H.G.Wells y su máquina del tiempo hasta nuestros días.

No obstante, se trata de un género arriesgado y en ocasiones encorsetado por toda esa retahíla de paradojas que se pueden dar si la historia no es sólida y cuidadosa. Entonces se le ven las costuras y la suspensión de realidad cae con todo su peso. 

Aún resuena en mi cabeza la onda expansiva de Predestination, una magistral película muy arriesgada que funciona como el mecanismo de un reloj y que todavía he sido incapaz de encontrar el fallo, el hueco en su lógica interna que seguramente tendrá pero que esconde debajo del refajo como antes se guardaba la flor de la virtud. 

  

Doce monos se estrenó en 1995, dirigida por Terry Gilliam y protagonizada por Bruce Willis, un sorprendente Brad Pitt y la por entonces estrella femenina Madeleine Stowe. Entre su elenco de secundarios sobresale uno que por aquellos años también salía en todas las salsas, Bob Morse. Y yo la he visto hace apenas unos meses. 

El presente de Doce monos es sucio y subterráneo, desagradable, utópico. La Humanidad se ha refugiado bajo tierra para protegerse de un virus devastador que ha diezmado a la población. La clase dirigente envía de vez en cuando a la superficie a voluntarios forzosos para que comprueben la habitabilidad del mundo, siempre con resultados desalentadores para todos salvo para el voluntario, que para su fortuna habrá terminado con todas sus preocupaciones. 

Ahora deciden un paso más: enviar a James Cole (Willis) al pasado para que investigue el origen del brote que llevó a esta situación e informe a sus dirigentes para que estos puedan actuar y cambiar el pasado. La cosa se pone interesante. 

 

Por supuesto, al llegar a una sociedad tan paranoica como la de Estados Unidos en la década de los noventa del siglo pasado, su actitud y sus comentarios le dirigen de manera automática a ser internado en un sanatorio mental. Es allí donde conoce a Jeffrey Goines (Pitt) y la doctora Railley (Stowe), la única persona que cree que en realidad viene del futuro con una misión de salvamento. 

Suceden varias peripecias, con un Cole cada vez más desatado y desesperado, pero consiguen relacionar el evento cero con una sociedad secreta llamada Doce Monos. Mientras tanto, una serie de recuerdos del pasado van asaltando a Cole, de cuando era un niño y estaba en el aeropuerto el día antes del estallido virulento y un tiroteo en la terminal en el transcurso del cual un hombre sospechoso es abatido a tiros.

Aunque después de casi tres décadas entiendo que los spoilers han prescrito, no diré más en previsión de que alguno vea esta película hoy y pueda disfrutar de ella. Aunque sí diré que el giro final es previsible desde un ratito antes... 

 

Los viajes en el tiempo, además de paradojas, dejan reflexiones interesantes. ¿Se puede cambiar el futuro yendo al pasado? Hay quien dice que sí, que de ese modo se permite elegir otro de los posibles futuros entre las infinitas ramificaciones que salen de un punto dado de la corriente temporal. Otros afirman que tanto el futuro como el pasado están fijados y que cambiar el pasado produce unas ondulaciones temporales que se van amortiguando a medida que avanzamos de nuevo en el tiempo para llegar al mismo punto futuro anterior, sobre todo si los puntos del pasado y del futuro se encuentran suficientemente separados entre sí para absorber estas ondulaciones. 

En cualquier caso, disquisiciones filosóficas al margen, Doce monos es una película disfrutable a pesar de su estética, con un fantástico 8,0 en IMDb. No solo eso, sino que muchos años después ha dado origen a una serie que todavía no he podido ver pero que tiene cuatro temporadas, según parece.

2 comentarios:

  1. A mi me gusta mucho esta peli. La vi hace años y me encantó. La musíca, el rollo steampunk del futuro y Pitt lo hace muy bien. Todos en general.

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  2. Salci, veo que estás viendo películas que están en cartelera, no? jajajaja

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