Hace unos pocos años, la industria del cine norteamericana generó una de esas películas que, de vez en cuando, lanzan para disfrute de sus ciudadanos como exaltación patriótica. El resultado es desigual, dándose la paradoja de que las mejores películas son las que no buscan precisamente esa exaltación, sino que se centran en otras circunstancias de la guerra.
Pearl Harbour fue la última película de exaltación hasta que en 2019 se estrena Midway. Pasó por completo bajo mi radar, porque la exaltación patriótica norteamericana a mí es que me da bastante igual, pero en las vacaciones de navidad de 2022 la emitieron en televisión una noche, ni siquiera en prime time, así que aproveché para quitarla de en medio.
No me equivocaba. La película es impresionante en lo visual, con escenas impactantes de verdad. Pero, por todo eso y más, a los ojos de un espectador no norteamericano, resulta fallida incluso como película de aventuras. Porque la exaltación patriótica de los Estados Unidos, suele resultar estomagante y excesiva y en eso Midway no es una excepción.
Como tampoco lo es en el elenco de actores de nivel que reúne, buscando la mayor suntuosidad posible. Está llena de rostros conocidos, aunque pocos serían considerados sin discusión actores de la primera fila: Woody Harrelson, Patrick Wilson, Luke Evans, Dennis Quaid, Aaron Eckhart o Nick Jonas (ejem...).
Para la dirección, el gurú del cine de superproducción y acción, Roland Emmerich (Godzila, Independence day, El día de mañana, Moonfall, 2012, Stargate...), que cada vez hace películas más surrealistas en lo excesivo.
El resultado de todo estos ingredientes es un cóctel previsible y de un mínimo interés, que dura 138 minutos que estarían mejor empleados en otros menesteres.
Ahora bien, la batalla de Midway supuso el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial en el frente del Pacífico, donde se libraba una guerra paralela contra el Imperio de Japón, y esto sí que es realmente importante.
Desde el ataque sorpresa a Pearl Harbour en diciembre de 1940, los japoneses habían ido de victoria en victoria y controlaban todo el sureste asiático. Pero, incluso en la cúspide de su poder, temían al gigante americano al que habían vuelto a doblar la muñeca en la batalla del Mar de Coral unas semanas antes.
Se dice que el almirante Yamamoto, el hombre detrás de la estrategia, sabía que era una guerra que no podía ganar a largo plazo. No se puede decir que fuera un visionario en este sentido, porque hay pocos escenarios en los que se pueda derrotar a un país-continente del nivel de los Estados Unidos y su inmensa (en aquella época aún más importante) capacidad industria.
Yamamoto buscaba un nuevo enfrentamiento en el que poder poner de rodillas de forma definitva a la flota del Pacífico, ya tambaleante, y poder negociar desde una posición de fuerza, así que eligió un atolón perdido de la mano de dios para presentar batalla.
Reparto de 1976. No hay color |
El resultado, lejos de lo esperado por Yamamoto, supuso un golpe casi final a la flota japonesa, que perdió cuatro portaaviones (el nuevo rey de los mares por encima del acorazado).
Leer sobre la batalla es fascinante y revelador de cómo, a veces, el destino se juega en el filo de una navaja. En Midway los japoneses bebieron hasta los posos del cáliz de la mala suerte.
Para empezar, durante los juegos de guerra previos que realizaba el estado mayor para determinar la estrategia, el oficial responsable de los movimientos de la flota estadounidense propinó una sonora derrota al bando japonés, pero como había maniobrado sin cumplir las reglas del escenario de batalla propuesto, el resultado se declaró nulo y se repitió con el resultado esperado de victoria decisiva japonesa. Los nipones, y no sería la primera vez, pecaron de soberbia y no prestaron atención al aviso, porque la flota norteamericana actuó de la forma en que el oficial japonés había previsto, con el mismo resultado.
Los norteamericanos partieron con la ventaja de haber roto el código de mensajes japonés, lo que les permitió determinar el punto de ataque con una argucia. Sabían que se aproximaba una ofensiva, pero no conocían el punto elegido y tenían varias opciones. Para acabar de cerrar esta incertidumbre emitieron en abierto un mensaje que indicaba que Midway tenía problemas con el suministro de agua. Cuando desencriptaron los mensajes japoneses, confirmaron que Midway era el punto de ataque y pudieron maniobrar en consecuencia.
En la batalla del Mar de Coral, los norteamericanos perdieron el portaaviones Lexington y el Yorktown quedó tan gravemente dañado que los japoneses pensaron que se acabaría hundiendo o que las reparaciones llevarían demasiado tiempo. Craso error y falta de inteligencia militar, porque el portaaviones fue reparado en un tiempo récord y se lo encontraron enfrente sin esperárselo.
Por último, la mala suerte y la indecisión del almirante Nagumo hizo que el ataque aéreo norteamericano pillara en una situación comprometida a la flota japonesa, lo que disminuyó de forma notable la capacidad de su defensa antiaérea.
El resultado fue devastador, perdiendo los japoneses los cuatro portaaviones que habían puesto en liza, frente a solo uno de los norteamericanos. Las pérdidas humanas fueron también graves, siendo las bajas de los pilotos experimentados las más difíciles de asumir.
A partir de ahí, la oportunidad del Imperio Japonés, no de ganar la guerra, sino de negociar, se esfumaron y comenzaría una campaña de años en las que fueron retirándose palmo a palmo de la tierra que conquistaran, con gran pérdida de vidas y material, hasta la derrota final.
¿La película? Ah, sí. Cotiza a 6,7 en imdb, pero resulta uno de esos casos en los que la puntuación está inflada. Muy inflada, diría yo. Rondando el cinco, por arriba o incluso por abajo, sería más ajustado.
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