Territorio Lovecraft ha sido, a la vez, una esperanza y una decepción. No hay muchas ocasiones en las que podamos ver adaptaciones de los Mitos en el cine o la televisión, de tal forma que incluso no se reconoce de forma explícita que estamos ante una visita a estos lugares icónicos, así que por eso fue una sorpresa que se avivó tras un más que interesante episodio 1x01.
De forma inevitable se convirtió en una decepción, primero porque no parecía haber mucha intención de producir nuevas temporadas y, segundo, porque la calidad de los diez capítulos que tenemos, es bastante irregular. O sea, que si es difícil encontrar adaptaciones de los Mito, que estas adaptaciones sean realmente buenas es todavía más complicado.
No quisiera dar impresión equivocada. Territorio Lovecraft es una serie que está bastante bien, pero que resulta ser algo irregular en cuanto a la calidad de sus episodios.
La verdad es que la serie empieza como un tiro, presentándonos un escenario bastante desconocido porque huye de la ambientación habitual de la Nueva Inglaterra blanca y protestante de los años veinte del siglo pasado. En su lugar, nos sitúa en una Nueva Inglaterra desde el punto de vista de los americanos de raza negra que, como en el caso del protagonista Atticus Freeman, han luchado por su país, pero que cuando vuelven a casa se reencuentran con la cruda realidad en la que son ciudadanos de segunda. El marco temporal es a mediados de la década de los cincuenta, poco tiempo después del fin de la Guerra de Corea.
Este resulta ser uno de los atractivos más evidentes de la serie, porque nos enseña situaciones desconocidas hasta ahora, pero terriblemente habituales en los Estados Unidos de la época. Como resulta ser el caso de los condados y ciudades que prohibían la circulación de gente de raza negra por su territorio una vez puesto el sol, bajo pena de que cualquier persona podía acabar con la vida de los despistados sin que los agentes de la ley movieran un dedo para evitarlo.
El concepto en sí es terrorífico incluso hoy en día, pero además nos deja alguno de los momentos más tensos de todos los capítulos: cuando Atticus y sus acompañantes circulan con el policía siguiéndoles los talones mientras el sol baja inexorable en el horizonte; no puede acelerar, porque si sobrepasa el límite de velocidad dará una excusa para que les detengan, así que lo único que se puede hacer es rezar y que el vehículo en el que viajan no sufra una avería y les deje tirados.
Esta combinación funciona realmente bien. Como funciona bien el grupo de personajes, bien construido, con relieve, llenos de motivaciones y frustraciones que irán saliendo a la luz a medida que las cosas se complican.
Atticus (Jonathan Majors), Leti (Jurnee Smollet), George, Hippolita y Montrose son los protagonistas principales, más los dos primeros, pero cada uno tendrá su momento de lucimiento, por así decir. Incluso la niña, Diana, que también tendrá sus más y sus menos con las entidades de otros mundos.
Veremos criaturas de apariencia más o menos desagradable, hechiceros como Christina / William, conjuros de sangre, monstruos orientales, tentáculos, babas, cultistas... Un aderezo que resultará familiar a los aficionados a los relatos de Lovecraft y su Círculo y a todos aquellos que jugamos a La llamada de Cthulhu.
Es una pena que Jonathan Majors acabara por destrozar una prometedora carrera y unas cuantas vidas, porque su Atticus da el pego tanto como ratón de biblioteca que investiga entre volúmenes polvorientos, como héroe que intenta salvar su vida y la de su familia ante la conspiración que parece que va a acabar con el mundo en cuanto se complete el sacrificio de sangre.
Ya no veremos cómo continúa la historia, ni tampoco hasta dónde podría haber llegado Jonathan. Pero por lo menos podremos disfrutar de diez capítulos que cotizan a un más que decente 7,2 en imdb.
Eso sí, hay que advertir que hay algunas que otras escenas escabrosas que quizá no sean para todos los gustos.
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