Estuvo más de un año en la pila de libros pendientes, esperando su oportunidad. Y, cómo no, llegó. No en vano soy un fiel lector de Pérez-Reverte, incluyendo los artículos semanales que incluye en el semanal que acompaña al periódico de Gijón, El Comercio.
La historia, ubicada en el asedio francés a Cádiz durante un amplio período de las guerras napoleónicas, da para más de 700 páginas que se leen con mucho agrado. Su reparto, ampliamente coral, tiene varios personajes carismáticos que mantienen el peso de la novela. Porque si de algo puede vanagloriarse don Arturo, es de crear personajes que se ajustan como un guante a la historia que están contando. Esa es una gran virtud, da igual el peso que el personaje en cuestión tenga en la trama, Pérez - Reverte consigue que sea creíble.
Varias historias arrancan en El asedio para, poco a poco, confluir en la trama principal. Un asesino en serie ataca a jóvenes mujeres, matándolas cruelmente. En los lugares del crimen ha impactado una bomba francesa; más adelante, el asesino incluso se adelantará a los acontecimientos y matará antes del impacto. Un comisario de policía, cruel y corrupto, dejará su empeño en descubrir al monstruo.
Comparten las páginas de la novela Lolita Palma, heredera de una casa comercial gaditana, Pepe Lobo, capitán corsario, Fernando Mojarra, guerrillero, Simon Desfossaux, artillero francés, y muchos otros relacionados con los anteriores. Cada uno con sus blancos y negros, virtudes y defectos, pero todos con el inconfundible sello Pérez-Reverte.
Y es éste quizá el mayor problema. A veces uno tiene la impresión de que las ideas se le están agotando. Los tics que utiliza ya los ha empleado en otras ocasiones, hasta el punto de que parece que estamos leyendo una historia similar, cambiando la época en que transcurre. La sombra de Alatriste es alargada y quizá el mismo autor se da cuenta, pues hace años del último libro de la serie. Quizá huye de ello, buscando refugio en otras aguas.
Porque en El asedio hay también un gusto a mar. Se nota que es una de las aficiones del autor, que disfruta describiendo escenas, maniobras, utillaje. Quizá demasiado, pues para el lector es difícil de seguir tanto vocabulario técnico (más para los de la LOGSE que para nosotros, los que hicimos EGB y BUP). Eso y esa añoranza de un pasado mejor, ese dolor de España como tierra de contrastes, ventajista y pesimista como pocas. Como digo, el sello Pérez-Reverte se encuentra en cada página.
La historia transcurre con facilidad, las páginas pasan veloces hasta llegar a el final. Quizá llega éste de un modo demasiado abrupto. Seguro que algún cierre parcial no es satisfactorio (en especial, lo que le ocurre a Pepe Lobo no tiene nombre). Final amargo, incluso aunque el asesino sea finalmente descubierto y pague su culpa de un modo, digamos, peculiar.
Es eso lo que hace que no estemos ante un libro redondo. Pero me ha gustado mucho más que otros títulos recientes del autor como Un día de cólera (probablemente un libro de encargo, y se nota) o El pintor de batallas, demasiado intimista para mi gusto. Creo que remonta el vuelo un poco, pero está lejos de llegar a cimas anteriores. Vamos a poner un notable bajo a El Asedio. Un siete, más por cariño que por merecimiento, pues quizá siendo justos le iría mejor un seis.
Otro día será el momento de hablar un poco del personaje que para sí mismo ha creado Pérez-Reverte. Dudo si estará fagocitando a la persona.
Por cierto, ya quisiera Dan Brown escribir como lo hace Arturo, aún lejos de sus mejores momentos.
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