Toy Story 3 cierra, parece que definitivamente, la trilogía que tiene a Woody y Buzz como sus mayores exponentes. Y para mí que la serie, como suele ser habitual, remonta el vuelo tras una segunda parte que, sin ser ni mucho menos mala, no está a la altura de las expectativas generadas por la primera.
La historia es sencilla en apariencia: Andy se hace mayor y se va a la universidad; tras ciertas vacilaciones, mete a Woody en la maleta que se llevará y al resto en una bolsa de basura con la idea de guardarlos en el trastero. Por una de esas casualidades que sólo pueden ocurrir en una película, la bolsa de basura queda en el pasillo, expuesta a la acción de mamá que, evidentemente, los tira a la basura. Woody los rescata y juntos se meten todos en una caja con destino a... LA GUARDERÍA.
Es allí donde se desarrolla la mayor parte de la historia y las peripecias de esta entrega, y donde aparecen secundarios impactantes y maléficos: el osote de peluche, cacique de la guardería y que maquinará sucios planes; su guardaespaldas, un bebé de gran tamaño; Ken, acomplejado por ser un juguete para niñas; un mono con platillos, implacable vigilante en la sala de circuito cerrado de televisión... Además de los habituales: el señor patata, Rex, los alienígenas del gancho (que protagonizan, me parece, el momento más reprochable de la peli, un Deus ex machina poco creíble)...
¿Qué hay detrás de la historia aparente y de los gags, alguno muy bueno, por cierto? Pues una historia de amistad de las más clásicas. Llega incluso a emocionar en varios momentos (la escena del crematorio del basurero y la del final, principalmente). Además de que el perenne optimismo de Woody, que ha tratado de contagiar a sus amigos durante las tres películas, tiene finalmente una recompensa bien merecida. Me gusta, porque muestra valores que no dudaría en enseñar a mi hija y me sentiría orgulloso de ella si los adquiriera.
Además no deja de resultar paradójico que en una película sobre juguetes, realizada con los mayores avances del gremio cinematográfico por ordenador, lo más avanzado sea un telesketch. Me gusta también que se valoren los juguetes de siempre. Basta ya de consolas, que absorben el seso, y más clicks de playmobil, más imaginación para los chiquillos.
Al perder el efecto sorpresa de la primera no voy a darle un sobresaliente, pero sí un notable alto.
Aún así, imprescindible.
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