Como todos los años por estas fechas más o menos, repasamos las lecturas que hemos tenido ocasión de hacer, siempre exceptuando tebeos y revistas...
Primero los fríos números que, para 2011, aportan un total de 29 libros y casi 11.000 páginas. Si comparamos con el pasado año, he leído menos libros pero más gordos...
- El año empezó muy bien, con La dama del lago del polaco Andrzj Sapkowski. Un brillante colofón a la saga del brujo, Geralt de Rivia. Aunque la estrategia comercial de Alamut es bastante discutible desde el punto de vista de un consumidor (dos tomos en lugar de uno solo volumen, para cascarnos unos 42-43 euros en lugar de los normales 25).
- George R.R. Martin puso la siguiente, Canciones que cantan los muertos. Brillante colección de cuentos cortos que todos los aficionados a la ci-fi deberían leer. Adecuados para esos trayectos muertos en tren, autobús (si no te mareas) o esperas en aeropuertos.
- Arturo Pérez - Reverte aporta El Asedio y El puente de los asesinos, más la relectura de Corsarios de Levante. Mientras que el capitán Alatriste es un valor seguro que cotiza al alza en el mercado de mis gustos, El asedio da la sensación de que te lees casi 800 páginas para ventilar la historia en cincuenta, con un final demasiado agrio para mi gusto.
- Otro valor seguro es Terry Pratchett. Este año han caído El regimiento monstruoso, genial alegato antibelicista, Ronda de noche, una soberbia historia de la Guardia ambientada en el pasado cercano del comandante Vimes, Cartas en el asunto, una de esas historias de Pratchett ambientadas en Mundodisco pero que no tiene como protagonista a ninguno de los habituales y ¡Zas!, otro soberbio y genial alegato, en este caso antirracista. Creo que tanto ¡Zas! como Ronda de noche son de los mejores volúmenes de la ya larguísima serie (más de 30) del Mundodisco, mientras que los otros dos están bastante cerca, así que... cualquiera de ellos son must have.
- También ha habido tiempo a la literatura de no-ficción. Tenía interés en leer el librito de Juanma López Iturriaga, Antes de que se me olvide, y no me defraudó si no es por su reducida extensión (y comparativamente hablando, elevado precio). El segundo intento ha sido Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que trata del 23-F y que por eso también me ha gustado tanto.
- He tenido tiempo para dedicar al buen doctor, Isaac Asimov. Un volumen de Cuentos completos, siempre interesante por ser un maestro de este tipo de narraciones y que nunca defrauda. El primer volumen de La Edad de Oro, un interesantísimo ensayo sobre el descubrimiento sucesivo de Los gases nobles, y ese ejercicio que es la colección de relatos de misterio de Los viudos negros, que ya había leído hará más de veinte años (joé con la cifra).
- Poco he leído de John Grisham todavía. Este año, Causa Justa, un poco ni chicha ni limoná, más allá de pasar un rato entretenido.
- Como ni chicha ni limoná es, al final, La caída de los gigantes, del galés Ken Follet. No sé qué me pasa últimamente con el hombre del tupé blanco, pero esos enormísimos tochos que se gasta podrían adelgazar soberanamente si le quitara toda la paja que les mete. Si en Un mundo sin fin podrían ser, perfectamente, 200 páginas, en este serían casi otras tantas. Tiene su público, pero yo no sé si me gastaré el dinero en comprar el siguiente volumen... Depende de lo que haya en Círculo.
- Mi incursión en la fantasía nacional ha sido un poco decepcionante. La guerra por el norte, de Guillem López, no llega. Mucho trabajo pero poco contenido, creo yo. Y la edición es francamente mejorable.
- Tenía ganas de leer algo de Blasco Ibáñez. Me decidí por Cañas y barro, más que nada porque algo recordaba de la serie que emitió TVE cuando yo era un crío (o sea, hace más de 30 años, ¡toma!). Bueno, no defraudó.
- Mundo Anillo, de Larry Niven llamó mi atención porque tiene los premios Hugo, Nebula y Locus, algo al alcance de muy pocos. Aunque fue un poco decepcionante porque el libro se sostiene casi exclusivamente en la descripción de la superestructura que es el Mundo Anillo y poco en la historia en sí. Bastantes años después escribió la continuación (Los ingenieros de Mundo Anillo, que he leído y todavía no he reseñado aquí) y otras más (Trono de Mundo Anillo, Herederos de Mundo Anillo). La serie pierde progresivamente interés, perdido el efecto sorpresa.
Guardo para el final las decepciones y fracasos rotundos de este año, que también los hay.
- Se lleva la palma la Trilogía de Teutoburgo, con El último querusco, Liberator Germaniae y La batalla del destino. Una prosa densa, aburrida y trufada de términos pseudointelectuales, así como fallos garrafales en la datación de personas, animales o cosas, hacen que el resultado final sea bastante malo. Pésimo, diría yo. He tenido que echar valor para terminarla. Tanto que la tríada capitolina de mis autores "preferidos" se compone de Dan Brown, con Artur Balder a su izquierda y la dupla Del Toro / Hogan (Nocturna) a su derecha.
- Otra gran decepción ha sido El clan del oso cavernario. No estaba preparado para leer las peregrinas hipótesis que formula y de las que ya hablé en la entrada correspondiente y en la de El valle de los caballos. La más que dudosa recreación de la era de las cavernas, donde parece que todos son tan altos, tan rubios, tan listos, tan guapos, tan perfectos, tan... arios, tampoco ayuda al conjunto...
- Robert E. Howard ha dejado de ser un valor seguro, ha perdido la triple A. Cabeza de Lobo es decepcionante al compararla con el resto de su obra.
- Finalmente, Crimen y castigo, de Dostoievski. Un ladrillo de cuidado que ha llegado a la consideración de Clásico. Me costó acabarlo bastante.
El balance del año es más o menos equilibrado, aunque los libros de Balder, tan cercanos al fin de año, han supuesto que lo haya terminado con una cierta sensación de ¡madre mía! Pero hay libros bastante buenos antes y los habrá también, después.
Ahora mismo estoy pendiente de terminar Trono de Mundo Anillo, para cambiar de registro antes de ponerme con el último de la serie. Aún no tengo decidido si los reseñaré todos a la vez o uno a uno... Depende de las ganas que tenga.
En mi mesa tengo varios libracos: uno sobre Sherlock Holmes (por cierto, prodigiosa la serie de la BBC; hablaremos de ella); Numancia, de José Luis Corral, que venía con una revista; Pequeños hombres libres y Un sombrero de cielo, de Pratchett; Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo (ya puede ser bueno porque es un tocho de cuidado); y El temor de un hombre sabio, la esperada continuación de El nombre del viento, de Rothfuss. Entre medias, veré lo que encuentro por ahí.
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