Tras el subidón de adrenalina de X-Men: Orígenes, pasamos a una vuelta a algo más terrenal con Acero puro (Real Steel), una cinta que tiene como telón de fondo los combates entre robots humanoides en un futuro cercano y lo que los rodea.
Hugh Jackman es un boxeador retirado que, al suspenderse los combates de boxeo tradicionales trata de ganarse unos dólares controlando un robot boxeador. La verdad que sin mucha suerte, todo hay que decirlo. Es una especie de vividor, siempre huyendo de los acreedores y buscando ese golpe de suerte que le cambie la vida. El típico perdedor que tanto gusta a los yanquis...
Si a esto añadimos que tiene un hijo al que abandonó, que hay una cierta tensión sexual no resuelta con la dueña del antiguo gimnasio en el que entrenaba, y que pudo haber sido un campeón pero su mala cabeza se lo impidió, tenemos...
Una historia típica y tópica.
Pues sí, amigos, Acero puro no es más que otra historia de superación personal con la moralina que se suele incluir en Holywood. Nada que no hayamos visto ya un centenar de veces.
Si no fuera porque los combates entre esas máquinas de acero puro, de tres metros de alto y quinientos quilos de peso, son ciertamente espectaculares. Y si no fuera porque el robot Atom es un fajador al más puro estilo Rocky pero que, al igual que su modelo humano, consigue pelear por el título mundial...
Y si no fuera por Evangeline Lilly....
Si no fuera por todo lo anterior, la peli sería perfectamente olvidable.
Y, si me apuras, casi que con todo lo anterior es perfectamente olvidable.
Seamos generosos y pongamos un cinco. Más que nada porque logra entretener.
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