Chico, era oir ese saludo y la algarabía infantil alcanzaba un volumen infernal. Mientras tanto, yo estaba en mi casa, dando buena cuenta de la merienda: unas onzas de chocolate, o un bocadillo de mermelada, nocilla o leche condensada. ¡Se me hace la boca agua, todavía!
Los payasos de la tele. Así llamábamos a la familia Aragón, a Gaby, Miliki y Fofito. No conocí a Fofó, el que dicen era el más conocido de todos. Sí ví los inicios de Milikito (Emilio Aragón, que luego haría carrera en la vida), haciendo de payaso mudo con un cencerro (o una bocina, no recuerdo bien).
Cómo olvidar las canciones (La gallina turuleca, Susanita, Había una vez, Mi barba, Cómo me pica la nariz, Don Pepito y don José, En el auto de papá...), las actuaciones circenses, que dejaban con la boca abierta y, claro, los cortos. Entremeses, podríamos llamarlos. En ellos, los payasos de la tele burlaban una y otra vez a Fernando Chinarro y al mismo Gaby.
Hace ya muchos años que lo dejaron. Gaby desapareció por completo de la vida pública y únicamente nos quedaban Miliki y Milikito, este ya como Emilio Aragón.
El bueno de Miliki continuó con espectáculos en vivo y colaborando en televesión con su hija Rita Irasema. También publicó una serie de discos con las canciones que hicieron famosos a él y a sus hermanos.
Posteriormente se supo que no era todo lo que relucía. El clan Aragón estaba polarizado entre Milikito (y Miliki) y los demás. Fofito, tras admitir un pasado de alcoholismo, denunció en prensa que su primo (y su tío) maniobraban para quitarle de enmedio y disminuir sus oportunidades de trabajo. Acusó a su tío de haber tenido siempre envidia del cariño que los niños profesaban al entrañable Fofó, su padre (del que hay dedicada una estatua, en Madrid, creo)...
No sabemos si todo esto es cierto o no. Cuando el río suena, agua lleva, pero en cualquier caso siempre hay dos versiones de la misma historia. Y es triste cuando las familias sacan los trapos sucios a pasear.
Hace unos días ha muerto Miliki, el último de los hermanos. El payaso entrañable que tocaba el acordeón y tantas risas me hizo pasar de niño.
Un trozo de mi infancia se ha ido con él. Me hago mayor, sin duda.
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