Estas fiestas he aprovechado para dar el último empujón y terminar las casi 1.200 páginas de este Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo. De esta forma doy carpetazo a este autor por una buena temporada, porque son casi 4.000 páginas lo que suman los tres volúmenes de la trilogía de Escipión y el tocho que supone el último libro.
Y digo que doy carpetazo porque estamos otra vez frente a lo mismo de siempre. Un impresionante derroche de erudición y de páginas; un grupo de personajes bastante amplio en el que el autor vuelve a confrontar a los buenos-buenos con los malos-malísimos. En este caso, el malo-malísimo es Domiciano, mientras que los buenos-buenos son casi todos los demás. Con alguna excepción, bien es verdad.
Pero es que los buenos-buenos no tienen defectos y los malos-malísimos no tienen virtudes. Es el blanco contra el negro. Tan poco creíble, y tan cansino, que ya he tenido bastante.
Justo es reconocer, sin embargo, que el libro mantiene un ritmo vertiginoso, con varias historias que acaban confluyendo en el punto adecuado, sin que se note forzado en ningún momento. Es algo en lo que el autor sí parece haber mejorado.
Es posible también que le sobren un buen puñado de páginas. Al mejor estilo del último Ken Follet. Creo que 1.200 páginas son demasiadas para lo que se cuenta.
Como también creo que son demasiados personajes, tanto principales como secundarios. Y demasiada erudición junta. Que sí, que se nota que el autor domina la época. No solo eso, sino que parece que se ha leído un porrón de libros. Pero tampoco hace falta pasarlo por los morros cada dos párrafos.
Y en unas cuantas ocasiones parece que estamos leyendo una continuación de la trilogía de Escipión. No solo se le menciona en diversos pasajes, sino que si analizamos un poco, los binomios Escipión-Trajano, Catón/Fabio-Domiciano, Plauto-Estacio, son bastante claros.
Pues eso, que aunque entretiene, no es nada del otro mundo. Aún así, por su ritmo y porque tampoco trata de engañar a nadie, un siete.
Por una temporada, voy a tratar de leer libros más corticos. Que los tochos que me he metido últimamente acaban agotando un poquito.
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