Estamos en una fase en la que parece que la imaginación de los guionistas y directores de cine sufre un poquito y tienen que buscar otros campos de inspiración. De un tiempo a esta parte abusan de remakes, adaptaciones de libros, tebeos o cuentos populares.
Evidentemente, Caperucita roja pertenece al último grupo: la adaptación de un cuento popular conocido por todos al que, para satisfacer a todos los públicos, se le da un giro inesperado acorde a los tiempos que vivimos.
En el cuento está la niña, la abuelita, el leñador y el lobo. En la película tenemos los tres primeros elementos y, además, un hombre-lobo, licántropo, lobisome o como queramos llamarlo. Nada mal para los tiempos que corren, ¿no?
Un pueblo que tiene un acuerdo con la bestia, a la que sacrifican animales cada luna llena a cambio de que las deje en paz. Hasta que la bestia vuelve a matar y se monta una buena. Para aderezar un poco el tema, pongamos un amor correspondido y otro no correspondido que debe ser reconocido por el buen nombre de la familia. Pongamos una paternidad discutida. Añadamos un sacerdote un tanto fanático (Gary Oldman, muy bien como casi siempre).
Y añadamos una estética bastante interesante, con suaves tonos grises y marrones en el que la capa roja de Caperucita resalta como la sangre en una copa de agua. A todo esto, sumemos los enormes ojos de la protagonista, Amanda Seyfried, para terminar de dar color al cuadro.
El resultado es entretenido, aunque quizás un poco previsible. No es una peli que quede en el recuerdo, pero sí ayuda a pasar el rato. Un seis.
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