Esta semana pasada ha sido abundante en efemérides y circunstancias dignas de reseñar. Entre ellas, se cumplían once años de los atentados de Madrid, del 11-M. Recuerdo que aquel día estaba desayunando en casa de mis suegros, en Gijón. Estaba haciendo unos cursos de doctorado y había pedido una semanita de vacaciones para poder hacerlos con tranquilidad.
Por aquel entonces vivía en Madrid, asi que el impacto fue aún más grande si cabe. Incluso me llamaron compañeros desde nuestra central de Alemania, preguntando si me encontraba bien. Fue, y es, un palo tremendo.
Ese mismo día, el 11 de marzo, pero de 2015, se cumplieron sesenta años del fallecimiento de Sir Alexander Fleming. Es, quizá, uno de los nombres más importantes que ha dado la Humanidad y es indiscutible que sus descubrimientos cambiaron para siempre la Historia.
Gracias a Fleming, las personas podían sobrevivir a infecciones bacterianas que poco tiempo antes hubieran acabado con sus vidas o las habría dejado graves secuelas. Quién sabe el número de vidas que salvó la penicilina en la Segunda Guerra Mundial, en la que las infecciones de las heridas estaban al orden del día. La calidad de vida de los más débiles, niños y ancianos principalmente, mejoró tanto que la esperanza de vida ha alcanzado niveles que no se hubieran podido soñar a principios del siglo XX.
Su descubrimiento de la penicilina fue casual, pero su aguda mente fue capaz de vislumbrar el potencial detrás de ese accidente y guiarnos hacia un mundo mejor. Hoy apenas existe un sitio en el que no se le homenajee: calles, plazas, colegios, parques, sellos.
No es para menos.
Gracias, Alexander |
Apenas un día después, el 12 de marzo, se conoció la muerte de Sir Terry Pratchett. Tenía solo 66 años de edad, pero muy castigados tras su lucha de ocho años contra el Alzheimer.
Uno de los escritores más vendidos, Pratchett alegró las vidas de millones de personas con historias que no solo destilaban humor. Escondida entre líneas se encontraba una aguda crítica social. Pratchett no solo nos hacía reir, sino que transmitía valores a todos aquellos que supieran rascar por encima de la superficie de su obra. Es increíble cómo la historia del Mundodisco evolucionó hasta este punto, sin perder un ápìce de popularidad.
Da vértigo pensar que ya no habrá ninguna más. Al menos, escrita de su mano. Quizá su hija, que colaboró con él en los últimos años, se decida a continuar la obra de su padre. Quizá no.
Yo ahora miro con tristeza la estantería en la que tengo todos los libros publicados en castellano sobre el Mundodisco. A pesar de pertenecer a colecciones y editoriales distintas y ser estéticamente horrendo el batiburrillo de tamaños y colores, no dejo de pensar en todos los buenos ratos que he pasado con ellos.
Gracias, Terry |
Debido a su escandaloso precio en España, yo me tuve que hacer la colección en inglés a mano. Y ahí están, ocupando un lugar de privilegio en mi estantería.
ResponderEliminarYo los tengo en ebook, y no me ocupan nada. Pero es cierto que la sensación de un libro en las manos no es la misma....
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