Hastío.
La quinta temporada de Homeland me produjo hastío. Más de lo mismo, en una espiral cuesta abajo desde la segunda temporada que, con la salvedad de la T4, se acentúa ahora.
Volvemos a ver a Carrie, aparentemente retirada del mundanal ruido pero con gran capacidad para verse envuelta en problemas, con esa mirada de lunática y los ojos anegados en lágrimas casi permanentemente (definitivamente no puedo con Claire Danes) en Alemania.
No, Claire, ni aunque vengas de incógnito |
Volvemos a ver a Saul Berenson, también envuelto en problemas para variar. Alguien le quiere empapelar la pérdida de unos archivos y se ve obligado a emigrar...
Peter Quinn se dedica a lo suyo, eliminar objetivos díscolos. Hasta que alguien le pone en el brete de eliminar a alguien conocido...
Y así podríamos seguir. Mientras tanto, una célula yihadista se plantea un ataque con gas nervioso en la estación central de Berlín, donde de seguro se produciría una catástrofe sin precedentes.
Malos malísimos, buenos de dudosa moralidad, personajes que juegan juegos dobles, tramas cada vez más imposibles...
El grupo pop de moda promocionando nuevo disco |
Una pena cómo una serie cuyas dos primeras temporadas son dignas de un Museo de la Televisión (especialmente la primera), no ha sabido mantener el nivel y, lo que es peor, no sabe cuándo terminar la agonía.
Mucho tienen que cambiar las cosas para que yo me ponga con la sexta temporada. Por lo menos, no lo haré voluntariamente...
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