Philip K Dick es un autor que ha sido adaptado al cine en numerosas ocasiones. Lo que se dice un filón, vamos. Desafío total, Minority report, Blade runner (¿en serio había necesidad de hacer una continuación, por dios?)...
Otra novela suya, El hombre en el castillo, ha sido también adaptada. En esta ocasión como serie de televisión que aún no he tenido forma de ver y que he leído hace relativamente poco tiempo.
La obra, corta como eran las obras de literatura de género hace treinta o cuarenta años, nos sitúa en unos Estados Unidos que están divididos en tres partes: el Oeste, bajo dominación japonesa; el Este hasta más o menos las Montañas Rocosas que se encuentra bajo dominación nazi; y una estrecha franja central que son unos estados semiindependientes, pero que en ningún caso se encuentran en condiciones de discutir la hegemonía de los dos anteriores y son un mero estado tapón que evita fricciones entre los dos gigantes.
La novelita se encuentra basada en la parte japonesa, en la costa Oeste. Los japoneses ejercen una dominación suave, con cierta apariencia de independencia, y bastante alejada de la mano de hierro nazi que oprime a la costa y los estados orientales de lo que fueron los Estados Unidos.
En resumen, la Segunda Guerra Mundial ha terminado con la victoria de las potencias del Eje tras el asesinato de Roosevelt en 1940.
Pero circula un libro, más o menos clandestino, que cuenta una historia muy diferente y bastante parecida a lo que conocemos. El autor, el auténtico hombre en el castillo, vive retirado en una cabaña apartada en lo alto de una montaña, por miedo a que los servicios secretos nipones o germanos tengan la tentación de enviarle a mejor vida. El título del libro: La langosta se ha posado.
Los protagonistas principales, todos estadounidenses, tienen en común un afán por consultar el I Ching, famoso oráculo chino. Supongo que también sería una de las muchas obsesiones del bueno de Dick, que al parecer iba sobrado de ellas.
La verdad es que es todo muy lioso. Pasan las páginas, en las que vamos situándonos en el marco espaciotemporal distópico de la novela y aparentemente las historias van avanzando. Aunque cuando llegué al final me dió la impresión de que no habíamos ido a ningún sitio. Una extraña sensación de haber perdido el tiempo.
Vaya carita... Y qué camisa... |
O sea que, fuera de la novedad de presentar los Estados Unidos de América como si fueran una ex-nación, poco más puedo decir de El hombre en el castillo. No sé yo si Philip K. Dick es un autor para mí, o yo soy un lector para él. Lo voy a volver a intentar, pero no estoy seguro de si deberé dedicar mi tiempo en mejores caladeros.
A mí esta novela no me gustó; me pareció una ucronía regulera. Yo me quedo con Ubik.
ResponderEliminarTengo pendiente Ubik. Creo que caerá relativamente pronto
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