Hace apenas un par de semanas que saltó la noticia de la muerte del gran Narciso Ibáñez Serrador, Chicho. Fue el 7 de junio de 2019, apenas un mes antes de haber cumplido los 84 años.
Chicho Ibáñez Serrador es historia viva de la televisión española. Un mito para los que crecimos en los años 80 del siglo pasado y que cada viernes volvíamos a casa con la ilusión de ver un nuevo Un, dos, tres... concurso que está grabado a fuego en nuestra memoria. Un programa de humor blanco, apto para todos los públicos, que llegaba a juntar delante del televisor a padres e hijos, abuelos y nietos.
Sin duda, un adelantado a su tiempo que llegó a convertir en oro a todo lo que tocaba y a garantizar un futuro esplendoroso a todos aquellos a los que descubrió para sus programas.
Pero Chicho no es solo Un, dos, tres...
Apenas un par de películas sirvieron para que revolucionara el terror patrio. En especial me quedo con ¿Quién puede matar a un niño?, un relato desasosegante que era una adaptación de la novela El juego de los niños del gijonés Juan José Plans (al que luego descubrí en el programa Historias, de RNE).
Y más que todo eso, quizá, fueron aquellas Historias para no dormir, una serie que también marcó a una generación, esta vez la de mis padres allá por los años sesenta, cuando la televisión apenas estaba empezando en este país. Chicho y su padre, Narciso Ibáñez Menta (otro genio), aterrorizaron a los espectadores en formato en blanco y negro. Todavía es hoy el día en que mi madre recuerda alguno de aquellos capítulos espeluznantes con un escalofrío.
Coincidí con Chicho en un avión, no recuerdo si de ida o de vuelta al archipiélago canario, hace unos cuantos años y ya estaba el hombre muy desmejorado. Algunos años más tarde coincidí con Mayra Gómez Kemp, icono del Un, dos, tres..., primero como azafata y luego como presentadora, en el Pasapalabra en el que fui humillado. Tengo un recuerdo agradable de ella, y sobre todo del comentario que hizo en una pausa de publicidad en el que dijo que yo me parecía mucho a Chicho cuando era joven.
Ojalá me pareciera de verdad a este genio, al que no llego ni a la suela de los zapatos.
Y hasta aquí puedo leer...
No hay comentarios:
Publicar un comentario