Desde siempre me han gustado las series policíacas, Starsky & Hutch, Los hombres de Harrelson, Canción triste de Hill Street, Spenser..., pero tanto o más que estas me gustan las de suspense. Colombo o Se ha escrito un crimen, por ejemplo. Series que podía ver toda la familia, porque no había sangre y al muerto se le solía ver tapado con una sábana blanca. Era raro también ver el funcionamiento de una persona: la mejor arma del investigador era su cerebro y en el caso de Colombo esa última pregunta que llevaba a descolocar al sospechoso.
La televisión ha cambiado mucho desde que yo era un niño. Muchas cosas son mejores, otras son peores. Pero todavía se pueden encontrar series como las de antes.
Castle es una serie que alcanzó ocho temporadas, lo que no está nada mal en los tiempos frenéticos televisivos que corren actualmente. El protagonista es Rick Castle, un autor de éxito que busca una experiencia real con la policía para documentarse y escribir su nuevo libro. Durante esta experiencia traba relación con la inspectora Kate Beckett, que le impresiona tanto como para inspirarse en ella para su protagonista. Al inicio no se pueden ni ver, pero la cosa acabará de una forma muy diferente...
Y así, amigos, hasta 173 capítulos, la mayor parte de ellos muy entretenidos (el conjunto de la serie puntúa 8,1 en imdb), aunque la liaron con una trama de espionaje y conspiración que quizá no venía muy a cuento y que no aportaba gran cosa.
Momento inolvidable |
Una de las patas del éxito de Castle, además de unos casos de lo más interesantes, es el enorme carisma de sus protagonistas. No solo Castle y Beckett, sino de todos los habituales: Martha (la madre de Castle, interpretada por Susan Sullivan, a la que recordaréis - o no- de Falcon Crest), Alexis (su hija) y los detectives Ryan y Esposito. Todos ellos ayudan a construir una ficción creíble, dándole volumen y perspectiva.
Otra de las patas, que sustenta o se sustenta en la primera, son los guiones: historias atractivas capítulo a capítulo hacen que los nuevos espectadores se enganchen a la serie; las historias personales de los personajes hacen que la ficción tenga una continuidad y un sabor familiar.
Y la tercera pata es el tremendo carisma de Nathan Fillion, un actor que hace que de forma inmediata amemos a su personaje, ya sea el capitán de la Firefly, el hombre del tiempo novio de la hija de Phil Dunphy en Modern Family o un cuarentón novato de la policía en The Rookie.
De forma sorprendente, Castle sobrevivió incluso al final de la tensión sexual no resuelta entre Castle y Beckett, que incluso acabaría en boda. Y también a la aparente mala relación entre Nathan Fillion y Stana Katic en la vida real. Con buen criterio decidieron que la ficción no debería sobrevivir a la salida de uno de sus protagonistas y por eso acabaron por darle un final digno, sin hacerla arrastrarse por la parrilla televisiva.
Otro momento inolvidable |
Castle es de lo mejorcito que he visto en televisión en los últimos tiempos y todavía hoy, tres años después de su cierre, me quedo mirando alguno de sus capítulos en las infinintas reposiciones que se hacen en las cadenas de televisión digital.
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