Mi compañero y buen amigo Antonio, natural de Borja y residente en Zaragoza, es un gran aficionado a la ciencia ficción y no le hace ascos ni a la nacional ni a la foránea. Tanto es así que incluso sigue este blog.
Hace dos o tres meses que paseaba por su ciudad y dio con un puesto en el que un autor estaba pendiente de potenciales compradores para su obra. Como Antonio es un zalamero, entabló conversación y compró el libro.
Días después, durante una de nuestras conversaciones, me contó el episodio y no dudé sobre cuál era el nombre del autor: Pedro Moscatel. El libro era Quintaesencia.
Conozco a Pedro desde hace años, pero solo de forma virtual: por sus publicaciones en su blog, que ahora tiene un poco abandonado, y por los comentarios que nos cruzamos. No obstante, a pesar de la diferencia de edad (él es insultantemente joven y yo soy un viejoven fofisano), siempre ha habido una afinidad que viene de compartir afición por la lectura y la escritura.
He de reconocer que a mí me corroe la envidia. A sus (pocos) años ha conseguido lo que yo sueño: publicar una nada desdeñable cantidad de relatos y novelas. Podéis visitar su blog en el enlace que encontraréis a la columna de la derecha.
Quintaesencia es un relato del lejano futuro del Universo, abrazando la hipótesis de que está destinado a expandirse de forma infinita y cada vez más rápida, para morir en la oscuridad y el frío más absoluto.
En esos últimos estertores, Palius Mantel, jinete de materia, atraca en La Estación, una gigantesca nave semilla que desde hace miles de años vaga por el vacío interestelar en busca de un nuevo mundo para dejar su preciada carga: seres humanos.
Cuando Mantel llega a La Estación, ésta no es más que un pálido reflejo de lo que fue en su plenitud, con grandes áreas cerradas debido a la falta de población y, lo que es más crítico, de energía. Con él seremos testigos de los últimos años, hasta que finalmente abandona la nave en compañía de su último capitán, Myke Terroma, destruyendo La Estación en el proceso.
El destino, si no otra cosa, llevará a ambos a contactar con una civilización de constructos (factos los denomina el autor), indistinguibles de nosotros, que llevan también incontables eras esperando a aquel que devolverá el orden al Universo.
Porque Pedro Moscatel, además de trufar su libro de conceptos físicos que dan consistencia a su historia, añade además algún concepto más filosófico o religioso, como la creencia de los factos en un ser superior, o el mismo concepto de la quintaesencia que es la culpable de la expansión del universo.
Lo sorprendente es que esa quintaesencia, o más bien su constante universal, pueden ser modificados por medios humanos para revertir el proceso de expansión infinita y recomprimir el Universo al tamaño que tenía antes de iniciar su expansión, estabilizándolo y permitiendo la supervivencia de la especie humana. Pero, como suele suceder en estos temas trascendentes, algo saldrá mal y la infinita expansión se convertirá en una infinita compresión hasta un punto de densidad infinita....
No cuento más, porque Quintaesencia es mejor leerlo. Y se lee bien, aunque a veces hay que meditar sobre lo que lees para entenderlo por completo, de dónde vienes y a dónde vas. Así hasta el final, en el que las piezas encajan como en un puzle temporal.
Recomendable
Mil gracias por leer y por tu reseña, Salci, aunque llegue tarde a leerla. Como te dije me hizo mucha ilusión cuando me dijo Antonio que el libro era para ti (tanta como pena me da de vez en cuando tener el blog tan abandonado). Un fuerte abrazo, ¡nos leemos!
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