Ya sabemos que es necesario conocer la historia para tratar de no repetirla. Y aún así resulta difícil no caer en los mismos errores del pasado.
En España hubo una guerra que duró cincuenta años. Una guerra desigual, porque el relato lo ponían unos, y los muertos, otros. Hasta que Francia se dio cuenta de que no podía dar más soporte a una banda de asesinos. Hasta que el asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un punto de inflexión y el pueblo, ese ente abstracto del que muchos se apropian hoy en día, dijo basta.
A partir de ahí, tras la desaparición del mártir, ese monstruo que era ETA se desinfló hasta desaparecer con más pena que gloria. Sin duda, con mucha más pena y mucha menos gloria que sus pistoleros y dirigentes hubiesen deseado.
Durante esos cincuenta años, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se empeñaron en combatir con todos los medios legales a su alcance (y quizá otros medios no tan legales) a los terroristas mientras que, como en todas las guerras, los políticos iban a la suya, más o menos.
Y los muertos iban alfombrando las calles de verde y rojo.
Porque quizá ha sido la Guardia Civil la que fue golpeada con más dureza, siempre buscando una reacción represiva desproporcionada del Estado que les permitiera ganar definitivamente el relato internacional y verse como honorables gudaris que mataban por defender al pueblo. Al suyo, se entiende.
Sangre, sudor y paz es un homenaje a la Guardia Civil que, incansable, devolvía golpe por golpe. Tímidamente al principio, con mayor contundencia a medida que iba aprendiendo de sus errroes y del modus operandi de sus adversarios, así como de la progresiva falta de nivel intelectual y estratégico de los dirigentes etarras que sustituían a los que iban cayendo.
Lorenzo Silva, Manuel Sánchez y Gonzalo Araluce escriben un mosaico de hechos, derrotas y victorias, alimentadas por los testimonios de los supervivientes y de agentes que jugaron un papel más o menos destacado en los diferentes operativos.
Nunca más |
Confieso que lo he leído con interés y con emoción. Una emoción que se transformó en lágrimas al leer lo ocurrido en la casa cuartel de Vic y, sobre todo, el atentado brutal a la casa cuartel de Zaragoza, leyendo el testimonio de padres que aún hoy, más de treinta años después, viven desgarrados por la pérdida de hijos e hijas inocentes, en algunos casos de muy corta edad.
Por eso no debemos olvidar. Porque si olvidamos, corremos el riesgo de que todo ese sacrificio no haya servido para nada y que, dentro de poco, a la hidra derrotada le crezcan no una, sino dos cabezas venenosas.
Nunca, nunca más |
Sangre, sudor y paz es un libro que todo hombre y mujer de bien debería leer.
Hechos como los narrados en este libro no pueden ser olvidados ni minusvalorados, algo que hacen algunos políticos en la actualidad y es bochornoso, por no decir otra cosa.
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