domingo, 14 de febrero de 2021

Cuentos de la Taberna del Ciervo Blanco

Los cuentos, o relatos, fueron  el vehículo por el que me aficioné a la ciencia ficción cuando era un chaval, y aún hoy siguen siendo mi formato preferido. Resultan rápidos de leer, fáciles e inmediatos, y además suelen tener un punto de exigencia para comprender por completo su sentido. Un buen relato de ciencia ficción es de las mejores experiencias como lector. 

Aprendí con los clásicos, sobre todo Asimov, pero también otros como Sturgeon y las recopilaciones de relatos que se publicaban allá por los ochenta del siglo pasado. Hoy el relevo lo toma Ted Chiang, que solo ha publicado cuentos y ninguna novela en sus más de veinte años de carrera.  

 

De las portadas más feas que he podido ver

No conocía yo la faceta de cuentista de Arthur C. Clarke. Lo conocía más como uno de los mejores escritores hard, con libros no demasiado largos (pero lejos de poder considerarse siquiera novela corta, y no digamos relato), cuya mayor virtud era la verosimilitud de los fundamentos científicos.

Cuentos de la Taberna del Ciervo Blanco es una recopilación de quince historias cortas en las que la propia taberna hace de hilo conductor, al modo del club de los viudos negros de Asimov. Allí se reúnen los parroquianos todas las semanas, esperando fielmente la llegada de Harry Purvis, que cada vez se apodera de la audiencia y la subyuga con un relato en el que el foco se encuentra en la tecnología y las paradojas de su uso. 

No es un libro de ciencia ficción al uso. No veremos naves espaciales, imperios galácticos, robots... solo una serie de historias que intentan llevar al límite algunos efectos de la tecnología del momento. Salvando las distancias, se podría comparar con la serie Black mirror

 


 No tengo recuerdos apenas de los relatos que componen la colección. Esa es la parte mala, porque significa que ninguno fue capaz de imprimirse en mi memoria a largo plazo. 

Sí recuerdo que lo leí con agrado. Eso es bueno, porque ya son unos cuantos los libros que se acaban haciendo bola y dejan una sensación negativa en el lector. 

Otro elemento a su favor es que es cortito y se puede leer como librito de transición entre dos libros de mayor calado o importancia. No defraudará, pero tampoco hay que pedirle demasiado. 


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