Al inicio de los años noventa del siglo pasado me encontraba en una de las mejores épocas de mi vida: sin preocupaciones, estudiando algo que me gustaba y, sobre todo, aficiones. Jugaba a rol una vez por semana y tenía bastante tiempo para leer, ir al cine, salir... No puedo evitar mirar esa época con nostalgia.
Bueno, pues por aquel entonces estábamos jugando a Star Wars D6 y cayó en mi mano la trilogía de Herederos del Imperio, si no recuerdo mal, escrita por Timothy Zahn. Entre algunas de las cosas interesantes (como las garras retráctiles de los wookies, de lo que me aproveché en el juego), brillaba con luz propia el Gran Almirante Thrawn, la última amenaza criminal de la Nueva República.
Recuerdo pocas cosas de aquellos libros, la verdad. Star Wars no es algo preferente en mi lista de intereses y durante mucho tiempo me alejé de la lectura de franquicias de todo tipo (algo que, sin embargo, consumí muchísimo durante mi juventud), pero Thrawn ocupó un lugar en mi recuerdo subconsciente durante todo este tiempo.
Ahora, más de treinta años después, no he podido evitar leer la nueva trilogía dedicada a este personaje y tengo que decir que el resultado ha sido irregular. Vuelve la burra al trigo con el tema de la literatura de franquicias, a pesar de tratarse de un autor en apariencia tan contrastado, aunque daría para un debate sobre la calidad real de autores como Timothy Zahn, Robert A. Salvatore o Dan Abnett.
Resultado irregular y un tanto decepcionante, podría decir.
El primer volumen, titulado simplemente Thrawn, cuenta la historia del personaje desde que aparecen en la Historia del Imperio Galáctico en un planeta olvidado del Borde Exterior y su ascenso meteórico en el escalafón de la Armada Imperial, patrocinado por el mismísimo Emperador Palpatine.
El autor tiene además la virtud de construir una trama de relaciones ocultas, política y ambición en el planeta capital de Coruscant y presentar un par de personajes muy interesantes: Eli Vanto, que se convertirá en la sombra de Thrawn y se beneficiará ascendiendo en el escalafón, aunque siempre un paso por detrás del chiss; y Arhinda Pryce, que buscará satisfacer su ambición por métodos muchas veces discutibles.
El segundo volumen, Thrawn: Alianzas, rompe por completo con las premisas del primer volumen que tantas expectativas me generó. Ofrece en cambio una historia de pura aventura en la que se entremezcla la actualidad con el pasado y profundiza en la relación entre Thrawn y Darth Vader / Anakin Skywalker.
De propina, Amidala tiene bastante protagonismo en la historia del pasado y desaparecen tanto Vanto como Pryce, en una decisión del autor que no me explico todavía. Uno más de los misterios insondables de las franquicias.
Para mí se trata, sin duda, del título más flojo de los tres, con mucha diferencia.
El último volumen, Thrawn: Traición, remonta aunque no me parece que llegue al nivel del primero. La aparición de la Ascendencia Chiss, los retazos que se dan de su cultura y detalles como que sus navegantes, todos ellas mujeres jóvenes, son sensibles a la Fuerza, tienen un atractivo innegable.
Vuelven las tramas políticas, en este caso con la pugna entre el propio Thrawn y el Director Krennic para conseguir financiación que ayude a desarrollar las visiones contrapuestas que ambos tienen del futuro de la Armada Imperial y la investigación de una trama de desvío de material militar en la que aparecen ya los primeros signos de la Rebelión.
Se recupera además, con brillantez, el personaje de Eli Vanto, que me parece un tanto desaprovechado en el conjunto de la trilogía.
Timothy Zahn |
Como resumen, aunque los tres libros están marcados de manera inevitable por la figura de Thrawn y su desarrollo, tiene algunos temas, tramas y personajes interesantes que ayudan a dar algo más de color. Y en contra, también de forma inevitable, todos los defectos que se pueden encontrar en la literatura de franquicias y que son parte de ella.
Como siempre es cuestión de cada uno poner todo esto en la balanza y decidir qué hacer. Yo me pasé unos buenos ratos leyendo, siendo plenamente consciente de que se me olvidará bastante de aquí a no demasiado tiempo. Se le puede dar un aprobado.
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