Antes de comenzar la reseña y a modo de prólogo, ahí va una batallita.
Este lunes tuve que viajar a Ginebra por trabajo. El plan era sencillo: vuelo a media tarde a Madrid para coger el vuelo a destino, dormir en un coqueto (y caro) hotelito suizo, reunión a la mañana siguiente y trayecto a la inversa para llegar al aeropuerto de Asturias a eso de las 22:35. No suelo viajar sin un libro; las esperas en los aeropuestos suelen ser desesperantes y es necesario algo con lo que entretenerse.
La ida no fue del todo mal, aunque tuve un poco de retraso en la salida de Madrid. Algo así como una hora, anunciada por IBERIA con algo de timidez, de diez minutos en diez minutos (debe ser que piensan que así no nos daremos cuenta). Pero la vuelta sí fue un desastre. Otra hora de retraso a la salida de Ginebra, casi diez minutos de rodadura por las pistas de Barajas tras el aterrizaje y carrera por la Terminal 4 hasta la puerta de embarque para Asturias que resultó infructuosa porque la compañía aérea no nos dejó abordar el avión, que permanecía fijado al finger a diez minutos para su salida programada. Con un par.
Noche adicional de hotel y madrugón espectacular (para mi sorpresa, a las 5:00 am las calles SÍ están puestas) que me permitió coger el vuelo a casa un día después a las 7 de la mañana en unas condiciones físicas bastante deplorables y con un cabreo de impresión. Porque no entiendo cómo una compañía aérea que se considera seria, que sin duda conoce las vicisitudes de sus vuelos y los horarios previstos, deja en tierra a 5 pasajeros habiendo tiempo más que de sobra para entrar, sentarse y proceder al despegue sin perder el tan cacareado slot de salida. Vamos, que estoy casi seguro que si en lugar de Iberia vuelo con Air Berlin, tengo una azafata o azafato a la puerta de llegada de Ginebra y me llevan a toda leche a la de salida para Asturias...No habría perdido el vuelo aunque quizá sí el equipaje.
¿Que qué relación tiene todo esto con el libro? Pues que me pulí las 307 páginas de La estrategia del agua de Lorenzo Silva en el viaje. La pera, vamos.
Es la primera vez que leo algo, no solo del autor en cuestión, sino del género tratado por autores españoles. Parece además que las historias del brigada Bevilacqua y la, ahora, sargento Chamorro, tienen una buena aceptación entre el público en general.
Y es que la historia es ágil, el estilo es muy ameno, los personajes tienen un trasfondo interesante... aunque el brigada tenga un punto de canalla y rebelde algo estereotipado y los diálogos pequen en exceso de una cierta artificiosidad, en algunos momentos destinados al lucimiento del propio autor en la persona del protagonista, me parece a mí.
Tengo que añadir que la historia, aunque muy bien llevada, carece de elemento sorpresa. En este sentido, La estrategia del agua no es una whodunit al uso, sino más bien un relato de cómo los protagonistas llegan a la conclusión acertada y consiguen las pruebas incriminatorias para evitar que se escapen del largo brazo de la ley. La falta de suspense recorta un poco el gusto que deja el libro, que pese a todo no deja de ser entretenido y recomendable.
Ya os digo que me leí 300 páginas en tres días (unas 10 horas de lectura efectiva), y cada capítulo terminado me llamaba a continuar con otro. La edición del Círculo de Lectores tiene además un precio ajustado que lo hace tembién recomendable a bolsillos con agujeros.
Creo que la nota de este volumen es un siete. Un notable bajo que, si hubiera tenido algo más de intríngulis detectivesco podría haber subido al ocho sin dificultad.
Amigo Dan, aún te queda trecho para llegar siquiera a este nivel, por más que vendas libros como churros a zombies descerebrados que creen que lo que están leyendo está mínimamente documentado.
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