Ficción pulp de la buena la que me acabo de leer. Para abrir boca y terminar la saga de Geralt de Rivia, quise antes leerme dos relatos del amigo Robert E. Howard: Almuric y Agnès la Negra.
Número de mayo de 1939 de Weird Tales. Fuente: Wikipedia |
He de reconocer que mi conocimiento de la obra de Howard, más allá de Conan (y éste gracias a los tebeos) y Solomon Kane es bastante escaso. Tanto que pensaba que Almuric era un personaje y resultó ser un planeta al que el protagonista, Esaú Cairn, es trasladado después de verse envuelto en una serie de problemas que hacen aconsejable su desaparición. Ayudado por el invento de un científico se teletransporta a un planeta recientemente descubierto.
La historia recuerda bastante al ciclo africano de Solomon Kane. Los yagas son humanoides altos, delgados, de larga vida y de piel negra y con alas. Son crueles con sus esclavos y no dudan en devorarlos. Yasmeena es su bella y sensual reina a la que buscan complacer en todo momento.
La otra raza de Almuric es la de los guras. Aquí se da una curiosa circunstancia: los machos son simiescos y de aspecto brutal, cubiertos de pelo, con frente huidiza y enormes músculos; por su parte, las hembras son hermosas, de piel blanca y delicadas. Viven en ciudades-estado rodeadas por bastos muros de piedra sin labrar. Su sociedad, aún siendo brutal, se basa también en el honor. Es aquí donde Esaú Cairn, de natural violento, se hace un lugar.
Valiéndose únicamente de su inteligencia y de su prodigioso físico, Esaú Cairn se hace un nombre entre las brutales tribus de Almuric, siendo aceptado por los habitantes de Koth. Allí conoce a la bella Altha, causante de su mayor aventura: ir a Yagg, capital de los yagas, sobrevivir a un encuentro con su soberana, Yasmeena, huir y volver junto a su tribu para rescatar a los esclavos que allí languidecen.
En cuanto a Agnès la Negra, de nombre Agnès de Chastillon, sí que sabía que era una especie de prototipo de Sonja la Roja, la diablesa de Hirkania. Situada en la Francia del siglo XVI, su historia es similar: mata a su marido ante el altar para luego huir perseguida por su familia y vecinos. Se encuentra en el bosque con un hombre que, en lugar de ayudarla, conspirará para venderla en París. A pesar de darle una paliza de muerte, se apiada de él y lo lleva a un lugar seguro donde cuidar de sus heridas. Su afán, vivir como un hombre gracias a la espada, para la que está especialmente dotada.
Como decía al principio, ficción pulp de la buena. Con todos sus tópicos: sangre, vísceras, grandes porciones de piel femenina y hombres varoniles y decididos, pétreos. Por eso no se le puede pedir más que lo que hace: entretener.
Por lo demás, Robert E. Howard es un hijo de su tiempo, lo que se refleja en sus historias. Un hombre caucásico, con la ayuda de su inteligencia, generalmente mayor que la de sus enemigos, hace valer su supremacía a despecho de su físico, generalmente menor que el de sus antagonistas. Estos suelen ser negroides o simiescos, en una clara alegoría de la sociedad colonial de los años veinte y treinta del siglo pasado. Es por eso que una mirada con los ojos actuales puede ser más bien injusta. ¿O no? Todo depende de nosotros. O sea que no deberíamos dar más vueltas a lo que no es más que mero entretenimiento.
Como cumple bien su cometido, se lleva un siete.
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