domingo, 25 de julio de 2021

Cato y Macro (Libros VI a XI)

La profecía del águila es el libro VI de la serie. Cato y Macro son destinados a la flota, donde vuelven a estar bajo las órdenes de su némesis, Galba. Su misión será recuperar un arcón del que se han apoderado unos piratas. Al parecer, algunos de los libros sibilinos en los que se profetiza la historia de Roma están en ese arcón. Huelga decir lo que podria pasar si caen en malas manos. 

 


 El libro VII lleva por título El águila en el desierto. Cato y Macro son destinados a una guarnición auxiliar en la Judea del siglo I d.C., aunque antes de la rebelión que Vespasiano y Tito sofocarían a sangre y fuego. Allí toman contacto con el dificil pueblo hebreo y harán frente a una invasión de los partos que cuentann con el apoyo de traidores en las legiones de Roma. Incluso toman contacto con Miriam, la madre de cierto rabino judio ajusticiado unos cuantos años antes. 

 


 El libro VIII se titula Centurión, que es el grado que obtiene Macro. Se narra el viaje de nuestros protagonistas a Palmira, donde se enfrentarán a un asedio en defensa del rey. Una historia de política, traiciones entre hermanos y amor, porque al fin Cato encontrará a la que se convertirá en su futura esposa (se supone), la hija de un senador romano que se encuentra por casualidad en la corte del rey de Palmira cuando comienza el asedio a la ciudadela. 

 


 El libro IX se titula El gladiador. Cato y Macro llegan a Creta desde Palmira, junto a la novia de Cato y su padre. Allí serán testigos de una catástrofe derivada de una erupción volcánica que deja a la isla sin gobernador. El futuro suegro de Cato será el romano de mayor rango en la isla y tomará el mando de forma interina. Nuestros protagonistas tendrán que hacer frente a una rebelión de esclavos y gladiadores, encabezada por un antiguo enemigo suyo. 

 


 En el libro X, La legión, habiendo superado las difíciles pruebas a las que se vieron sometidos en Creta, Cato y Macro llegan a Alejandría de Egipto en persecución del cabecilla de la rebelión cretense. Allí se enfrentan al gobernador, que no desea desviar tropas en algo que ni le va ni le viene, y a una invasión desde Nubia que avanza arrolladora desde el sur. Por suerte para el Imperio, Cato es un tipo leído y es capaz de realizar una copia más pequeña de la maniobra envolvente de Aníbal en Cannas.

 

 

Por último, el libro XI, titulado Pretoriano. Nuestros amigos se encuentran de nuevo en Roma y se verán obligados una vez más a actuar como agentes encubiertos de Narciso. Su misión, proteger al emperador Claudio y su familia de un pérfido complot contra sus personas que cuenta con ayuda dentro mismo del cuerpo de élite imperial, la Guardia Pretoriana.

 

 

Bueno, estos son muy resumidos los libros. 

La serie de Cato y Macro va perdiendo su interés, por lo menos para mí. A pesar de que las historias de la República y del Imperio romanos siguen estando entre mis favoritas, a medida que han ido pasando los libros se me ha hecho cada véz más pesado seguir. Tanto es así, que he decidido darles un período de descanso a los que me faltan, y dedicarme a lecturas más frescas y espero que placenteras. 

Vaya por delante que nunca me ha parecido que Simon Scarrow vaya a ser un autor que ocupe un lugar en el Parnaso. Vamos, que se lee ágil y suele ir al grano, lo que se agradece. Podemos definirlo como literatura de consumo, que tampoco está mal, ojo. Casi todo lo que leo es literatura de consumo, aunque de vez en cuando pueda uno encontrarse con alguna joyita. 

El problema de Scarrow es que casi siempre flaquea en su intento de dotar de profundidad a los personajes, no solo secundarios sino a los mismos Cato y Macro. Dedica demasiadas líneas a profundizar en los pensamientos, sobre todo del primero, y de explicar sus motivaciones. Unas motivaciones que en muchos casos son poco creíbles, o directamente banales. Por eso, en algunos momentos llega el lector a estar sobrecargado de Cato (con Macro eso no pasa, porque es un personaje aún más primario que Cato y sus motivaciones son comer, beber y luchar, no siempre por ese orden). 

Flaquea también en crear tramas complejas, urdir planes para conseguir un buen suspense. No llegará a ser ni la mitad de mi añorado Philip Kerr, por citar un ejemplo del que he hablado hace bien poco. 

Tampoco ayuda que ambos protagonistas sean una mezcla perfecta de guerrero, político, espía y lo que se les eche por delante. Son tan perfectos, sobre todo Cato, que dejan de ser creíbles y se convierten un poco en caricaturas de lo que pudieran haber sido. Hasta los defectillos que tienen parecen más bien un intento de rebajar esa perfección.

O sea, que al final de todo me veo pasando las páginas una tras otra, pero no con el ansia de terminar el capítulo y las ganas de empezar otro, sino por inercia. Es una lucha de orgullo para llegar al final de un libro y poder pasar a otra cosa. 

Aceptable para pasar el rato.

 

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