domingo, 24 de octubre de 2021

Partidas por WhatsApp

La situación de confinamiento que vivimos desde el 14 de marzo del pasado 2020 y todo lo que ha venido detrás, supuso un punto de inflexión en las relaciones sociales que todavía hoy perdura en parte. 

Las aficiones que se basan de manera principal en la interacción social, sufrieron un retroceso que solo ahora, en algunos casos, se está recuperando. Una de ellas son los juegos de rol. 

Soy aficionado a los juegos de rol desde hace treinta años. En los tiempos lejanos de la Edad de Oro, que podríamos datar en los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, nuestro grupo de juego se reunía una vez a la semana, los domingos por la tarde, para tirar dados y recorrer los mundos de D&D (principalmente, en su edición Advanced). Solo parábamos en los períodos de exámenes y en el verano, por aquello de absorber vitamina D en la calle.

Después de las vicisitudes de la vida, llevábamos unos cuantos años en los que nos reuníamos una vez al mes (más o menos), respetando el período estival. 

Horizonte de sucesos
 

El confinamiento llegó como un mazazo. Estábamos hablando de quedar con algo más de frecuencia (no mucha, pero algo más) o de quedar durante más tiempo las veces que lo hacíamos, pasando de un horario vespertino a uno totalmente nocturno. 

Así que hubo que improvisar. 

Somos un grupo heterogéneo, en el que no éramos demasiado optimistas de que las herramientas virtuales dieran un buen resultado.  Descartamos también utilizar Zoom, Skype o Teams, por diversos motivos. El que no nos veíamos capaces de respetar los turnos de palabra, o incluso de respetar el valor de una tirada, no fueron los menores de ellos. 

Un día, por sorpresa, lancé una partida por WhatsApp. Como los juegos por correo ordinario que se jugaban cuando yo empecé con esto, se me ocurrió que podría ser una buena forma de matar el gusanillo y esperar un cambio de la coyuntura actual que nos permitiera volvera reunirnos. 

La idea era que el director de juego lanzaba un planteamiento, una escena podríamos decir, y los jugadores interactuarían con ella para ir avanzando la historia. Esta tenía que ser lo más sencilla posible, pero lo suficientemente atractiva para que los jugadores se engancharan y mantuvieran el interés. Sin tiradas, sin reglas ni mecánicas conocidas, los jugadores también tenían que esforzarse y confiar en que el director de juego iba a ser imparcial.

Tras darle unas cuantas vueltas y esbozar un argumento breve en un folio y medio (un inicio de exploración espacial tipo Traveller que luego se complica con Mitos de Cthulhu), comenzamos. Abrí un par de grupos: el primero para la partida en sí, el segundo para los off-topics y consultas diversas para que la narración quedara lo más limpia posible.

El inicio fue prometedor. La sopresa inicial llevó al entusiasmo, lo que a su vez derivó en el primer problema: respetar los turnos. Corríamos el riesgo de que un jugador o dos llevasen el peso de la narración y el resto se conformara con ir a rebufo. No es lo que yo quería: los jugadores tenían que disfrutar. 

Nave arca

 

El segundo error, más grave, fue no saber atar en corto al jugador más problemático. Tras sucesivos tiras y aflojas, cada vez más enconados, hubo un medio suicidio-medio expulsión que de manera automática disipó el mal ambiente y el resto conseguimos acabar la partida a pesar de que a veces las respuestas se demoraban algo más de lo deseable.

El final no fue el más satisfactorio para los jugadores, pero desde el punto de vista narrativo no era para nada inesperado. Pocas veces los insignificantes humanos son capaces de vencer a los dioses ancestrales. 

La experiencia, en términos generales, resultó bastante satisfactoria. Fueron seis meses, desde mayo hasta noviembre, en que interactuábamos hasta llegar al clímax (que luego no lo fue tanto por las decisiones finales de los jugadores). La narrativa fue bastante coherente, la historia quedó chula y merece convertirse en un relato. 

No hemos repetido, más por pereza por mi parte que por otra cosa, mientras esperamos poder volver a reunirnos en sala. Pero sin duda lo recomiendo.

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