domingo, 3 de octubre de 2021

Tres visiones de la Transición

La Transición Española es un período histórico que marca el paso de la dictadura a la consolidación de una democracia en la forma de una Monarquía Parlamentaria. Este período ha pasado de ser admirado, por la rapidez, limpieza y aparente solidez, a ser denostado por muchos que lo consideran una herencia del sistema anterior.

 Lo que es innegable es que nos ha dado el período más largo de estabilidad y prosperidad en la Historia de España desde... ni se sabe. Aún así, parece que no ha sido suficiente para ciertos sectores de nuevo cuño que buscan derruir lo construido entre todos para construir algo nuevo a su antojo. 

Si una palabra viene a la cabeza cuando uno piensa en la Transición, esa es CONSENSO. Se consiguió amalgamar una especie de pacto entre todos los sectores de la sociedad, dejando atrás las viejas heridas (esas que se están volviendo a descoser por los esfuerzos de unos y la desidia de otros). 

Otra pudiera ser VALENTÍA. La de unos LÍDERES, así, también con mayúsculas, que dejaron de lado objetivos cortoplacistas y partidistas y por una vez pensaron más en el beneficio real que se podía conseguir para una sociedad expectante. 

La Transición es un período histórico que me interesa mucho. Tengo algunos recuerdos, pues aunque era niño, era lo suficientemente mayor para atender a lo que sucedía a mi alrededor. Pero quiero volver a pensar y repensar en todo ello, y volver a admirarme por lo que entre todos, nuestros padres y abuelos fueron capaces de construir. 

Por eso he leído Puedo prometer y prometo, del periodista Fernando Ónega. Sirve para conocer el testimonio de primera mano de uno de los colaboradores más estrechos de esa inmensa figura que es Adolfo Suárez, que está siempre al límite de eclipsar todo lo demás. Y aunque está lejos de constituir un relato hagiográfico, incluyendo también algunos pasajes menos brillantes o incluso grises, se deja traslucir una admiración por la persona a la que toda una generación admiró. 

 


Inocencio Arias, el hombre de la pajarita y tertuliano, diplomático de carrera, hace un repaso por todos los presidentes de la democracia desde Suárez hasta Zapatero en su Los presidentes y la diplomacia. De todos ellos hay anécdotas: la rebeldía de Suárez ante la prepotencia de Valery Giscard D´Estaing; la altura política y personal de otro monstruo como Felipe González; o aquella cuando Aznar puso los pies encima de la mesa de la UE y estiró la cuerda hasta que los líderes de la Unión accedieron a discutir las demandas españolas. Calvo Sotelo fue demasiado breve y Zapatero demasiado risible hasta en los foros internacionales, aislado por su desconocimiento más elemental del inglés. A pesar de la presumible ideología conservadora del autor, este es capaz de extraer esto del texto y deja pasajes de auténtico elogio para el presidente González. 

 

 

Por último, he leído la última parte que conozco de la autobiografía de Alfonso Guerra, otra de las figuras públicas de calibre sin la cuál sería imposible entender este período de la Historia. Una página difícil de arrancar está escrita desde la cercanía, en una forma que parece bastante a una puesta a limpio de notas y reflexiones personales y, aunque está algo alejada del marco histórico (comienza en 1991, cuando el autor abandona o le hacen abandonar el Gobierno), echa con frecuencia la vista atrás a personas o hechos de importancia, así como muestra el progresivo distanciamiento con el presidente González. Si puedo ponerle un pero, no es otro que el excesivo sesgo ideológico que da a su discurso en alguna que otra ocasión


 

Tres visiones, en definitiva, que ayudan a comprender algo de lo que deberíamos estar más orgullosos de lo que estamos, por esa sempiterna tendencia española a menospreciar los logros propios y ensalzar los ajenos. Vivimos en un Estado de pleno derecho, una de las pocas consideradas democracias plenas en el mundo, que intenta solucionar los problemas y desigualdades inherentes a un sistema económico que las fomenta. No vivimos en un país donde no sea posible ejercer los derechos básicos del ser humano, como algunos quieren hacernos creer mientras progresan en la pirámide social a base de pisar las ilusiones de votantes bienintencionados y en algunos casos desesperados. 

Pongamos en valor lo nuestro y conozcamos a figuras de todos los colores políticos, cuya talla personal e intelectual se encuentra a años luz de lo que estamos condenados a sufrir hoy.

1 comentario:

  1. «Conozcamos a figuras de todos los colores políticos». Estás pidiendo mucho, me temo. La polarización es muy grande, tanto como la mediocridad del político actual, y lo conseguido hasta ahora podría irse al traste en un instante.

    Ojalá que no pase, claro. Pero vamos: un país puede ir en una u otra dirección. Y hay tantos vendehúmos...

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