sábado, 29 de octubre de 2022

El espía que surgió del frío

Siguiendo con la serie de George Smiley que escribiera el gran John Le Carré, vine a dar con esta novelita que en buena lid no se debería considerar parte de la serie, ya que Smiley sale más bien poco, aunque sí fuea por la presencia detrás de la historia, sería sin duda uno de los protagonistas. 

Publicado en 1963, El espía que surgió del frío es un hijo de su tiempo, los años más duros de la Guerra Fría entre los bloques occidental y soviético que marcó a toda una generación, sus vidas y su cultura y que hoy vuelve a ser triste actualidad, con el agravante de que los que en los años ochenta vivimos los últimos coletazos de ese período histórico, no vemos a ningún líder que tenga ni de lejos la talla de personajes como Reagan, Thatcher o Gorbachov, con todos sus claroscuros. 

 

No nos vayamos por las ramas, en cualquier caso. 

El libro comienza con una escena que hemos visto decenas de veces en el cine y la literatura: un espía occidental intenta llegar a un refugio desde Berlín oriental mientras que el contraespionaje de la República Democrática Alemana le sigue la pista de cerca. En este caso el desenlace es fatal y el servicio de espionaje británico pierde a uno de sus mejores agentes en la zona. 

La caída del activo es presenciada en directo por Alec Leamas, su jefe de célula, y con ese acto comienza una espiral  autodestructiva y su caída en desgracia en el Servicio. Pierde su trabajo y sus contactos, fracasa en hacer una vida más o menos normal, agrede al dueño de la tienda de ultramarinos, se da a la bebida...

 

En ese momento de tocar fondo, solo una persona, Nancy la bibliotecaria, mantiene una chispa de humanidad con Leamas. Se tomará como algo personal mantener a flote a Alec, mientras surge algo más que amistad de sus accidentados encuentros. 

Aún en esos casos, Alec Leamas tiene un valor residual. No como persona, sino por lo que sabe. Un valor residual muy alto que, por supuesto, no tarda en llamar la atención de los que fueron sus rivales y supieron derrotarlo en el tablero de Berlín. 

 

Entonces comienza otra historia, totalmente diferente, en la que Alec Leamas intenta mantener un cierto control de la situación hasta que se ve totalmente superado por la situación, su amada Nancy se ve envuelta en la tormenta perfecta que se está creando y ambos se enfrentan a un juicio en la Alemania comunista que no pinta nada bien para ninguno de los dos. 

Y ahí, justo ahí, es dónde se revela toda la maestría de la historia que John Le Carré ha ido tejiendo y que ahora se desmadeja dejando ver todo el cuadro que justo antes estaba oculto. Y el final, ese final que da una vuelta al estómago. 

Ese final...

 No queda sino aplaudir ante una historia magistral, construida, deconstruida y vuelta a construir en apenas trescientas páginas, en una muestra más de los autores clásicos de nuestra juventud de que no es necesario escribir tochazos de mil páginas para construir algo no solo atractivo, sino diferencial. 

El espía que surgió del frío es una novela sobresaliente que apenas dos años después, en 1965, vio su adaptación al cine con Richard Burton en el papel de Alec Leamas. No recuerdo nada de la película, pero hoy cotiza a un más que bueno 7,6 en imdb. 


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