Los años centrales del siglo XVII fueron una pesadilla para la Monarquía Hispánica. Al más que evidente cambio de ciclo en la política europea, con la fulgurante aparición de Suecia y Francia para dolor de los Austria germanos y españoles, la situación interior era cada vez más complicada.
El conde-duque de Olivares, consciente de que el esfuerzo sobrellevado durante décadas estaba llevando al agotamiento a Castilla, pilar en dineros y hombres de los sueños de la Monarquía, quiso que los demás dominios de la Corona colaborasen de forma proporcional a sus capacidades. Fue lo que se llamó Unión de Armas.
Aquello, lejos de funcionar, llevó a la casi desintegración al Imperio español. Portugal se desgajó de forma definitiva tras sesenta años de unión dinástica. Cataluña se levantó en armas en 1640 y estuvo casi veinte años segregada y, los años finales, supeditada al poder francés.
En medio de todo eso, surgió la figura de Juan José de Austria. Hijo ilegítimo del promiscuo Felipe IV cno la actriz María Calderón, la Calderona, tuvo una aparición fulgurante en el espacio político y militar de su época.
Su primera intervención contribuyó a mejorar la situación en Cataluña y normalizar en cierto modo la relación con la Corona, tras la situación vivida los últimos años. Eso le ayudó a labrarse una reputacion y le proporcionó una cierta aura miesiánica que quizás fue más perjudicial que beneficiosa.
A partir de ahí hubo muchas sombras, en Portugal y en Flandes, y ninguna luz. Mientras tanto se dejó enredar en intrigas de corte, azuzadas por la falta de un heredero de un cada vez más menguado Felipe IV.
La realidad es que, tras ese fugaz momento de gloria en Cataluña (región, por cierto, en la que siempre mantuvo apoyos), poco más realizó en favor de la Monarquía. Al contrario, durante su vida mantuvo actitudes que rayaban en la rebelión, negándose a acudir a la corte cuando se le requería, o moviendo hilos en la sombra para acudir cuando su presencia podía resultar dañina.
Mariana de Austria, viuda de Felipe IV y madre del heredero que luego fue Carlos II, estaba especialmente quisquillosa con la figura de su hijastro. Normal, por otra parte, cuando era muy probablemente el mayor enemigo de la estabilidad de la dinastía y, en consecuencia, del futuro de su hijo.
La vida de Juan José de Austria finalizó con una sensación acusada de promesas incumplidas. Puede que él mismo no fuera consciente de cómo había defraudado las expectativas de buena parte del pueblo y de la nobleza que buscó en él una figura que pudiera contener, siquiera por un tiempo, la imparable decadencia del gigante que todavía era la Monarquía Hispánica.
Aunque, para ser justos, habría que reconocer que la tarea que se le pretendía imponer era titánica y que estaba fuera del alcance de la inmensa mayoría de las personas.
José Calvo Poyato escribió este librito que nos acerca un poco a esta figura discutida. Lo hace con un estilo asequible muy propio de los divulgadores históricos, asequible para el gran público y ameno. El libro se lee en un par de ratitos.
Aconsejable para los interesados en el período histórico, algo más alejado de la gloria del siglo XVI y de los Austrias mayores.
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