La Navidad es una época del año especial. No hay otra igual y es reconocible a primera vista en nuestra cultura occidental. Es cierto que no le gusta a todo el mundo, que critican el exceso de edulcorante en las relaciones personales y la oda al consumismo en la que se convierte.
A mí me gusta, la verdad. Siempre me ha gustado la Navidad y la luz en las calles que contrasta en gran medida con el mes de noviembre, lleno de oscuridad y malos presagios. Además, tener una hija que todavía es inocente para creer en los Reyes Magos, me permite disfrutar de esa inocencia que me hace volver a la niñez, justo hasta el día seis de enero. Me encanta.
Uno de los rasgos de estos quince días es que las cadenas de televisión emiten películas de tono navideño, no aptas para todos los estómagos, bien es cierto, y cortadas por un patrón bastante semejante. Y no es raro que también se estrenen en las salas de cine. Recuerdo haber visto una joya como el Cuento de Navidad de los Teleñecos en pantalla grande, bien entrado ya en la veintena, y haber disfrutado como nadie en la sala (cuando las salas de cine estaban llenas y había que hacer colas en la taquilla).
La primera película que traigo hoy es El espíritu de la Navidad. Una versión más del clásico de Dickens, actualizado al siglo XXI y con los rostros de Will Ferrell y Ryan Reynolds. El primero nunca me ha gustado demasiado, pero el segundo se están convirtiendo en un actor todo terreno del cine familiar desde el pelotazo que ha sido Deadpool.
La película cuenta la historia de Clint Biggs (Reynolds), un hombre de negocios cínico y despegado de su familia, centrado en su propio interés, mentiroso y egoísta. Su alma está condenada y así lo ha determinado esa especie de agencia de espíritus de navidad que nos presenta, pero el espíritu de las navidades presentes (Will Ferrell) está empeñado en que es posible salvarle y se empeñará en ello incluso contra las directrices recibidas por su jefe.
Este cartel me EN-CAN-TA |
No es que la película aporte mucho, pero entretiene y hay un girito final curioso que homenajea al bueno de Carlos Dickens. A la familia le gustó bastante, es probable que sea por las fechas en las que la vimos. En Navidad parece que todo gusta, incluso una agencia de espíritus navideños que vigila el comportamiento de la población mundial.
Cotiza a un digno 6,6 en imdb, pero entiendo que no es una película para todos los gustos y que hay que saber a lo que uno se va a enfrentar para decidir si hay algo mejor que hacer en las dos horas que dura.
La segunda propuesta es nacional, Reyes contra Santa, que es una vuelta de tuerca a la progresiva entrada de Papá Noel en nuestras vidas, que ha terminado polarizando a la sociedad entre los defensores de la tradición patria de la pyme multicultural de los Reyes Magos enfrentado al autónomo estajanovista de ascendencia norteamericana (que ni siquiera se ajusta a la tradición de San Nicolás que sí existe en otros países de nuestro entorno europeo).
Me ha gustado la visión crepuscular de estos reyes magos que se disfrazan de transportistas, viajan en una furgoneta y se alojan en una pensión, pero que cuando pasan la puerta de una buhardilla cambian su indumentaria civil por el oropel de los ropajes reales y se reúnen con otras encarnaciones del espíritu navideño, entre los que encontramos al tió catalán, el olentzero vasco e incluso el anguleru asturiano.
Incluso me han gustado esos celos de Gaspar, siempre el tercero en discordia en cuanto al cariño de la gente, con una popularidad que no puede competir con la de Melchor o la de Baltasar. Lo que, si te paras a pensarlo, es cierto: si preguntas a un niño cuál es su rey favorito, pocos van a decir al de enmedio.
La cosa es que hay un espíritu malvado, el Krampus, que quiere acabar con la Navidad y decide que si rapta a Papá Noel y no le permite repartir sus regalos, los niños dejarán de creer y todo será más fácil para él.
No cuenta este desagradable ser con nuestros aguerridos protagonistas, que primero se encargarán de repartir los juguetes que su archirival no puede y luego se enfrentarán a Krampus en el desenlace de la Navidad.
También ha gustado a la familia, pero la pequeña tuvo un poco de miedito con el Krampus. La verdad es que tampoco tiene muchas pretensiones, para pasar el rato nada más. A su favor que es cortita, solo una hora y tres cuartos incluyendo créditos. Para mi sorpresa, aprueba en imdb con un 5,3.
Como curiosidad, la wikikpedia dice que el krampus es un ente tradicional en diversos países de Europa Central, feo de narices y que se aparece la noche del cinco al seis de diciembre y se lleva a los niños que se han portado mal.
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