Hoy toca una entrada retro.
Ayer asistí a una espicha organizada para juntar al mayor número de gente posible de la generación del 73 que hubiera estudiado en el colegio Corazón de María, de Gijón, acabando COU en el año 91. Al final fuimos casi 50 ex-alumnos y dos profesores invitados, uno de ellos el inimitable padre Luis Villanueva.
El padre Villanueva es un personaje peculiar, bastante excéntrico, pero recordado por todos y, si no querido, respetado sin duda. No le había visto desde que dejé el colegio y me habría costado reconocerle de lejos vestido de "paisano", pero el hombre se conserva igual que entonces. Alguna que otra arruga más y el pelo totalmente blanco, pero nadie diría que tiene más de ochenta años. Nos deleitó con su presencia y con nuestras fichas de alumno, escritas por nosotros mismos, allá por el 87-88. Imaginaos la diferencia... Siempre amables, él y Fernando, profesor de dibujo y electricidad, se hicieron las fotos que se les pidieron y aguantaron todo lo aguantable.
Me llamó la atención fue la de kilos que se han ganado y matas de pelo que se han perdido (va a ser cierta, la ley de la conservación de la masa). Es algo acongojante. Fuera de eso, hay quienes parece que se conservaron en formol y hayan hecho un pacto con el diablo y otros están incluso mejor que entonces (principalmente alguna que otra chica). Hay una o dos personas que no fui capaz de reconocer, ni siquiera su rostro y mucho menos sus nombres, lo siento. Y también ausentes, por distintas razones. Se os echó de menos.
Es curioso, pero también se mantienen las relaciones. Tras una primera toma de contacto, al final la gente fue gravitando hacia personas afines, creándose así cúmulos globulares de relaciones interpersonales. Aún así, es bonito ver de nuevo a la gente y recordar nuestros años mozos. ¡Qué daño hizo la educación segregada a mi generación, y qué pardillos éramos! Y yo era, probablemente, uno de los pardillos más pardillos, que no me daba cuenta de las cosas ni aunque pasaran a un palmo de mis narices.
Ayer preferí ser prudente. Nada de preguntar por familia o pareja, dejar que todo fluya de un modo natural. Así creo que es más cómodo para todos, porque no es agradable preguntar ¿estás casado? y recibir como respuesta un "dos veces" o algo así... Por lo menos, a mí no me gusta y prefiero evitar situaciones embarazosas si no hay una relación estrecha.
También me sorprendí, cómo no. Cuando fui a saludar a Manolo Castañón y él, sin haberme visto en veinte años, me plantó un abrazo que me emocionó. ¡Qué grande, Castañón!
Nano, Gonzalo, Prada, Fernando, Rodrigo (30 años juntos, ya), Luisma, Susana, Marta, Belén (a falta de tres semanas para dar a luz, ¡no hay dolor!), Nosti, Frutos, Emilio, Arancha, José Carlos, Rafa... así hasta casi cincuenta. Por un rato, volví a ser adolescente. Con más canas, eso sí.
Los recuerdos se van casi un cuarto de siglo más atrás. Ha pasado más de la mitad de mi vida desde que dejé el colegio. Me acerco a la cuarentena... Pero ¡qué risas me eché ayer!
A ver si no hay que esperar otros veinte...
Y a ver si viene alguien más.
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