sábado, 14 de mayo de 2016

La chica del tren

Últimamente no hago otra cosa que elegir libros de autores que no conozco (alguno hasta es español, y todo). Es lo que pasa por elegir basado en la sinopsis de la revista del Círculo de Lectores. A veces aciertas (con ella, por ejemplo, descubrí a Patrick Rothfuss), a veces no. Y a veces, ni fú ni fá. 

La verdad es que no sé muy bien cómo calificar a La chica del tren, de Paula Hawkins. Es la historia de Rache, que cada mañana toma un tren camino a Londres y pasa por delante de una casa que está junto a las vías, imaginándose cómo será la vida de la apacible pareja que ha podido ver decenas de mañanas fugazmente, entre el traqueteo de las vías y el material rodante. 

Supongo que la de la derecha es la autora.

Al principio parece que algo hay de obsesión. Que Rachel lo que busca es salir de una vida anodina y fracasada, que necesita algo más que la bebida para olvidar el fracaso de su matrimonio y el derrumbamiento de todo lo que ha conocido hasta ahora. 

Pero según avanzan las páginas, vemos que poco hay de casual y que hay un nexo de unión entre Rachel y la pareja de la casita junto a las vías.

Luego se complica la cosa con una desaparición y una muerte, en las que Rachel se verá envuelta hasta que se produzca el ¿sorprendente? desenlace. 

No, amigos, para mí el desenlace no fue para nada sorprendente. Me lo esperaba unas decenas de páginas antes de producirse. Aunque sí he de reconocer que hubo un punto de angustia en el clímax del final, también he de decir que tampoco fue para tanto.

No entiendo muy bien el que La chica del tren se haya convertido en un icono de la literatura de los últimos años. ¡Si hasta se estrena una película este año! ¿Es de verdad para tanto?, me pregunto. Y cuando pienso en las sombras de un tal Grey, eclipses, lunas nuevas, danes browns y demás personajes que proliferan hoy en día, lo entiendo un poco más.

Tomo una nota mental: quizá deberíamos un día filosofar de por qué el cine necesita tanto alimentarse de ideas externas (libros, remakes, Marvel y DC, juegos de ordenador y consola...) y ya parece incapaz de producir historias realmente originales por sí mismo. 

Y esta es la encarnación de Rachel al celuloide


Quizá esté siendo un poco injusto. En su favor diré que La chica del tren se lee fácil. Casi, casi, se podría leer de una sentada. Puede ser bueno para ese par de días de verano que no sabes muy bien que hacer. Pero se difumina en la memoria con la misma rapidez. 

Para pasar el rato y poco más.

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