jueves, 30 de agosto de 2018

Pendragon

Jugamos a Pendragón una sola vez. Hace de ello la friolera de veinticinco años o así. Recuerdo que lo tenía mi buen amigo Rodrigo (una amistad que aún perdura después desde que nos conocimos en primero de la EGB, camino ya de las cuatro décadas) y que más o menos le obligamos a dirigir una partida. Una y no más, fue el resultado, aunque el juego no me desagradó a pesar de que se notaba la obligación y el marrón en el que metimos al pobre. 

Muchos años después me he comprado la última edición. Una edición de lujo, he de decir, en tapa dura y con buen papel, de alto gramaje. Solo lo he leído, así que habría que ver lo que un uso continuado puede hacerle y ahí no estoy tan seguro porque el acabado del lomo no es todo lo bueno que pudiera ser. En cuanto al color, sobrio. Apenas hay páginas en color. 

Por lo demás es bastante parecido a lo que recordaba. Los personajes son caballeros recién armados del universo artúrico más clásico: la Mesa Redonda, el Grial, Lanzarote, Ginebra, Arturo y Merlín. Aunque el PJ no interectuará con ellos más que en muy raras ocasiones. Son personajes que tienen pasiones (buenas o malas) que llevan a conseguir acciones que solo de cuando en cuando deberían ser posibles al común de los mortales. Además, el grado de personalización no es desdeñable con el uso de los rasgos de personalidad, que te permiten modelar la psicología de tu PJ, pero que también, y mucho ojo con esto, puede llegar a obligarte a actuar de un modo determinado en una situación concreta. 



Las aventuras, también clásicas de la ambientación: lances de honor, amor cortés, combates con forajidos, sajones o bestias fantásticas. 

¿Y todo por qué? Por incrementar algo tan etéreo como la Gloria. Los PJs no ganan puntos de experiencia, sino puntos de gloria. La gloria no es otra cosa que la fama del personaje, que se beneficia o no de los hechos que ha conseguido llevar a cabo en su vida. O sea que en Pendragón, más que en ningún otro juego, la fama precede al PJ. 

Otra cosa es que la Gloria no es algo individual. La mujer del personaje aporta también gloria a la familia. Y si el PJ fallece, una parte de su gloria se hereda, igual que el PJ hereda gloria de sus padres. 

Los personajes en Pendragón envejecen. Cada año hay una fase de invierno en la que se construye la histroria del PJ fuera de las aventuras: se casan, tienen hijos, heredan tierras... y pueden morir como cualquier hijo de vecino en aquella época, bien por efecto de la edad o bien por un accidente o enfermedad. Así que cuidado con las fases de invierno, que las carga el diablo. 



Los efectos de la edad se reflejan en la pérdida de características, así que un PJ también puede quedar impedido para realizar el ejercicio de sus funciones, así que se retira y si tiene un hijo en edad de merecer, este hereda bienes y parte de su gloria, sustituyendo desde ese momento a su decrépito padre en las mesnadas del rey Arturo. 

O sea que, en principio Pendragón resulta un juego atractivo y con elementos que lo diferencian en gran medida de otras propuestas lúdicas. En principio...



No sé por qué, no es un juego que a mí me vuelva loco. No me acaba de convencer, quizá porque lo veo bastante limitado desde el punto de vista de la temática. Es posible que necesite ver algo más de material, alguna aventura o campaña publicadas (la troncal Gran Campaña en la que se visita todo el reinado de Arturo), antes de decidir. Lo que es hoy, jugaría antes a muchos otros juegos que a Pendragón. Pero eso no quita para que sea una lectura interesante para el aficionado, que conste.

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