sábado, 25 de noviembre de 2023

El jovencito Frankenstein

La semana pasada hablaba de una adaptación fallida de una obra de humor. Esta semana nos vamos al otro lado del espectro, con una obra maestra del cine clásico que resulta ser una adaptación libre de una obra que de comedia tiene más bien poco. 

Reconozco que no soy un gran seguidor de Mel Brooks ni de Gene Wilder, pero gracias a ellos podemos disfrutar de una película tan grande como El jovencito Frankenstein.

 


Supongo que a estas alturas de la vida, casi todo el mundo conoce esta película. No era el caso en mi casa, puesto que las niñas no saben nada de la vida, todavía. Yo llevaba tiempo queriendo ponerla en una de nuestras sesiones de cine de los sábados por la noche, pero la idea no cuajaba. No sé si porque se trata de una película en blanco y negro, las niñas pensaban que les iba a poner una frikada de las mías, así que se resistían, con uñas y dientes. 

Al final, después de varios intentos en los que la diplomacia no consiguió acercar posturas, apelé a mi autoridad como pater familias e impuse mi criterio, no sin cierta resistencia de la plebe. 

Les encantó. No podía ser de otra forma. 

 

No sé todavía de nadie que no se eche unas risas con El jovencito Frankenstein. Chiste tras chiste, la película avanza con paso firme por la obra de Mary Shelley y pinta un cuadro que no deja sitio a la tristeza. 

Es que, desde el inicio, se suceden las situaciones absurdas y el espectador tiene que estar atento para que no se le escape un detalle hilarante, por pequeño que sea. 

Gracias a un grupo de actores que está de lujo: Gene Wilder (el doctor Fronkonstin), Cloris Leachman (frau Blücher), Madeline Kahn (Elizabeth), Teri Garr (Inga) y Peter Boyle (el monstruo). Y, por encima de todos, Marty Feldman (Aigor, que no Igor), en un papel cínico y ácido que lleva gran parte del peso cómico de la película, ayudado por su físico peculiar.. Incluso Gene Hackman en el papel del ciego con el que se encuentra el monstruo y que protagoniza una de las escenas más graciosas de toda la cinta.

Gracias a Mel Brooks, brillante director y guionista junto con Gene Wilder.

 

¿Un vaso de leche, tal vez?

No puedo decir nada malo de la película, sino recordar situaciones y esbozar una sonrisa mientras escribo estas líneas: la lluvia repentina en el cementerio, el cerebro de A. Normal, la joroba que cambia de lugar y suena a hueco, el ruido de los caballos y los truenos cada vez que se llama a frau Blücher, el pulgar en llamas del monstruo... Tantos y tan buenos que parece que estamos en una película de los ZAZ, que luego pondrían de moda las películas con sobredosis de humor, a veces grueso. 

No hay humor grueso en El jovencito Frankenstein, no le hace falta para hacer reír, porque los gags y los juegos de palabras inteligentes están funcionando muy bien. Por eso es una película que pueden ver grandes y pequeños, sin miedo de los padres. Ni siquiera le hace falta un gran metraje, porque dura un poco más de cien minutos incluyendo los títulos de crédito. 

 


Decir que ya no se hace cine como el de antes (la película es de 1974) sonará viejuno, pero después de ver de nuevo esta película de Mel Brooks, no puedo evitar pensarlo. Seguro que no soy el único, porque cotiza a un soberbio 8,0 en imdb. Y la cosa es que se me antoja escaso y yo la pondría bastante más cerca del sobresaliente. 

No me ocurre con otra películas de Brooks, que más o menos me divierten, pero no llegan a las cotas de satisfacción, sonrisa continua y carcajada frecuente como en esta. 


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