viernes, 29 de abril de 2022

Stalingrado

La Segunda Guerra Mundial dio un giro radical cuando a Adolfo Hitler se le ocurrió abrir un nuevo frente para atacar a la Unión Soviética en un momento en que Alemania se encontraba enfangada en el norte de África y no había podido someter a Gran Bretaña. 

No obstante, no todo iba mal al principio. Los avances eran rápidos, las pérdidas de material y hombres soviéticos innumerables, así como la cantidad de prisioneros que la Wehrmacht capturaba prácticamente cada día. Así que los jerifaltes nazis se las prometían muy felices. 

 

 

Pero la Unión Soviética era un país inmenso y muy poblado para los estándares europeos. Stalin decidió desmontar las fábricas de vehículos y armamento y trasladarlas fuera del alcance de los alemanes. Además, cuando se  convenció de que los japoneses no iban a entrar por su patio trasero, trasladó millones de soldados siberianos al frente occidental. Y a todo ello se unió el invierno, que puso de manifiesto la falta de previsión del ejército alemán. 

Cuando el tiempo permitió continuar las campañas, la ofensiva alemana se dirigió a tres objetivos diferentes al norte, centro y sur. En uno de ellos, se alzaba la ciudad de Stalingrado, con una importancia estratégica menor. 

Hacía mucho, mucho frío
 

Pero, amigos, Hitler se empeñó en que esa ciudad debía caer porque llevaba el nombre de su némesis. Y Staliln se empeñó en que esa ciudad no debía caer porque llevaba su nombre. Y así, se podría decir que de la forma más tonta, ambos contendientes comenzaron a acumular hombres y material hasta montar uno de los mayores carajales de la Historia de la Humanidad. 

Desde el 21 de agosto de  1942 hasta el 2 de febrero de 1943, alemanes y soviéticos, acompañados por italianos, rumanos, croatas, húngaros y muchas nacionalidades del Imperio Rojo, murieron y mataron por el ego de dos de los mayores asesinos de masas de la Historia. 

En los momentos de más lío se reunieron en un área relativamente pequeña más de dos millones de hombres y toneladas de material (los soviéticos juntaron ellos solos un millón y medio más en las cercanías. Más de dos millones fueron muertos, heridos o desaparecidos.

 

Vasili, héroe de la Unión Soviética

Cualquier aficionado a la Historias sabe lo que allí pasó, las penurias que acaecieron al VI Ejército de Paulus, las bajas, las luchas en casas y factorías... Las órdenes eran resistir hasta el último cartucho y el último hombre. Göring prometió abastecer por aire al VI Ejército y fracasó. Los  comisarios políticos disparaban contra los soldados soviéticos que flaqueaban, muchos de los cuales eran transportados al frente sin siquiera un fusil, del que deberían agenciarse de las frías manos de sus camaradas muertos. Allí se hizo famoso Vasili Zaitsev. Von Mamstein hizo un supremo esfuerzo para romper el cerco y dejar salir a las fuerzas de Paulus, pero se quedó cerca del objetivo. Hitler ascendió a Paulus a mariscal, en un intento de convencerle de forma subliminal de resistir hasta el final. 

Pero Paulus capituló, Stalingrado se mantuvo soviética y el descalabro provocó un punto de inflexión tras el que el ejército alemán poco pudo hacer más que retroceder cada vez más ante el empuje del Ejército Rojo. A  partir de ese momento, cualquiera con dos dedos de frente supo que Alemania no podá ganar la guerra y que sólo se podía retrasar lo inevitable. Por desgracia, los jerifaltes nazis no juntaban entre todos esos dos dedos de frente tan necesarios y comenzaron una huida hacia adelante impulsada por la sangre de millones de personas.

Todo eso es más o menos conocido, pero Antony Beevor lo cuenta de una forma característica y amena, salpicando la descripción de los grandes movimientos de tropas con un sinfin de anécdotas personales de muchos protagonistas, desde maricales y generales hasta soldados rasos. No en vano se ha convertido en uno de los autores de referencia en cuanto a las campañas de la Segunda Guerra Mundial se refiere.

Es obvio que no a todo el mundo le gustará, pero no es menos obvio que Stalingrado cumplirá las expectativas de cualquier aficionado a la Historia en general y a la Segunda Guerra Mundial en particular.

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