Tres años después de leer la séptima entrega del Departamento Q, tengo que decir que la octava me parece sin duda la mejor de una serie muy sólida y con un nivel de calidad alto y sostenido, con apenas altibajos.
La víctima 2117 funde dos historias en un mismo volumen.
Todo empieza cuando en las noticias aparece el cadáver de una inmigrante asesinada. Algo tan triste y, por desgracia, tan cotidiano, desencadena un puñado de historias que transcurren en paralelo hasta el final climático.
Por un lado, un joven disfuncional que vive encerrado en su habitación jugando a un shooter, fascinado por el suceso, toma la decisión de realizar una masacre real en honor a la víctima. Poco a poco, el Departamento Q conseguirá ir cerrando el cerco gracias en parte a las llamadas periódicas que el mismo muchacho va realizando para vanagloriarse de lo que va a hacer y la imposibilidad de que los policías puedan llegar a detenerle antes de hacerlo.
Por otro lado, de forma insospechada la víctima tiene una relación con el remoto pasado de Assad, mucho antes de su viaje a Dinamarca.Esta segunda historia nos confirmará que el pequeño sirio es mucho más de lo que aparenta y explica gran parte de su comportamiento y capacidades, que está empeñado en ocultar bajo un barniz de inocencia y de desconocimiento del idioma que está muy lejos de poseer.
Los antagonistas de esta segunda historia son, con gran diferencia, los más peligrosos a los que se hayan enfrentando nunca nuestros amigos protagonistas: una célula yihadista que está dirigida por un jefe que tiene cuentas pendientes con Assad y que no duda en utilizar su causa para conseguir la tan ansiada revancha.
En medio de todo esto, un periodista independiente español se verá envuelto en la trama, en su afán por seguir la historia de la víctima y conseguir un contrato indefinido en un importante periódico.
Pues aquí, aguantando la pared... |
La historia sale por primera vez del marco geográfico de Dinamarca, pasando por Alemania y terminando en Barcelona, y va ganando en tensión y agonía a medida que vamos pasando las páginas.
Al mismo tiempo, la trama del chico disfuncional va perdiendo peso frente a la trama yihadista, que por involucrar emocionalmente a nuestros dos policías más queridos, ocupa poco a poco un sitio precedente en nuestro afán lector.
Todo el libro se desarrolla de forma sobresaliente. Las tramas confluyen con fluidez y la tensión se dosifica a lo largo de las páginas hasta el tremendo y vibrante final.
Está claro que el Departamento Q tendrá la vida que quiera el autor, porque sus historias enganchan como el primer día. Más, incluso.
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