Contra todo pronóstico, dados sus inicios, Ryan Reynolds se está convirtiendo en una estrella del cine de ciencia ficción, con proyectos de mediano tamaño que tienen interés y cierto éxito, Deadpool aparte.
El proyecto Adam, de Netflix, salió a la luz el año pasado y se trata de una muestra más de esa carrera que se está forjando, pasito a pasito.
Ryan Reynolds es Adam, un piloto que sufre un aterrizaje más o menos accidentado en una zona boscosa cerca de una casa en la que buscará refugio, donde viven una joven madre y su hijo preadolescente, con el que es inevitable que trabe una relación personal (algo evidente desde el minuto uno).
Una serie de detalles pueden hacernos sospechar la realidad (la forma de abrir y cerrar la nevera, el comportamiento del perro...): Adam y el chico son la misma persona, en épocas de su vida totalmente distintas y el artefacto en el que hay llegado el piloto resulta ser una máquina del tiempo. No es casual que se haya dirigido a esta época y lugar concretos.
A medida que se va desgranando la historia, el fallecimiento del padre, dónde trabajaba y en qué, y vamos recibiendo información de cómo se ha conseguido viajar por la línea temporal, iremos definiendo el marco de la aventura, que con bastante simpleza se puede resumir en lo de siempre: buenos y malos, los primeros idealistas, los segundos aprovechados que pervierten un invento bienintencionado en aras de su bienestar particular.
El perrete sí que sabe |
Así hasta el también inevitable desenlace, por supuesto satisfactorio aunque con las convenientes dosis de tensión, acción y todo lo demás.
La película se basa sobre todo, además de en una historia sencilla que sigue sin descarrilar, en el innegable e incomprensible carisma de Ryan Reynolds (y esa cara de pánfilo que sabe poner como nadie), al que en esta ocasión acompañan sobre todo Zoe Saldaña y Mark Ruffalo.
Es de agradecer una película que se base en los personajes y los actores, de vez en cuando, sin que sea necesaria la acostumbrada avalancha de efectos especiales y movimientos erráticos de cámara, que en muchas ocasiones saturan los sentidos y aportan más bien poco, más preocupados por tener al espectador con la boca abierta mientras los brillos de las explosiones se clavan en el cerebro.
Las armas grandes con lucecitas que no pueden faltar |
Es también de agradecer una película que sepa contar una historia con su planteamiento, nudo y desenlace, en un tiempo razonable. El proyecto Adam dura una hora y tres cuartos, créditos incluidos. Suficiente para no desear que el director hubiera metido tijera ni para tener ganas de mirar el móvil con ojos vidriosos.
Al contrario, la película es entretenida y no cansa. Perfecta para una sesión de fin de semana con la familia, grandes y pequeños. Una nota de 6,7 en imdb es más que decente.
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